Zeck
Llevaba mas o menos una hora escuchando a Leia hablar sobre un caso que hubo en su trabajo con relación a un grupo de abogados, al parecer era uno muy interesante porque no dejaba de hablar de eso.
Traté de ponerle atención los primeros veinte minutos, pero luego me distraje mirando como se le hacían unas pequeñas arrugas en los ojos cuando sonreía mucho o como levantaba sus cejas cuando se acordaba de algo que se le había olvidado mencionar, también me di cuenta de que movía mucho sus manos cuando trataba de explicar algo y las movía más rápido cuando se desesperaba.
Si hablar sobre su trabajo la distraía y la ponía así de feliz la iba a escuchar horas hablar de este, no importa que a veces no entendiera unas cosas, solo asentía y le decía “¿Y qué paso?”
Estábamos en las escaleras sentados, ahora ese era nuestro nuevo sitio para conversar, yo solo tenia que bajar unos escalones y ella caminar por el pasillo para encontrarnos.
Nadie usaba las escaleras, siempre optaban por el ascensor, así que no había distracción de personas de por medio.
—Espero algún día llevar un caso así o que me elijan a mi por ser buena. —Soltó un suspiro dejando caer sus manos sobre sus piernas y me volteo a ver.
—Dentro de unos meses llegaras corriendo a mi dirección diciéndome que tienes un caso muy importante, ya verás, eres buena.
—Ni siquiera me haz visto trabajando y dices que soy buena.
—Ver cómo te pone hablar de tu trabajo me hace ver que eres buena, que te esfuerzas mucho en serlo.
Ella se quedó callada mirándome tenía una pequeña sonrisa en sus labios y pude ver como sus mejillas se enrojecían.
¿Yo había causado eso?, apenas y dije algo.
—Entonces, Zeck, ¿Me contaras sobre ti o nuestra amistad se resume en yo hablar y tu escuchar?
—A mí me gusta mucho escuchar. —Ella me empujo sin fuerza riendo.
—Enserio, quiero saber mas sobre ti, es injusto yo he dicho mucho, cuéntame, que haces cuando desapareces por horas, que te gustaba hacer de pequeño, como eras en la universidad, no lo sé, habla de una vez.
Aprete mi mandíbula cuando menciono aquello y me moví incomodo, no estaba acostumbrado a hablar sobre mi vida, las únicas personas que sabían sobre esta era Russell y Leiner que era mi mejor amigo desde la universidad.
Quería hablarlo con ella, se merecía eso, sincerarme y que me conociera de verdad, ella me había contado tanto y se había mostrado tal y como era conmigo, merecía lo mismo.
—No me gusta hablar sobre mi pasado o cualquier cosa tenga que ver con algo personal conmigo, porque no me gusta que la gente me juzgue o crea una imagen de mi que no es así, me paso muy seguido hace años y deje de hacerlo por eso. —Hice una pausa para desviar la vista a los cordones de mi sudadera. — Pero te mereces que te cuente algo sobre mí, me haz contado mucho y creo que te conozco.
—Zeck, no quería insistir. —Su voz sonó mas baja como avergonzada.
—No, está bien, quiero hacerlo.
Le Conte que no tenía madre, bueno mejor dicho que nunca la conocí, mi padre me había contado que era drogadicta, cuando me tuvo me dejo ahí con mi padre y se fue, nunca la volvimos a encontrar, mi padre se hizo cargo de mí, pero al tener que cuidarme desde el día hasta la noche no podía trabajar, tampoco teníamos familia que lo ayudara conmigo, así que iba a algunos refugios a que le dieran algo de comer para mí y para él, así fue hasta que tuve unos 5 años, los refugios ya no nos querían darnos comida. Papá no quería dejarme solo en casa, así que me llevaba a conseguir dinero, me explico que él tenía que hacer ciertas cosas para tener dinero, para poder comer, a esa edad yo no lo miraba mal que robáramos en super mercados algunas latas o fruta, cuando entre a la escuela mi papá robaba útiles escolares de papelerías y mi uniforme era de los que son donados por estudiantes, cuando yo iba a la escuela papa me decía que iba al trabajo porque había conseguido uno muy bueno.
En ocasiones llegaba con bastante dinero como para comer toda la semana y había otros días que apenas y tenia para dos días, papá me había dicho que ya no robaba, me lo juro, pero después me había dado cuenta que si lo hacía, robaba carteras, celulares, allanaba casas y agarraba relojes, computadoras, collares y los empeñaba para conseguir dinero, los rumores empezaron por mi vecindario, nadie sabia si era cierto, pero todos tenían cuidado con papá y conmigo, los niños en la escuela no se juntaban conmigo porque pensaban que iba a robarles.
Me quede callado y ella tenía una expresión en su cara que no había visto en ella, tal vez era de compasión o pena, pero esa era la razón por la que no me gustaba hablar de eso, por esas caras que hacia la gente y después venia el “pobre de ti” que odiaba.
Le Conte que así fue básicamente toda mi vida, papá robando, excusándose que era una manera fácil de conseguir dinero y poder estar los dos juntos, yo no podía hacer nada, pero lo odiaba, odiaba que la gente se burlara de mí, que nos dijeran delincuentes, era verdad, pero ellos no sabían, solo escuchaban los rumores, nunca tuve amigos por eso, pero pude estudiar la preparatoria porque el seguía robando y pagando mis estudios, porque yo no quería acabar como el o peor, yo quería estudiar y superarme para que se dieran cuenta que no era un delincuente. Al graduarme de la preparatoria le conté a papá que me habían aceptado en una universidad con una beca, pero que ocupaba pagar mi residencia y esos gastos, él me dijo que podía pagarme los primeros tres meses y que después lo resolveríamos, en ese entonces yo le había dicho a el que mejor declinaba la beca para no correr riesgos y él se negó diciendo que tenía que estudiar.