Volver a amar

Capítulo cuatro

El que lo hace una vez, lo vuelve a hacer las veces que quiera.

 

Nos encontrábamos frente a un pequeño inmobiliario, decidiendo si sería el ideal para realizar la pequeña fiesta antes de ir a nuestra luna de miel. El sitio era acogedor, pequeño para las pocas personas que invitaríamos. El encargado nos mencionaba de acomodar con manteles de nuestro color favorito, adornar la estancia de una forma elegante y preparar la mesa para el corte del pastel, seguido de una pequeña tribuna para las palabras de agradecimiento, tanto de nuestros invitados y de nosotros. Alan y yo asentimos, pidiendo un momento a solas antes de decidir si alquilarlo o no.

—Es bueno, hablando económicamente. El servicio me parece espectacular, ya he estado aquí. -confesó y me animé.

—Entonces, ¿lo reservamos? -inquirí, entusiasmada con la idea y asintió, complaciéndome. Chillé por bajo, dándole un beso en la mejilla antes de ir a buscar al encargado y llenar los datos previstos.

Sinceramente, este lugar era perfecto.

Tras visitar ese pequeño local, salimos en busca de aire fresco y de comida. Los restaurantes estaban muy abarrotados hoy, dificultándonos buscar un sitio y mesa donde comer. Suspiré, cansada de estar dando vueltas por todo el centro y encontramos uno poco conocido, pero con una cantidad de gente considerable. Caminamos hasta allí, sentándonos y que una chica tomara nuestra orden.

Pero algo me incomodó al estar ahí. Ese sentimiento de estar de sobra.

—Buenas tardes, ¿qué les puedo servir de la carta? -dijo apenas llegó y se quedó observando a Alan, aquello no me gustó y él lo supo, volviendo su vista a la mesa. Carraspeé para llamar su atención y me brindó una sonrisa falsa. —¿Ya escogieron?

—Dos platillos de arroz con carne y papas. -ordené y comenzó a notar en su libreta. —Y una jarra de naranja para beber.

Terminó por irse, sin antes voltear de nuevo hacía a Alan y guiñó su ojo. La ira recorrió mi cuerpo. ¿Acaso sabía que yo era su novia? ¿Es que no se notaba? Ya mismo que mostraba el anillo en mi dedo y lo estampaba en su rostro.

Alan alargó su mano hacia la mía, acariciándola y dirigí mis ojos hacia los suyos. Sonreía de forma burlona y aparté la mano, ofendida. —Vamos cariño, no te pongas celosa. -rodé los ojos, cruzando mis piernas bajo la mesa y bufé.

—No estoy celosa, estoy enojada.

Negó con la cabeza, sin borrar la sonrisa burlona de su rostro y se levantó, estirándose para darme un fugaz beso antes de hacer como si nada hubiese pasado. Funcionaba en meses atrás ese truco, ahora no hacía tanto efecto. Mi satisfacción fue ver como la cara de aquella chica se descomponía, retirándose hacia otras mesas. Sonreí, triunfadora.

No tuve que hacer nada para dejarle en claro que Alan estaba conmigo.

—¿Ves? Nada como un beso, ahora tengo hambre. -murmuró y reí. No sonreía por el beso, pero era mejor dejarlo soñar.

Otro chico nos terminó por atender, deseándonos provecho y deleitamos el platillo con gusto, sin evitar hablar del evento, de la luna de miel y el trabajo. Cabía la posibilidad de ascenderme como un día imaginé, sin embargo, no podía. El sueldo era bueno, pero algo me anclaba para seguir en la misma área con mis amigos y la pasión que me envolvía cada vez que trabajaba a su lado. Ahora mi pensar había cambiado al considerar a las personas que me rodeaban, es decir, encontré un motivo por el cual quedarme y era Alan.

El ascenso era en una clínica particular. No podía irme y abandonar todo e inclusive donde podía trabajar con él. Tantos recuerdos vividos ahí.

Alan si esperaba un ascenso de inmediato, trabajar en áreas más delicadas y poder cumplir un pequeño sueño: abrir un consultorio propio. E inclusive me pidió que trabajara con él para mantenerlo juntos y la idea me encantó. Preví los pro y contra al llevarlo a cabo, empezando a pensar en cómo y dónde sería instalado.

Nosotros estábamos preparados y todo dependía de ver lo que pasará. El futuro era incierto.

[•••]

—¿Cómo van con los preparativos de la boda? -alcé los ojos hacia a Sarah, dejé de escribir y presté atención. Usualmente estaba en contra de casarme, pero hoy se veía demasiada curiosa. Se recargó en la mesa jugando con un bolígrafo. —Al menos están haciendo eso, ¿verdad?

Reí, asintiendo alegre y dejando alado la libreta. —Vamos muy bien, ya encontramos un lugar perfecto para la pequeña fiesta antes de irnos. Es un lugar muy acogedor, sin embargo, falta lo fundamental detrás de todo esto.

Giró a verme, observando lo café de sus ojos. —¿Y qué es?

—El vestido, aunque lo decidiré a un mes de casarnos.

—¿De verdad deseas casarte? -inquirió y suspiré. El tema se repetía nuevamente. —Sé que te tengo cansada con esto, pero piensa bien. Alan es un buen hombre, pero no el correcto para ti.

—¿Porque es mucho para mí? ¿Es eso?




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