Capítulo # 3
En New York.
Omar se logró comunicar con Paul Walker.
—Gracias por venir —dijo él al verlo sentarse en la silla—. Creía que no vendría.
—Liliana es mi amiga —respondió con suavidad—. ¿Qué sucede con ella?
—Ella es actualmente la secretaria de mi cuñado Raffaello Santoro —explicó y observó su asombro—. ¿Sucede algo?
—Es secretaria de ese egocéntrico —soltó con espanto.
Omar intentó no soltar una carcajada en el restaurante. Su cuñado tenía muy mala fama por su carácter, pero en el fondo era un buen hombre.
—Sí, descubrió su pasado y quiere ayudarla.
—La vida de Liliana no fue fácil —explicó seriamente—. Este es mi número.
Omar agarró la tarjeta y le preguntó:
—¿Tan delicado es?
—Sí —dijo con seriedad y levantándose—. Discúlpame, tengo un asunto que atender.
—Lo entiendo perfectamente —dijo con asombro de que no duró nada la conversación—. Hasta luego.
—Hasta, luego.
Paul salió del restaurante y Omar le envió el número telefónico a su cuñado para que se comunicara con él cuando tuviera tiempo.
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En Italia
Raffaello miró con fascinación cómo Lili estaba ayudando a una señora de tercera edad en cruzar la calle y ver que regresó de nuevo a su lado.
—Disculpa.
—¿Y siempre lo haces? —preguntó con fascinación.
—Algunas veces —respondió con una sonrisa—. Me gusta mucho esta cultura, aunque extraño mis raíces.
Raffaello sonrió tiernamente, estaba encantado con Lili, sabía que era muy buena en su trabajo, pero conocer su lado íntimo era una verdadera sorpresa; era tan dulce y amable que le asombraba saber que tenía un pasado tan doloroso.
El mesero llegó y Raffaello pidió la comida para ambos. Mientras que observó cómo Lili estaba fascinada, disfrutando del paisaje, del movimiento de la calle, entonces recibió un mensaje de su cuñado y le envió un mensaje al tal Paul Walker.
—Buenos días, señor Walker, soy el empresario Santoro. Me gustaría hablar con usted sobre Liliana Palmer.
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Horas después.
Raffaello disfrutó de un día muy divertido con Liliana, se la pasaron platicando de tantas cosas, le asombró que le gustaba casi lo mismo que a él y lo parecidos que eran en cierto punto. Estuvo escuchándola atentamente de lo feliz que había sido su hijo. En sus ojos reflejaban tristeza, pero esta vez no lloró, estaba más tranquila.
—Me la pasé genial —habló Lili sonriendo y disfrutando del aire acondicionado del auto—. Tenía tiempo que no salía.
—¿Por qué dices eso? —preguntó confundido
—Es que los fines de semana me quedaba viendo películas y comiendo dulces.
Él estaba incrédulo y habló:
—¿Y no salías a comer algo?
—A veces iba a la biblioteca a leer y después a comer pizza —comentó con una leve sonrisa—. No era muy seguido. He conocido un poco el mundo desde que soy tu secretaria.
—Qué barbaridad —soltó con seriedad—. Ahora en adelante saldremos más seguidos.
—Pensarán otra cosa —dijo mirando el paisaje.
—Eres mi amiga.
A Lili se le hacía difícil que la viera como una amiga, siempre estaba rodeado de mujeres glamurosas y despampanantes, comparadas con ella era una simple mujer normal que disfrutaba de la buena música, comer dulces y leer. No conocía nada de moda y mucho menos estar pendiente del último cosmético que salía del mercado. Solo usaba maquillaje para el trabajo y salía de vez en cuando.
—¿Quieres ir conmigo a mi departamento? —preguntó manejando.
—Sí, siempre voy —le recordó divertida, prácticamente conocía todo lo de él, hasta tenía que explicarle a la mujer de servicio cómo debía de limpiar en los días en que Raffaello no estaba—. Vamos, me encanta la vista al mar.
—Entonces vamos, así pasaremos una tarde entretenida —dijo sonriendo.
En el camino estuvieron platicando un poco. Cuando llegaron, Lili fue directamente a ver el mar. Era increíble el paisaje que su jefe tenía, era tan bonito y tranquilo. Aún no entendía por qué él tenía ese carácter; era para que siempre estuviera tranquilo y en paz.
—Toma —ofreciéndole una cerveza—. Sé que te gusta.
—Gracias —dijo tomando un sorbo—. Si quieres, te preparo una deliciosa pizza.
Él sonrió, la pizza era lo que más le gustaba, pero evitaba comerla mucho para mantener su físico. A las mujeres les encantaba un hombre bien dotado y les gustaba complacerlas. Su secretaria lo había visto hasta en traje de baño y pareciera que no le hiciera mucha gracia. Aún recordaba cómo ayer estuvo vestida y deseaba besarla apasionadamente y hacerla suya; sabía perfectamente que sería un terrible error. Desde que la conoció le gustó mucho, pero sabía tener límites y Liliana era uno de ellos.
Lili se quitó los zapatos de plataforma para estar cómoda y preparar el almuerzo; la pizza era su especialidad.
—Quedará buenísima.
—No lo dudo —dijo él tomando un sorbo y sentándose para ver televisión un poco, mientras que Lili estaba preparando la pizza, entonces se levantó de golpe y recordó que debía de buscar a su sobrina Elsa—. Lili, tengo que buscar a Elsa.
—Voy a preparar mucha pizza —anunció sonriendo
—Elsa solo tiene cinco años y no come tanto —comentó con asombro.
—Eso es lo que tú crees —le recordó y sonrió—. Ve por ella.
Raffaello tomó sus llaves y salió del departamento, su hermano Lorenzo era el único casado, él nació después de su hermana Anne quien murió cuando solo tenía tres años y medio de una enfermedad, su familia la recordaba con mucho cariño fueron años duro para la familia, pero la llegada de su hermana Fátima calmo un poco ese dolor.
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Lili estaba disfrutando de preparar la pizza. Cuando sintió el timbre, se limpió las manos y después se la secó para abrir la puerta. Se llevó una sorpresa cuando miró a una mujer hermosa, de cabello castaño y ojos negros, esbelta y alta, mirándola de pies a cabeza.