Capítulo siete: Una oportunidad más.
Sali del hospital nunca resultó tan pesado hasta ahora…
La situación con Alan me afectaba demasiado, a tal punto de desanimarme y sentir que estaba siendo ignorada triunfalmente por él. Ni una sola mirada o intercambio de palabras y, aunque yo decía algo para iniciar una conversación, parecía estar en las nubes o fingir no escucharme cuando lo hacía. La ira consumía mi cuerpo entero dando paso a mi orgullo para no hacer nada más que dejar que viniera solo hasta a mí y mereciera mi atención. Lo disculpé y aun así era capaz de no enmendar su error. Marqué el número de mamá en camino a mi departamento para alojarme un momento en su casa y no tener que soportar la soledad en estos días.
Contestó al instante, relatándole mis últimos días y comenzó a regañarme, y sacarme en cara que Alan no era un buen hombre para mí. Las típicas palabras de una madre preocupada y me costaba admitir que tenía razón. Poseía una venda imaginaria que, si bien, me la podía sacar y dejar todo como estaba, pero no podía.
Tenía miedo de estar equivocándome y siempre lo tendré.
Alan… era perfecto ante mis ojos, ¿cómo podría hacer eso? Yo lo quería y estaba segura de amarlo por el resto de mi vida, solo faltaba una cosa para que diera ese paso tan agigantado y riesgoso.
Al comunicarle a mamá, desvié la dirección al taxista hacia el terminal terrestre. Sin maletas ni avisos. Mi casa conservaba mi ropa por las repentinas visitas y no trabajaría hasta el lunes, siendo viernes y mejor para mí. Tanto fue la preocupación por desaparecer sin más que me obligué a contradecirme y enviar mensajes de aviso, incluyendo a Charles.
A Alan no le envié nada y apagué mi celular.
Necesitaba el abrazo de mamá por un día o dos, los mimos de papá y estar rodeada de amor. Era un buen remedio cuando tu corazón estaba dolido por una absurda pelea.
Al llegar, saqué mi pequeña billetera y reservé el primer boleto hacia Alacham, una ciudad pequeña que viví por mis primeros veinte años. El bus no tardó en llegar y me apronté en hacer fila para subir y acomodarme en los asientos. Pocos eran los viajeros hacia la ciudad, así que no me preocupaba en ir tan ajetreada.
Tras tres horas de viaje, durmiendo uno, me bajé en cuanto el bus se detuvo y respiré profundamente el olor a tierra mojada. Aquí llovía frecuentemente y más en comienzos del año. Como extrañé mi tierra.
Tecleé a papá, asegurándome que sea una buena hora para despertarlos. Había viajado desde las seis y ya eran las nueve. Me contestó de inmediato.
“¿Diga?”
—Hola papá. -susurré al escuchar su voz soñolienta. Escuché como su colchón chirreaba y rodé los ojos al percatarme que no habían ocupado mi dinero para comprar otro.
“¿Lía? ¿Sucedió algo?”
—¿No te lo comentó mamá? Estoy en Alacham. -informé.
“Voy a verte.”
—Y con cuidado, despiértate bien. -una risa se escuchó antes de cortar.
[•••]
Mamá se esmeró en prepararme un delicioso desayuno, siendo el olor quien me despertara a las ocho de la mañana o me obligara a levantarme. Las vacaciones me las tomaba en serio mientras que, para mis padres, era costumbre todos los días levantarse a estas horas para comenzar sus labores o su pequeño negocio. Agradecí a mamá, percatándome que papá se estaba yendo y ella se quedaría a dialogar conmigo por lo que me pasaba.
Una taza humeante de chocolate caliente se presentó ante mi vista, agarrándolo para acercarlo y enfriarlo un poco antes de llevarlo a mis labios. La severa mirada verdosa de Elena, mi querida madre, no que apartaba de mis ojos azules heredados de papá. Debía comenzar a hablar.
Frente a ella me sentía como la chica de quince años, de nuevo. —Mami… -comencé cariñosamente y frunció el ceño. Ok, esto no era buena idea. —Está bien, regáñame.
—Alan nunca fue para ti, ¿recuerdas que así comenzó antes? -inquirió y mantuve la vista en la taza. —No quiero verte aquí de nuevo, llorando por él de nuevo y sabiendo que estás casada con él. Aún estás a tiempo.
—Yo… él cambió, de verdad lo hizo. -murmuré, sin tener una opción más que excusas baratas. —Estos meses ha sido el hombre más espectacular y amoroso. Solo discutimos… porque desconfió de mí, solo eso…
—Y lo hizo en el pasado.
—Mamá…
—No, no soy tu madre ahora, soy tu amiga y me vas a escuchar. -sentenció y callé, observándola. Su mirada era dura. —No me hagas recordar el pasado, siempre te he dicho que vivas el presente y lo has hecho, sin embargo, a veces es necesario retroceder para comprender las cosas como son. Así comenzó; la perfecta relación que llevaban comenzó a desmoronarse a causa de la primera desconfianza y insistió hasta exprimirte por completo, ¿y qué hiciste tú? Llorar y perdonar cada estupidez que te hizo. Lo lamento, Lía, pero está cegada por el miedo de equivocarte.