Volver a amar: Josephine

CAPÍTULO 10

CAPÍTULO 10: Parte de la familia

La voz del otro lado del teléfono sonaba furiosa.

—Escúchame papá… Escúchame… Avisé hace dos horas que hoy no puedo ir. Mañana te explico. De todos modos, dejé a mi secretario los lineamientos para que inicie el trazado del proyecto de inversión… No… Hoy no voy…

Y terminó la llamada. Me preocupó que tuviera problemas con su padre por nuestra culpa.

Acabábamos de traer a mi madre a casa, la había acompañado hasta su cuarto ya que debía descansar. Enseguida Min se acomodó a su lado y, abrazada fuertemente a su abuela, se durmió.

Yo había llamado al jardín para avisar que Minerva no asistiría, también al dueño de la tienda para comunicarle mi situación, y estaba preparando un cartel para la tienda que informara que se abriría recién mañana, cuando escuché la conversación de Dorian.

—Do, no necesitas quedarte. Realmente te agradezco todo lo que hiciste por mi madre, pero no me gustaría que tuvieras problemas con tu padre por nuestra causa. Nosotras estamos bien, yo esta tarde no iré a la tienda, me quedaré aquí con ella hasta mañana, y veremos cómo anda.

—Si tú me lo permites, me quedaré. Así, si necesitan algo, yo haré los recados y tú puedes atenderla. No me gustaría resultar entrometido, pero si te sirve mi apoyo, aquí estoy.

Evidentemente había notado lo solas que estábamos.

Sin decir palabra, me dirigí al sofá, me senté, y con el rostro entre las manos estallé en llanto.

Ya me había mantenido fuerte durante mucho tiempo, era momento de aflojar.

Amaba a mi madre con admiración y respeto. Era una mujer fuerte y dulce. Me había criado sola desde la muerte de mi padre, cuando yo tenía apenas siete años, y se había esmerado mucho para hacer de mí una persona de bien, sin descuidar la ternura. De hecho, yo siempre había tratado de tomar su ejemplo cuando me pasó lo mismo que a ella. Y ahora me sentía muy sola ante lo inesperado.

De pronto Dorian se sentó a mi lado y me abrazó. Fue un abrazo cálido y genuino, un abrazo que me hizo sentir que probablemente ya no estaba tan sola. Entonces me abandoné en ese abrazo y sollocé como hacía muchos, muchos años no lo hacía.

* * *

Cuando por fin logré calmarme, me disculpé con él y me puse de pie. Debía hacer algo, cualquier cosa.

—¿Quieres desayunar? ¿Cereal?, ¿yoghurt?, ¿un café?

—Un café está bien, gracias.

Preparé el desayuno y nos sentamos en la cocina.

—Do, tu padre estaba enojado… tal vez no deberías haberte quedado.

—Mi padre siempre está enojado -dijo mientras sonreía con tristeza-. De todos modos voy a quedarme. Tampoco es que sea tan irresponsable -y sonrió otra vez-, ya organicé el trabajo para que se vaya haciendo.

—Te agradezco mucho…

—No lo hagas -y negó con la cabeza-. Yo lo hago por puro egoísmo. Tú no sabes lo que se siente vivir sin saber para qué o para quién. Ayudar con lo de tu madre me hace sentir útil al menos. Además lo hago por ti, porque me importas, y necesitas ayuda y yo puedo ayudar.

—No sé si te imaginas lo valiosa que es tu ayuda en este momento -le dije mientras tomaba su mano por encima de la mesa.

Él posó la suya en la mía y la apretó con tal calidez que me hizo sentir que, con él a mi lado, yo podría con todo.

Lo importante en ese momento era atender a mi madre para que se recuperara pronto, así que debía ser ella mi prioridad.

Cuando terminamos de desayunar le dije a Dorian que iría hasta mi casa a buscar ropa, ya que quería tomar un baño y cambiarme. Entonces él me dijo que iría a su casa para hacer lo mismo y regresaría pronto. Y así hicimos. Controlé en el cuarto a mi madre y a Min que aún dormían, y me fui a mi casa y él a la suya. Busqué ropa -un jean y una blusa limpios-, toallas y neceser, y regresé enseguida para bañarme en casa de mi madre.

Cuando terminé, ya estaba Dorian de regreso. Estaba guapísimo. Vestía una camisa gris claro, un jean gris oscuro y calzado deportivo gris. Olía a perfume caro, masculino, embriagante. Me quedé deslumbrada. Dorian notó mi aturdimiento y se preocupó.

—¿Sucede algo?

—No, está todo bien.

De pronto escuchamos una conversación que provenía del cuarto de mi madre. Acudí enseguida y encontré a las dos ya despiertas, conversando.

Mi madre quiso levantarse a cocinar y Min me tendió los brazos.

—Voy a cocinar yo, mamá. Pero puedes levantarte e ir a la sala, y si quieres me instruyes -y le sonreí.

—¿Hoy no voy al jadín?

—No mi corazón, ya hablé con la maestra e irás mañana. Sucede que no habías descansado bien anoche.

—La abuela ¿ya está sanita?

—Sí mi cielo, pero vamos a cuidarla para que no se enferme de nuevo.

La ayudé a vestirse y ella marchó al baño. Mamá se levantó también y se instaló con nosotros en la sala.

—Buen día -le dijo a Dorian con expresión cariñosa-. ¡Cuánto lamento haberte causado tantos contratiempos! Espero que no haya afectado tu trabajo.




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