CAPÍTULO 3: Primer contacto
Esa escena se repitió durante poco más de tres semanas. Si bien la figura llegó a formar parte del paisaje helado de las últimas noches del invierno, no por eso era menos escalofriante. De todos modos, desde el segundo día, yo salía armada con mi spray de pimienta para sentirme segura. Si bien soy una mujer de contextura pequeña, pensaba dar batalla si fuera necesario.
El sábado hubo novedades.
—Atraparon al acosador -dijo mi madre sentada a mi lado en un banco del parque, justo enfrente de los juegos para niños.
—¿Ya lo atraparon?! ¿Qué aspecto tenía?
Mi madre me miró sorprendida.
—No sé, lo mostraron poco.
—¿Cuándo sucedió?
—Esta mañana lo vi en el noticiero… ¿Qué sucede?, ¿te ocurrió algo que yo no sepa?
Recién entonces le conté a mi madre los acontecimientos relacionados con el joven misterioso. No lo había hecho antes para no preocuparla.
—Jo, ¿por qué no me dijiste nada? Puede que no sea ese acosador pero podría ser otro. Si tanto te asusta yo podría salir a esperarte en la vereda y mirarte hasta que llegues a tu casa.
De pronto vi que Min, que jugaba en el tobogán, caía de rodillas empujada por un niño que bajaba a toda velocidad detrás de ella. Aunque es una niña fuerte y valiente, me miró con gesto de dolor. Corrí para ayudarla.
Sin embargo, alguien se me había adelantado… el joven misterioso.
—¿Estás bien? -le preguntó con dulzura.
—Sí señó -respondió Min.
Yo ya estaba a su lado cuando él se irguió y levantó la mirada para dirigirse a mí.
—Parece que no ha sido grave -me dijo con una sonrisa.
—Parece que no -respondí muy seria, ya que me ponía nerviosa-. Gracias -le dije y levanté a Min en brazos para llevarla hasta el banco donde estaba mi madre.
—Ven con la abuela mi cielo -dijo recibiendo a Min y acomodándola en su regazo-. ¿Por qué sigues huyendo de los hombres guapos y amables, hija? -continuó dirigiéndose a mí por lo bajo-. No estás obligada a permanecer sola el resto de tu vida.
—Ya sabes cómo pienso mamá, no quiero que Min reemplace la figura de su padre por alguien que no valga la pena. Además, ya me acostumbré a estar sola con ella y me resultaría difícil cambiar de hábitos… Por otra parte -dije bajando la voz en un susurro- es el hombre misterioso del que te hablé.
Los ojos de mi madre se abrieron desmesuradamente por la sorpresa, y lo observaron sin reparos.
—¡No parece un acosador! Parece un hombre educado y obviamente elegante que probablemente esté interesado en ti.
—No exageres mamá. Sólo me ha visto detrás de la caja de una tienda de comestibles. Nada interesante me parece.
Sin embargo, las palabras de mi madre quedaron flotando en el aire y me produjeron cierta inquietud. ¿Sería posible un cambio de vida después de tantos años? ¿Y sería confiable esa persona? No lo creía posible.
Miré hacia el banco donde él parecía concentrado en un libro que tenía en las manos. Ese día vestía ropa casual. Pantalón caqui y zapatillas al tono; la camisa ancha blanca con los primeros botones desprendidos insinuaban un pecho fuerte sin marcas de gimnasio. El pelo negro parecía mas libre, un tanto más desprolijo que en la mañana en que nos cruzamos en la vereda. Era realmente apuesto, como esos galanes de cine o televisión, o como los modelos de revista que se ven perfectos por tanto photoshop.
Sacudí la cabeza. Era imposible lo que mi madre suponía.
Min quiso bajarse y continuar jugando. Dijo que ya no le dolían las rodillas, así que volvió a los juegos, esa vez a la calesita. Por lo tanto permanecimos en el parque una hora más, tomando el sol y respirando el olor agradable de la primavera que recién estaba comenzando. De vez en cuando miraba de soslayo hacia el banco donde el hombre guapo continuaba leyendo.
Al día siguiente, después de almorzar con mi madre, volvimos las tres al parque. El joven guapo no apareció.