El restaurante que había elegido Andrew era el indicado ya que nos encontrábamos cerca del centro, así sería más fácil llegar al parque central y caminar un poco. Así que al llegar al restaurante el aire cálido por la calefacción nos dio la bienvenida y procedimos a cenar con una charla muy amena.
–¿Cómo te ha ido con los manuscritos? Por lo que me has dicho trabajabas de una manera diferente en la antigua editorial en la que estabas.
–Eh sí, hacía artículos para una revista.
–¿Artículos? Pero se supone que tu carrera no es para enfocarla de esa manera – en ese momento pienso en todo el tiempo que estuve en la revista y que siempre me sentí a gusto con lo que hacía.
–Sí lo sé
–¿Por qué nunca pediste en intercambio de departamento?
–No lo sé, a pesar de que no era mi área lo que ejercía, me sentía bien – en ese momento me acuerdo de las veces en la que Karla corría como una desquiciada para poder dejar el manuscrito de la revista a impresión, las discusiones absurdas entre Glen y Karla y lo felices que éramos todos a final de mes cuando ya se había lanzado la revista del mes. En ese momento de recuerdos una sonrisa nostálgica crece en mis labios. Era muy feliz, lo era – Supongo que me hacia lo suficiente feliz como para dedicar todos mis días y todo mi esfuerzo a ello.
–Me alegra que a pesar de todo eras feliz – trato de poner interés en mi plato medio vació. Esta conversación no me sienta demasiado bien.
–Si, a mí también – en ese momento trato de darle un giro a la conversación y recuerdo el poema que leí en mi departamento – Hace unos días ha llegado a mi oficina un poemario.
–Eso era algo que quería cometerte, quiero que lo edites, quiero que tu seas la editora de ese escritor.
–¿Qué? Yo no edito poemas, eso lo hace otro departamento.
–Pero tampoco editabas artículos y aun así lo hacías– en ese momento veo asomar una sonrisa en su rostro en una manera de desafío – Creo que eres capaz de hacerlo ¿Oh me equivoco?
–¡Claro que soy capaz de hacerlo! Solo que no es mi área.
–Pues no se diga más, editaras de la mejor manera ese poemario.
El restaurante que había elegido Andrew era el indicado ya que nos encontrábamos cerca del centro, así sería más fácil llegar al parque central y caminar un poco. Así que al llegar al restaurante el aire cálido por la calefacción nos dio la bienvenida y procedimos a cenar con una charla muy amena.
–¿Cómo te ha ido con los manuscritos? Por lo que me has dicho trabajabas de una manera diferente en la antigua editorial en la que estabas.
–Eh sí, hacía artículos para una revista.
–¿Artículos? Pero se supone que tu carrera no es para enfocarla de esa manera – en ese momento pienso en todo el tiempo que estuve en la revista y que siempre me sentí a gusto con lo que hacía.
–Sí lo sé
–¿Por qué nunca pediste un intercambio de departamento?
–No lo sé, a pesar de que no era mi área lo que ejercía, me sentía bien – en ese momento me acuerdo de las veces en la que Karla corría como una desquiciada para poder dejar el manuscrito de la revista a impresión, las discusiones absurdas entre Glen y Karla y lo felices que éramos todos a final de mes cuando ya se había lanzado la revista del mes. En ese momento de recuerdos una sonrisa nostálgica crece en mis labios. Era muy feliz, lo era – Supongo que me hacia lo suficiente feliz como para dedicar todos mis días y todo mi esfuerzo a ello.
–Me alegra que a pesar de todo eras feliz – trato de poner interés en mi plato medio vació. Esta conversación no me sienta demasiado bien.
–Si, a mí también – en ese momento trato de darle un giro a la conversación y recuerdo el poema que leí en mi departamento – Hace unos días ha llegado a mi oficina un poemario.
–Eso era algo que quería cometerte, quiero que lo edites, quiero que tu seas la editora de ese escritor.
–¿Qué? Yo no edito poemas, eso lo hace otro departamento.
–Pero tampoco editabas artículos y aun así lo hacías– en ese momento veo asomar una sonrisa en su rostro en una manera de desafío – Creo que eres capaz de hacerlo ¿Oh me equivoco?
–¡Claro que soy capaz de hacerlo! Solo que no es mi área.
–Pues no se diga más, editaras de la mejor manera ese poemario.
Cuando regreso al departamento, me deshago rápidamente de toda mi ropa para colocarme una cómoda pijama y tirarme al sofá de mi pequeña sala. Ya en el sofá visualizo el manuscrito del poemario, pensando profundamente lo que he leído y todo lo que es capaz de trasmitirme. Para poder editarlo tengo que leerlo por completo y al paso sacar todas las anotaciones e ideas que se pueden apreciar al paso de la lectura. Con forme retoma la lectura voy entendiendo la historia y si, a pesar de que son poemas en cada uno de ellos se trasmite una historia de amor, una historia de desolación y desamor, puedo apreciar la melancolía en cada palabra, en cada verso en sí, en toda la historia que se quiere llegar a contar.