Había pasado una semana bastante ocupada con el trabajo y tener que evitar a Zeck, lo ultimo tuve que pensarlo mucho, pero ahora me daba vergüenza tener que verlo y darle explicaciones del porque Noah había actuado de esa manera, seguro se había hecho ideas erróneas en la cabeza.
La manera en la que actuó Noah no fue la correcta, había pensado en eso en las noches, me había debatido entre si yo tenía razón o la tenía el, ¿Quién estaba mal?, pero no había suficientes cosas como para saber quién tenía razón, pensé comentarlo con Venecia y Hanna pero cuando hable con ellas de quedar en su casa después del trabajo Hanna termino diciendo.
—Invitare a Noah.
Y todo se fue al carajo.
—¿Citaste a la señora Basch? —Me pregunto Juliet parándose frente a mi cubículo que justo ahora no era el más ordenado.
—Si, me dijo que podía después de las 2 de la tarde porque es su hora de almuerzo, pero que no quiere ver a Phil aquí. —Leí el pequeño post-it donde había apuntado lo de la llamada.
La señora Basch era una mujer de unos 45 años que quería divorciarse de su esposo que le había sido infiel con su secretaria, ahora ella lo odiaba, pero quería sacarle el mayor dinero posible, disque para sus hijos.
Enterarme de esas cosas a veces hacia mi trabajo más interesante.
Juliet me regalo una sonrisa y se fue hasta su oficina, era como mi mentora, por así decirlo, me decía que hacer, como hacerlo o más bien como podía mejorarlo, no sé qué haría sin ella.
A la hora de la salida ya había acomodado mi cubículo para poner los pendientes que tenía mañana en un lado y los que aun podían esperar del otro. Al salir del edificio busque mi auto, moría de cansancio, pero había prometido ir a la casa de las chicas, no quería decir que no, porque así es como se pierden amistades, cuando no tienes tiempo y no las frecuentas mucho.
Ellas habían sido parte importante de mi vida, habían estado conmigo siempre y siendo sincera no me imaginaba sin ellas, además que me iría bien hablar con alguien más que no sea del trabajo, necesitaba tiempo para mí, Juliet se había comportado como una amiga, pero no tenía la confianza suficiente para contarle todos mis problemas o algo parecido y no tenía nada que ver que tuviera 36 años, las señoras grandes son las más sabias, solo que, no lo sé, no me imaginaba llorándole en el hombro o contándole que tan mal me iba, como lo hacía con Hanna y Venecia.
Recuerdo a ver conocido a Hanna en la primera semana de clases en la preparatoria, recuerdo no conocer a nadie y estar sola en el salón de clases, un día antes de que se acabara la primera semana, Hanna apareció preguntándome si la acompañaba a la cafetería lo cual accedí de inmediato, odiaba estar sola, sentía que todos me miraban o se burlaban de mí, Hanna desde el primer momento me transmitió una vibra increíble, como si le pudieran contar cualquier cosa, como la amiga que conoces de toda la vida, conectamos de inmediato, me conto de su ex novio y como habían terminado y yo le hable sobre el último chico que me gusto, recuerdo que el primer año siempre fuimos ella y yo, a donde iba Hanna estaba yo y viceversa, jamás había tenido una pelea con ella, Hanna no era de esas personas.
Seis meses después conocimos a Venecia y aunque al principio no me convencía mucho se convierto en una de las personas más importantes en mi vida, teníamos tantas cosas en común, además de que pensábamos casi igual lo que hacía que nos lleváramos mejor, ella era la persona que le pedía consejos cuando lo necesitaba y Hanna era la que me consolaba cuando algo iba mal.
Estaba frente a la puerta del departamento de las chicas, toque el timbre y ambas me recibieron con un enorme abrazo, esos abrazos que te hacen sentir como en casa.
—Las echaba de menos. —Confesé aun sin soltarlas.
—Odio la vida adulta. —Menciono Hanna al separarse.
Entramos a su departamento y observe todo con atención, obviamente la decoración se debía a Venecia, todo el departamento era blanco, el sofá gris con cojines rosas claro y algunos accesorios en plateado, se miraba muy juvenil.
—Me encanta, les quedo hermoso. —seguía mirando el departamento, robando ideas para el mío.
—Lo sé, contrátame, hare que el tuyo luzca igual o mejor. —Venecia se sentó a mi lado y me entrego una tarjeta de la empresa donde trabajaba, solté una risa y la guardé.
Por si acaso.
—Estoy empezando a decorar el mío por mi cuenta, espero que cuando vayan pueda estar terminado y me des tu punto de vista, aunque espero no seas muy dura.
—Estudie tres años y tu vienes y dices que no sea dura, claro que lo seré.
Creo que eso era justo lo que necesitaba, un momento con mis amigas, hablando de cualquier cosa.
—Noah esta abajo, trajo comida, iré a ayudarlo. —Menciono Hanna dejando su celular a un lado después de contestar un mensaje. Al verla irse solté un suspiro recargando mi cabeza en el sofá.
—¿Soy yo o la idea de que Noah venga no te agrada? —Venecia se acomodó para verme de frente, sabía que tenía una expresión de "dime la verdad", a ella no podía mentirle.
—No es eso, solo que paso algo con Noah, que siento que ahora será incomodo.
—¿Te acostaste con Noah? —Soltó sorprendida y negué inmediatamente.
—¿Qué?, claro que no, es solo...—Tuve que guardar silencio cuando la puerta se abrió y sonreír como si tuviera muchas ganas de verlo.
Noah y Hanna aparecieron con pizzas y refresco, en cuando su mirada se cruzó con la mía, mantuvimos contacto visual unos segundos hasta que el regreso la vista a Venencia que fue directo a abrir las pizzas.
—Traje mitad Hawaiana y mitad pepperoni, la otra la traje de queso por Leia. —Me volteo a ver de nuevo y no tuve de otra que ir a saludarlo.
—Si, me encanta, gracias, Noah. —Fingí la mejor sonrisa que estoy segura de que el la noto, pero no dijo nada.
Todos nos sentamos en la mesa mientras comíamos escuchando a Hanna hablar de la primera operación que pudo asistir, hablaba con demasiados detalles y aunque algunos les parecería asqueroso hablar de eso y comer, a todos nos tenía muy entretenidos, haciéndole preguntas.