CAPÍTULO 14: Dorian
—Tu turno.
Me miró sin comprender.
—Háblame de ti, de tu vida hasta ahora.
Respiró hondo.
—Terminé la preparatoria en 2009. Quería estudiar Historia del Arte pero mi padre me dijo que necesitaba que fuera contador y me uniera a la empresa. Por eso del poder en el directorio, cosa que yo no entendía mucho en ese momento, y tampoco me interesaba. Pero de todos modos lo hice. Me recibí en tiempo y forma e ingresé a la empresa. Mi hermana también estudió Contaduría y está trabajando también allí.
—¿Siempre haces lo que te dicen tus padres?
—No siempre, pero generalmente sí. Aún así, mientras estudiaba en la universidad tomé clases de arte online. Y cuando me independicé, comencé a pintar y más tarde a esculpir. Es una actividad que me hace sentir vivo.
—¿Novia? ¿Esposa? ¿Pareja?
—Una novia cuando tenía veinticinco. Hija de una familia amiga de mis padres. Nada trascendental. Yo no estaba enamorado. Ella insistió -y también mis padres- y empezamos a salir. Duró un año. Ella necesitaba a alguien que la atendiera, la mimara, muriera por ella, y yo no cumplía ese propósito, por lo tanto nos separamos.
—Pero alguna vez te enamoraste, supongo.
—Sí, cuando era niño. De mi maestra -y sonrió ampliamente-. Y de adolescente, de algunos personajes de novelas. Ellas eran como tú.
Fruncí el entrecejo. ¿Qué significaba eso?
—No comprendo.
—El mundo en el que crecí está poblado de gente vana, fría y calculadora -excepto mi nana-. Yo era un joven lector introvertido, no un atleta, me encantaba leer novelas de caballeros atentos y corteses y de mujeres valientes y dulces… Tú eres así.
—Me halagas, pero también me sobrevaloras -le dije con una sonrisa complacida-. Pero dime; ¿cómo es la relación con tus padres?
De pronto se puso serio y bajó la cabeza.
—No es un tema del que quisiera hablar en este momento.
—¿Por qué?
Yo seguía firme en mi postura. Quería saber.
Levantó la cabeza y me miró con tristeza.
—Porque descubrirías que soy una persona horrorosa, y probablemente no querrías volver a verme.
—No creo que seas esa persona que dices, pero si lo fueras, sería cruel que no me lo dijeras a tiempo, antes de que llegue a enamorarme.
—Tienes razón… Es algo de lo que no he hablado nunca con nadie… Sólo… necesito un poco de tiempo… y… te prometo que te contaré esa parte de mi historia.
—Está bien, puedo esperar… pero no demasiado.
En ese momento Min se movió en mi regazo.
—Deberíamos irnos, así acuesto a Min en su cama -dije mientras acariciaba la cabecita de mi hija.
—Por supuesto -dijo Dorian y llamó al camarero.
Pagó la cena y se puso de pie.
—Si me permites, llevo a Min hasta el auto.
—Está bien, gracias.
Tomó a mi niña con delicadeza para no despertarla y nos fuimos al aparcamiento. La aseguró en el asiento trasero, subimos y partimos rumbo a mi casa.
Bajé y abrí la puerta mientras Dorian traía a Min. Lo guié hasta el cuarto y él la acostó en la cama. Yo me quedé quitándole con cuidado el abrigo y arropándola. Luego salí y arrimé la puerta.
Dorian estaba de pie frente al hogar, donde tenía portarretratos con fotos de Min en todas sus edades y situaciones, y dos fotos de Michael, una solo y otra sosteniendo a Min-bebé en sus brazos.
—Estoy conociendo a tu esposo.
—Sí, es él. Es muy importante para Min tener una figura concreta de padre… para el desarrollo sano de su psiquis… Hago lo que puedo.
—Lo haces bien.
—Gracias… ¿Quieres un café?
—Sí, gracias.
Me fui a la cocina a preparar el café, y así, de espaldas, me atreví a decirle lo que estaba sintiendo.
—Gracias por esta noche, me agradó y me hizo bien. Y… por cierto, no creo que puedas ser una persona horrible.
De pronto lo sentí detrás de mí, muy cerca. Cuando me giré su rostro estaba serio, su mirada profunda no se apartaba de mis ojos y me hipnotizaba. Me sentí nerviosa, y el silencio que se prolongaba no ayudaba. Lentamente bajó la cabeza sin dejar de mirarme, y yo comprendí. Esto sería inevitable. Entonces me puse en puntas de pie.