Volver a Amar. #3

Capitulo 4.

🦋Geraldine🦋

 

Está llorando. 
Con fuerza. 
Tan fuerte que ni siquiera hace ruido


—Pero mira que tenemos aquí... 



Cerré el libro de golpe, asustada de aquella voz femenina que se vive atormentándome hasta en mis pesadillas. Aquella rubia llamada Diana era una horrible persona que se vive maltratando todo lo que camine o respire cerca suyo. 


Mantuve la boca cerrada, no podía seguir aquí, lo más sensato es escabullirme lejos de ella y sus dos amigas que se encontraban atrás. Pero nunca sería tan rápida como ellas, sus dos amigas me agarraron del brazo haciendo que mi libro cayera al suelo. 


—Eh, eh, ¿Dónde crees que vas? 


Diana es la chica más temible en el colegio, está en su último año, lo que la hace un año mayor. Su papá es un drogadicto "Amigo" de mi madre, todavía recuerdo la vez que los vi besándose... una semana después de que mi padre fuese enterrado. 


Sus amigas ríen, la presión que hacen en mi brazo duele. Una de ellas se llama Mayra y la otra Sofía,  son primas. Las tres realmente podrían parecer hermanas, rubias de ojos claros y buen cuerpo. Son mucho más grandes corporalmente y de altura también. 

Nunca fui alguien de su agrado, ambas no me soportan en lo más mínimo y su líder Diana me odia por culpa de mi madre y su amorío con su padre creo yo, no sé si ella se entero de aquello, ella no necesitan una gran razón para hacerte la vida imposible. 


—Suéltame por favor —Farfullo con la voz baja. 


Las tres chicas rieron como si le hubiesen dicho el chiste de sus vidas. 


—Pobre chica, en verdad piensa que voy a soltarla. 


Sacó una navaja que hizo que mi cuerpo temblara de miedo. 


— ¿Por qué te asustas? Es solo una navaja de bolsillo... ¿Nunca viste una? —Su sonrisa realmente asustaba—, o… ¿Con qué te haces esos cortes en las muñecas? 


Sonia empezó a tirar de mi brazo hacia el frente y yo me opuse, comenzó a zarandearme hasta que sentí un golpe en mi abdomen, el dolor me invadió y para su suerte me quedé quieta. Mayra levantó la manga de mi sueter dejando a la vista las marcas de los cortes que me hacia cuando ya no podía seguir más. 


— ¿Mayra no crees que la chica quiere jugar con nosotras? 

La nombrada sonrió. 
Sonia me empujo para que Mayra pueda empujarme. Casi caigo al suelo debido a la fuerza con  la que me empujo. Diana acercó la navaja hasta mi cuello, recorrió mi rostro hasta llegar a mi clavícula sin apretarlo con fuerza. 


— ¿Por qué no nos haces un favor querida Geraldine? ¿Por qué no te suicidas de una vez por todas? 


La mire a los ojos, el color celeste era tan precioso pero si te fijabas bien podías notar toda la maldad que se reflejaban en ellos. 


—Solo debes tomar la navaja y hacer un corte en tu cuello, dejarías de existir y de molestarnos. 


— ¿Cómo puedes vivir tranquila sabiendo que eres una ramera? 


— ¿Sabes? Hasta me da asco tocarte ¿Qué tal si me contagias algo? —Dijo Mayra empujándome al suelo. 

Me trague las lágrimas,  ellas querían que reaccionará y por dentro solo me encontraba gritando. 


Quiero decirles que jamás podrían contagiarse con solo tocarme. Quería decirles que me dejaran en paz pero no era tan fuerte como aparentaba serlo. 


—Mejor vámonos antes de que está puta nos contagie VIH. 


Eso me golpeó duro, sin poder contenerme más unas lagrimas cayeron por mis mejillas. 

“Puta" ¿Cuántas veces había oído esa palabra de la boca de mi madre? Yo no lo era, lo que me paso fue horrible, yo no quería hacerlo. No había palabra que odiara mas que aquella. 

Diana sonrió con satisfacción al verme así, débil. Sin más se fue de ahí con las demás. 
Me levanto del suelo y un sollozo escapa de mis labios, la rodilla me duele por el impacto de la caída. Me sentía una mierda por dejar que ellas me trataran de esa forma pero no podía hacer nada, ellas siempre estarían un paso más arriba que yo. Agarre mi libro del suelo, menos mal no tiraron mi mochila que se encontraba en el banco, meto el libro en la mochila y seco mis lágrimas con las mangas de mi suéter.  


Mientras caminaba saque mi celular de la mochila y maldije al notar que llegaría tarde a mi nuevo trabajo. Con este seria mi segundo trabajo, el de cajera y ahora de bibliotecaria. 


La directora de mi colegio fue muy gentil al conseguirme el empleo es la Universidad de la ciudad donde si tengo suerte y continuo viva quiero estudiar Historia. 


Solo debía salir muy temprano del colegio para poder llegar. El colegio se estaba volviendo más difícil, puedo decir que soy inteligente pero casi no prestaba atención a las clases por el sueño que tenía, entre el trabajo, el colegio y evitar que alguien entrara en mi cuarto no dormía. Cada vez empeoraba más y nadie aparte de Cindy parecía importarle. Necesitaba más dinero, mamá ya no sé conformaba con lo que le daba, eso comenzaba a estresarme, ambas necesitamos dinero para gastos de la casa, agua, luz, comida... Con sólo pensarlo trague saliva con dificultad.  


No podía contar con que mi madre trabajara. Eso lo veía imposible. Desde que  comencé a trabajar mi madre vio innecesario buscar empleo ¿Para qué si su hija ya lo hacía? 


Seguí caminando hacia la Universidad donde trabajaría, seguía con sueño pero debía disimularlo allá, tal vez debía comer algo antes pero no me daba el tiempo así que seguí mi camino. Al entrar a la Universidad sentí una descarga de adrenalina al ver al chico de ojos azules hablar con un muchacho. 

"Oh Dios" "No puede ser que justamente venga a trabajar en la Universidad donde él estudia" 


¿De todas las Universidades vine a parar en donde él asiste? La vida me estaba dando una cachetada. Solte un suspiro y corrí tras unos arbustos para esconderme y verlo mejor. Lo vi y me sentí una total acosadora al espiarlo pero igual no despegue mi vista de él, se alejó del muchacho y fue caminando hacia una chica la cual al verlo sonrió y le planto un beso. 


Sentí como esa leve esperanza se desplomaba... pero luego reí, soy una estúpida. El solo es un chico guapo... obviamente habrían miles de chicas tras suyo. 


Y ella no sería una. 


Moriría sin saber lo que es el amor y lo que es ser correspondido. Una vez que vi al tal Cayden marcharse salí de mi escondite y me dirigí a la biblioteca. 


—No seas tan torpe Ger —Me dije en un susurro— Una puta como tú no se merece a un chico como él. 


Me fue regular en el primer día pero las palabras de Diana no dejaban de rondar por mi cabeza hasta que las creí. Al llegar a casa como era costumbre subí por las escaleras que dan a mi ventana. 


Pero ese día trajo en mi otro corte. 


Por puta. 


Por débil. 


Y por ser tan poca cosa. 

 




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