Voluntades Robadas

EL HACKER (Parte I)

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Eché un vistazo por la ventana para comprobar si llovía. Podía observar unas nubes bajas bastante negras y feas en el cielo; sin embargo, tenía pinta de que iba a aguantar al menos durante alguna hora más sin descargar, justo el tiempo que necesitaba para salir a correr un poco por el parque.

Correr por las mañanas conseguía que me relajara y me sintiera mucho mejor. Soltaba el estrés, liberaba adrenalina acumulada y difuminaba todo el cansancio acumulado durante la semana. Aprovechaba para ejercitar un poco la musculatura, porque entre la universidad y los trabajos externos como asesora de seguridad informática que realizaba a menudo, me pasaba todo el día sentada en una silla delante de la pantalla. A mi edad, debía de procurar conservar una figura atractiva porque en caso contrario los chicos ni se me acercarían. No obstante, este tema tampoco me obsesionaba demasiado, aunque por otro lado sí era verdad que me gustaba sentirme mirada y observada como a cualquier muchacha de mi edad.

En estos momentos la única persona que me interesaba era mi novio Charlie. No tenía ni idea de cómo acabaría con él mi relación sentimental, pero a esta edad, ¿a quién le importaba el futuro?. Lo realmente significativo era vivir el presente y el ahora. Charlie fue el chico que me gustaba, a pesar de poseer un carácter irreflexivo, alocado y además con un intelecto normalito, por no decir justito.

No le culpaba porque él fuera de esa manera, ya que este este tipo de perfil era el más común en esas edades. En el fondo era una buena persona en la que confiaba plenamente, además de cuidarme de un modo excelente.

Abrí el armario para escoger las mallas de correr que me iba a poner. Las tenía de todos los colores. Negras, grises, blancas, rosas. Indistintamente de la tonalidad que decidiera, resultaba divertido ver como los hombres, sin importar la edad que tuvieran, giraban la cabeza disimuladamente intentando controlar sus instintos más primitivos para mirarme el trasero cuando pasaba corriendo al lado de ellos.

Me vestí con una de ellas escogida al azar y salí de mi habitación. Bajé las escaleras dirigiéndome a la cocina y a coger una botella de agua para llevarme. Allí estaba mi madre, preparando el desayuno.

─ Lorena. Antes de que te vayas. Quiero recordarte que mañana me iré de viaje y estaré un par de semanas fuera. Te dejo suficiente comida en la nevera y en la despensa. También tendrás dinero disponible en la cajita de mi dormitorio ─comentó obsequiándome una sonrisa.

─ ¿Otra vez te vas?. ¿Y con quién te vas esta vez si se puede saber? ─contesté en tono cortante.

─ Me voy con Bill. Exactamente a una casa que tiene a las afueras de la ciudad.

─ ¿Con Bill?. ¿Quién es Bill?. ¿Es nuevo?. A este no le conozco. Bueno, la verdad es que tampoco me importa demasiado. Hace ya mucho tiempo que me dejaron de preocupar tus compañías.

Mi madre paró al instante lo que estaba haciendo y mirándome bastante dolida e irritada por mi manera de hablar, rápidamente se puso a la defensiva.

─ ¡Lorena!. Sabes perfectamente quien es Bill. No te hagas la tonta. ¡Estás siendo muy injusta conmigo!. ¡Bill es un buen hombre!. Lo estoy pasando muy mal desde la muerte de David, de quien estaba profundamente enamorada y necesito dejar de pensar en él. Tengo que seguir adelante con mi vida. Además Bill es muy atento conmigo y me cuida muy bien.

─ Bueno mamá. ¡Me alegro!. De verdad. Aunque he de decirte que todos para ti son buenos hombres, tanto dentro como fuera de la cama ─me agaché para acabar de ajustarme los cordones de las zapatillas y al levantarme me despedí de ella─. Te dejo. Voy a correr un rato por el parque.

Salí de la cocina sin decir nada, caminando hacia la puerta de entrada de la casa, entretanto mi madre con los ojos llorosos trataba por todos los medios limar asperezas.

─ ¡Lorena!. ¡Ven aquí!. ¡Tenemos que acabar de hablar!.

Hice caso omiso a su orden y una vez en la calle comencé a correr a ritmo lento pero constante.

La verdad fue que en el fondo sentía lástima por mi madre. Su vida había sido siempre difícil, siempre blanco de la mala suerte. Cuando yo tenía tan solo la edad de diez años, mi padre nos abandonó largándose con una zorra revienta matrimonios extranjera casi treinta años más joven que él. Lo peor resultó ser que además ambos se llevaron prácticamente la totalidad de los ahorros que había en la cuenta corriente familiar. Mi madre, a partir de ese instante se quedó completamente hundida, tocada psicológicamente y sola tirando del carro sin la ayuda de nadie.

Esta angustiosa situación que padecía provocó que durante una buena temporada estuviera la mayor parte del tiempo medio borracha y poniéndose hasta arriba de antidepresivos y ansiolíticos, hasta que una hermana suya que vivía al otro lado del país, al enterarse de la dramática situación, vino con el objetivo de convencerla de que se hiciera un tratamiento terapéutico contra drogas y alcoholismo e intentar así enderezar su vida.

Con el paso del tiempo y gracias a dicha terapia, consiguió mejorar tanto la salud como el aspecto. Se encontraba prácticamente recuperada y por un conocido logró un trabajo de camarera en un restaurante de comida rápida, donde conoció a un hombre con el que tuvo una relación amorosa. Luego mi madre conoció a otro, y luego a otro, y a otro, así sucesivamente. A veces salía con uno, a veces con tres simultáneamente. Su vida se convirtió en un laberinto sentimental de muy difícil solución.

Llegó un momento en que estas situaciones le consumían tanto tiempo, que yo, que era una adolescente en edad delicada, me encontraba completamente abandonada y olvidada.

Ahora soy consciente de que gracias a tal circunstancia, me encerré en mí misma pasando infinidad de horas delante de un ordenador y descubriendo mi oculta pasión por la informática en general y la ciberseguridad en particular. Conseguí entrar en servidores de organismos oficiales críticos, burlando toda la batería de medidas de protección informática que existía por aquel entonces.



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En el texto hay: ciencia, amor, ambición

Editado: 21.05.2018

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