Volver a amar: Josephine

CAPÍTULO 9

CAPÍTULO 9: Mamá

Al día siguiente, domingo, me levanté temprano y marché a la casa de mi madre. Allí la puse al día de las novedades con Dorian, desperté a Min y desayunamos las tres. Más tarde ayudé a mi madre con el almuerzo, comimos juntas y nos fuimos al parque.

Pasamos una tarde maravillosa. Otra vez el día era soleado y cálido y el parque rebosaba de gente de todas las edades. Min disfrutaba de los juegos con sus amiguitos y mamá y yo estábamos en un banco desde el cual la observábamos mientras conversábamos.

Cerca de la hora de nuestro regreso, mi madre me dijo que no voltee, pero que teníamos visita, lo cual hizo que me girara automáticamente. Ahí venía Dorian, caminando hacia nosotras.

—Buenas tardes -dijo dirigiéndose a mi madre con una inclinación y una sonrisa, cuando llegó a nuestro lado-. Mi nombre es Dorian, soy…

—Lo sé -interrumpió mi madre, también con una sonrisa-, el amigo de Jo.

—Así es… Hermosa tarde para disfrutar del parque -continuó él mirando alrededor.

Parecía relajado, pero yo percibía sus nervios. Seguramente no quería parecer atrevido.

—¿Deseas sentarte? -ofreció mi madre moviéndose a un costado y tirando de mí para liberarle espacio en el banco a mi lado.

—Muchas gracias -dijo él tomando asiento.

—¿Terminó antes la reunión con tu padre? -le pregunté.

—Sí… en realidad yo me apresuré para venir a disfrutar un rato del parque, ya que es un día tan agradable.

Min llegó corriendo desde los juegos. Seguramente vio a Dorian y su instinto de protección para conmigo la obligó a dejar de jugar por un instante y venir a controlar la situación.

—Hola.

—Hola -contestó Dorian sonriéndole.

—¿Edes el amigo de mi mamá?

—Sí. Mi nombre es Dorian. ¿Tú cómo te llamas?

—Yo soy Mineva, puedes decime Min.

—Mucho gusto, Min.

Entonces Min sonrió. Evidentemente había pasado el primer examen y estaba aprobado.

—Voy a seguí jugando, mami.

—Un ratito y nos vamos, Min.

—Okis -y salió corriendo.

—Es tu guardiana -dijo Dorian.

—Lo es -respondí con orgullo mirando a mi hija de lejos.

Estuvimos conversando una media hora más. Entonces llamé a Min y emprendimos el regreso.

Dorian nos acompañó hasta la casa de mi madre y nos despedimos.

Al abrir la puerta, mamá caminó unos pasos y de pronto se desplomó.

La desesperación de ver a mi madre tendida en el suelo me hizo correr hacia ella y llamarla a voces para que volviera en sí. Buscaba en mi bolso mi teléfono sin lograr encontrarlo, cuando escuché detrás de mí la voz de Dorian llamando al 911. Con los ojos anegados en lágrimas miré a mi alrededor buscando a Min. Mi niña estaba de pie, a escasos metros, los ojos muy abiertos por el temor. De pronto me encontré sin saber a quién atender primero.

Mi madre volvía en sí lentamente y vi por el rabillo del ojo que Dorian tomaba la mano de Min y la llevaba a la sala, mientras le hablaba por lo bajo con tono calmo.

Al cabo de unos diez minutos -los diez minutos más largos de mi vida- llegó la ambulancia. Cargaron a mi madre en una camilla y la subieron. Detrás de mí escuché a Dorian que me decía:

—Ve con ella. Dime dónde la llevan y yo llevo a Min.

—Al MG. Por favor cuida de mi niña que está asustada -le dije con el corazón en la mano.

—Tú no te preocupes, te seguimos.

Y subí a la ambulancia.

Mi madre ya había vuelto en sí y decía que estaba bien. Mi cuerpo no dejaba de temblar. Por primera vez en mi vida pensé en la posibilidad de que ella no estuviera en este mundo, y eso me provocó tal angustia que la sonrisa forzada de mi madre no hacía más que acrecentar.

Una vez que llegamos al hospital, se desató la urgencia -si cabía más-. Acudieron un doctor y dos enfermeros a atenderla y se la llevaron. Yo me quedé en la sala de espera, hecha un manojo de nervios y angustia.

Segundos después escuché la voz de mi hija llamándome. Volteé y los vi a ellos: Dorian traía en brazos a Min y al llegar a mí me la entregó. Respiré hondo para no transmitirle los nervios y nos sentamos.

Min me abrazaba fuerte, evidentemente asustada; Dorian me miraba con preocupación.

—Gracias, gracias, gracias -le dije con un hilo de voz.

Él negó con la cabeza.

—No lo hagas. Cualquiera haría lo mismo.

Pasaron cuarenta eternos minutos hasta que apareció el médico y se dirigió hacia nosotros.

—Se está recuperando muy bien. Según los primeros estudios, el desmayo se debió a una bradicardia leve, nada que no pueda ser controlado con un tratamiento con medicación. No obstante prefiero que pase aquí esta noche y mañana paso a hacerle otros estudios, y si todo va bien, le daríamos el alta.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.