Capítulo # 1
—¡Lili! ¡Lili! —exclamó su jefe molesto.
Liliana apretó los labios y se levantó de su asiento para entrar en la oficina de su jefe, cuando entró lo encontró muy serio.
—¿Sucede algo, señor Santoro? —preguntó cerrando la puerta.
—Ayúdame con mi corbata —ordenó observando cómo se acercó ella y comenzó acomodar la corbata—. Tengo una reunión muy importante.
—Lo sé —respondió terminando de acomodar la corbata y medio sonrió—. Voy por un poco de bocadillos.
—Señorita Palmer, cero dulces.
Lili medio sonrió y salió de la oficina con una paciencia, su jefe era un hombre demasiado llamativo y excéntrico en cierto punto, todo tenía que girar a él y lo peor que a veces creía que él escondía algo en esa personalidad.
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En la oficina de Raffaello y mirándose al espejo.
—Guapo como siempre Raffaello Santoro —dijo con una sonrisa encantadora y acomodándose el pantalón—. Lili es un encanto… Siento que me oculta algo.
Lili regresó con un poco de comida salada porque su jefe odiaba los dulces, en cambio, ella los disfrutaba como nadie, su jefe era tres años mayor que ella, aún recordaba su primera entrevista de trabajo y sonrió.
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Cinco años atrás.
Raffaello mirando severamente a la pelirroja, que manejaba perfectamente el inglés y hablaba muy poco el italiano, se veía que podía aprender rápidamente.
—Señorita Liliana Palmer —habló con rudeza y levantándose—. Tengo una sola petición —expresó severamente.
—Dígame —dijo nerviosamente.
—Primero no te enamores de mí, segundo quiero que estés dispuesta a viajar conmigo sin dudarlo, tu vida personal no me importa mucho —exigió con autoridad—. Al firmar este contrato tú tendrás muchas comodidades.
—Me parece perfecto —dijo nerviosamente y levantándose de su asiento—. ¿En dónde firmó?
Raffaello la observó con mucha curiosidad, era la primera mujer que no se quejaba y que no se iba, definitivamente Liliana era una mujer que podía seguir su ritmo. Tendría que ayudarla en mejorar su italiano.
—Harás un curso de italiano —ordenó seriamente—. Tendrás que aprender rápidamente.
—Me parece bien —respondió con serenidad—. Trabajaremos muy duro —extendió la mano y él apretó la mano.
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Raffaello entró a una reunión de negocios y como siempre; Lili estaba a su lado anotando todo lo que era importante para él, en sus cinco años trabajando con él lo conocía muy bien y eso le agradaba porque creía que no encontraría la secretaria perfecta.
—Lili —habló Raffaello deteniéndola que estaba a punto de salir—. Hoy te llevaré a cenar.
Liliana lo miró con desánimo, odiaba cuando hacía eso… Ya tenía planes.
—Claro.
—Terminemos la jornada.
—Sí.
Raffaello continuo con trabajo para seguir adelantando algo, en una semana tendrá que irse a Estados Unidos para visitar a su hermana pequeña que se casaría con su mejor amigo Omar. Tuvo que irse hace siete años a New York para poder comenzar una nueva empresa allá, su hermana pequeña Fátima siempre lo había amado y tenía dos años viviendo con él. Su familia al principio no estaba de acuerdo, pero al verla feliz era su mayor felicidad.
Lili terminó con la documentación y se retocó el maquillaje para irse con Raffaello al restaurante.
—Lista —habló él seriamente
—Sí —anunció tomando su bolso
—La semana que viene, nos vamos a New York —anunció abriendo la puerta para salir
Lili se paralizó al volver a su país, no estaba en sus planes. Toda su familia la culpaba por la muerte de su hijo Archie de dos años que era su mundo, se sintió demasiado dolida y rechazada cuando su hijo murió de meningitis; según su novio Joseph, que la amaba, la llamaba asesina y mala madre. Se juró que no regresaría a Estados Unidos y menos recordar la dolorosa muerte de su pequeño.
—¿Por qué no caminas? —preguntó él mirándola con seriedad.
—Lo siento, señor Santoro no podré viajar —anunció caminando.
Él sorprendido por su osadía.
—¿Te recuerdo el contrato?
—Sí, quiere, me despide —anunció cruzando los brazos y alejándose de él.
Raffaello quedó atónito. ¿Quién era ella para retarlo?
—Lili, estás muy atrevida.
—No pienso volver a mi país.
—¿Dame un motivo? —preguntó cruzando los brazos y frunzo el ceño—. Dime.
—Es muy personal —respondió molesta y sintió cómo él la agarró de la mano—. ¿Qué hace? —preguntó, poniéndose nerviosa.
—Voy a llevarla a su departamento.
Liliana estaba sorprendida.
—¿Usted sabe en dónde vivo?
—Claro que sí.
—Es demasiado personal —dijo en defensa, no quería recordar el pasado.
—Lili, eres la única secretaria que ha durado conmigo. Necesito saber si te puedo ayudar.
—¿Ayudar? —se preguntó sorprendida—. ¿Por qué lo haría?
—Deja de preguntar, vamos a tu departamento y hablemos con calma.
Lili escuchó las palabras de Raffaello como una orden más que otra cosa, quería decirle tantas cosas, pero… Tenía miedo de perder su trabajo, era lo único que tenía y podía vivir tan cómodamente en un país extranjero. Lo siguió y se subió a la limusina de su jefe para dirigirse a su departamento, en el camino ninguno soltaba ninguna palabra hasta que llegaron.
Liliana abrió la puerta de su departamento y Raffaello entró muy curioso, en cinco años que tenía conociéndola nunca la había visitado. Observó que era un departamento muy bonito y se quedó extrañado de fotografías de un niño de dos años sonriendo y pelirrojo como ella.
—Qué niño tan guapo —comentó él agarrando la fotografía—. Se parece a ti.
—Su nombre era Archie —respondió quitándose la chaqueta y quitándose los zapatos—. Murió de dos años.
—Oh… ¡Qué tristeza! —comentó asombrado—. Se ve que era un niño muy feliz.
—Si lo era —respondió caminando hacia la cocina para preparar un poco de café—. Sonreía mucho y me amaba tanto.