Volver a Amar. #3

Capítulo 36.

Me acabo los sándwiches que pedí en segundos. No me había percatado del hambre que tenía hasta que vi la comida en mi frente. Pero igual lo hice rápido, debía volver a subir junto a Ger. Dejarla sola no era una idea que me agradase tanto.

Hoy la vi con el ánimo apagado, sus sonrisas no eran para nada sinceras, creo que solo sonreía para que todos pensemos que está bien. Tal vez llevarle algún regalo levante su humor.

Me preocupo mucho por ella, cada día está peor me duele tanto verla así. Todos los días pienso del porque le sucede esto a ella, pero nunca encuentro una respuesta. ¿Por qué debe sufrir tanto? ¿A caso está pagando algo que hizo mal en su otra vida? Nada justifica como ella pueda sufrir tanto.

Y yo siento que cada día la estoy perdiendo. No puedo vivir sin Ger, ella es la única que logro capturar mi corazón y también será la última. No puedo cumplir con lo que Geraldine me pidió. ¿Una vida con otra mujer que no sea ella?

No lo veo posible.

Ella tiene mi corazón en bandeja de plata. Y algo me dice que cuando mi corazón vuelva a mí, no será el mismo.

Salgo del Hospital en busca de algo que regalarle a mi Ger. No me viene ninguna idea en especial, tal vez algunos chocolates. En eso veo una pareja que deben ser de mi edad corriendo y riendo como enamorados. Lanzo un largo suspiro. Sí las cosas eran diferentes esos podíamos ser Geraldine y yo.

Pateo una lata de refresco y vuelvo a mirarlos. El muchacho saca de su bolsillo una rosa roja y se la entrega a la rubia. Ella salta encima suyo y grita de emoción.

—¡Eres el mejor Keith!

—A caso dudabas de eso Rai...

¡Eso es! Flores, eso es lo que necesito. Con una sonrisa me dirijo a la Florería más cercana y pido unos lirios. No me demoro nada, perder tiempo no es buena idea así que no tardo mucho en llegar de vuelta al Hospital.

Marco los números en el ascensor, los cuales ya sé de memoria y recuesto mi cabeza contra la pared. Las puertas se abren y camino por el pasillo. Pero algo me preocupa al ver frente la habitación de Geraldine.

Veo como Cindy se aferra a Cameron y solloza con fuerza.

El pánico crece. Trago saliva y desvió mi mirada hacia Celia, la cual está en un banco con la cabeza enterrada en sus manos y veo como su cuerpo convulsiona por los sollozos.

No, no, no.

Tiro el ramo y corro hacia ellos. Separo a Cameron de Cindy con fuerza y ambos se asustan pero cuando Cameron nota que soy yo... su mirada se cristaliza.

—Hermano...

—No Cameron... que no sea lo que estoy pensando.

Veo a Cindy que sigue llorando y evita mi mirada.

La bilis se me sube hasta la garganta.

—Lo siento —Dice él.

Cindy levanta la mirada hasta mí, no entiendo lo que pasa hasta que ella me abraza con fuerza y solloza en mis brazos.

—Ger se fue, Cayden. Ya no pudo aguantar con tanto.

Me quedo tieso, no muevo un solo musculo, no pestañeo, no respiro.

Esto jodidamente no puede estar pasando. Ella se aleja, coloca una mano en mi hombro y veo en sus ojos la tristeza.

Suelto el aire que estaba reteniendo y miro la puerta de la habitación con el terror más grande que he sentido en toda mi vida. Hago algo que todos no esperaban.

Comienzo a reír.

— ¿Es una broma, no?

Ellos niegan con la cabeza y veo la preocupación en su rostro.

— ¡Esto no es gracioso! —Digo furioso—. Yo sé que mi Ger está allí adentro con vida.

Cameron intenta avanzar pero yo me alejo de él y siento las lágrimas correr por mis mejillas.

— ¡Joder! ¡Ella no está muerta! —Golpeó una pared con fuerza—. ¡Maldición!

—Cayden cálmate —Dice Celia levantándose y mirándome preocupada,

— ¡Esto es tu culpa! —Grito explotando—, ¡Si la hubieras obligado a medicarse ella estaría aquí conmigo!

Mis palabras la golpean con fuerza y comienza a sollozar.

—Cállate, Cayden —Dice Cameron intentando calmarme.

Decidido camino hacia la puerta y la abro, le pongo el seguro y lentamente giro pero con los ojos cerrados. Intento regular mi respiración ante de abrirlos pero es una misión imposible así que solo me obligo a mirarla.

En la camilla está ella... pero una tela blanca cubre todo su cuerpo... y caigo en la maldita realidad.

Nunca más volveré a oír su risa.

Nunca más la oiré hablando de sus libros.

Nunca más volveremos a pelear por cosas sin sentido, para arreglar las cosas con besos.

Nunca más volverá a decirme que me ama.

Corriendo me acerco a la camilla y quito la sabana de su rostro... mierda. Está pálida, ningún color en su rostro.

Quiero hacerla sentir incómoda para que sus mejillas se calienten y tomen ese color rosado que tanto amo.

Pero no puedo.

Me descontrolo y comienzo a llorar. Toco desesperado su rostro y está frio, muy frio.

—Vamos amor despierta —Farfullo entre sollozos—No me dejes Ger... no lo hagas.

Beso su mejilla sus parpados y nada. Caigo de rodillas en el suelo y sollozo con fuerza.

Esto parece una pesadilla una horrible pesadilla. El pecho me duele y hablo en serio es un dolor desgarrador. Siento que mi corazón es arrancado, pisoteado y hasta puedo escuchar como los pedazos se rompen. Me levanto sin dejar de llorar y tomo sus manos.

—Te amo, te amo el doble Geraldine.

No escucho respuesta y eso hace que el nerviosismo me haga temblar.

Esto está pasando de verdad.

La perdí.

Tiro la bandeja de medicamentos que estaba cerca de mí, escucho los golpes en las puertas. Pero yo solo tengo ojos para ella, para ella y nadie más.

 




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