Capítulo # 1
En Turquía.
Emir era un hombre blanco, de ojos color miel, una estatura de 1,90 de cabello negro, y un turco extremadamente sexi.
—Señor, la señorita Palmer se encuentra recuperándose —informó uno de sus hombres; su mano derecha estaba en otra misión.
—Perfecto, el desgraciado de Joseph se fue con mucha información y necesitaba saber las claves de las bodegas que me dejó —dijo con una mirada seria—. Necesito que se sane pronto, no pienso traerme a esa mujer a Turquía estando malherida.
—Señor, está saliendo con el francés Alain Dupuis —lo miró y veía que su rostro se enfureció.
—Pero, esta mujercita no le guardó luto al ex.
—Señor, era una basura y usted lo sabe bien —logró decir.
—Bueno, si estaba con él era porque le gustaba —expresó sin más, observando que estaban trayéndole a una mujer—. Llego mi cita.
El hombre salió y observó a la morena sonriéndole.
—Si te portas bien, no pasará nada malo —dijo él, observando lo hermosa que era—. No me gusta golpear mujeres, ni maltratarlas, pero me gusta que me cumplas.
—No se preocupe, lo complaceré en todo lo que usted pida —afirmó ella mirando lo guapo que estaba.
Emir no tenía que hablar. Simplemente, se la llevó a una de sus habitaciones para darle rienda suelta al máximo placer.
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En Francia.
Charlotte estaba mirando a la empleada cómo estaba terminando de curarla y cómo el médico la miraba con seriedad.
—Basta, Charlotte, no entiendo tu manera de llamar la atención de Alain —dijo el hombre cansado. Era su médico de cabecera y no sabía cómo lidiar con una mujer tan perturbada como ella—. Tienes que quererte.
—Alain tiene que estar conmigo —expresó con dolor. No quería que ninguna mujer se lo quitara. Él era todo para ella.
—Algún día te vas a morir de verdad y no poder hacer nada —la regañó completamente molesto—. Valora tu vida, por favor.
Charlotte quería que Alain la mirara con ojos de amor y no como una hermanita. Estaba muy molesta porque nunca la veía como una mujer; sabía que se acostaba con muchas mujeres, pero últimamente lo veía más ausente de lo normal y quería estar viajando mucho a Italia, cosa que no era habitual en él.
—Cállate y lárgate —le ordenó molesta.
El médico se fue de la habitación. No estaría a merced de una mujer desquiciada.
—Señorita, debería descansar —le dijo con cierta tristeza. No le gustaba que se hiciera daño, pero ella lo deseaba así.
Charlotte se había acomodado en la cama y tenía que buscar un plan para que Alain estuviera a su lado de nuevo, que no se fuera para ninguna parte.
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Los días siguientes para Charlotte eran una tortura porque su amado Alain estaba enamorado de esa mujer. Esa mujer no era para él, pero, ¿qué podía hacer? Estaba completamente cegado por ella y no podía hacer nada para poder separarlos.
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En Francia.
En otro lugar.
Charlotte estaba observando cómo un hombre estaba mirándola con mucha intensidad. Sin decir nada, se levantó para dirigirse a donde se encontraba el hombre, mirándola.
—¿Por qué me miras tanto?
—En lo hermosa que eres —dijo él sonriéndole. Nunca había visto una rubia tan hermosa—. Mucho gusto, preciosa. Soy Emir Yilmaz.
Charlotte se le quedó mirándolo confundida, no sabía quién podía ser y por qué estaba presentándose.
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En un departamento.
Charlotte estaba mirando el lugar con cierta fascinación. El departamento era amplio.
—¿Quieres tomar algo?
—No, gracias —dijo ella sentándose en el sofá—. No entiendo, por qué me trajiste a este lugar.
Él soltó una risita. Estaba encantado con Charlotte, era una belleza, pero sabía lo que había vivido y las veces que se habían intentado matarse. ¿O solo eran mentiras para obtener la atención de Alain Dupuis?
—Sé que estás obsesionada con Alain.
Ella se levantó del sofá, se encaminó hasta en donde estaba él. Se encontraba sentado en otro sofá y mirándola con curiosidad. Ella, sin medir palabras, se le sentó en las piernas.
—En serio me trajiste aquí. ¡Para hablar de Alain!
Emir la miró con cierta curiosidad y fascinación. ¡Esa mujer estaba en otro nivel!
—Pensé que querías pasar un rato conmigo —dijo, bajando sus manos hacia sus pectorales y acariciándolos sin ninguna pizca de vergüenza.
Él la atrajo a su cuerpo y la besó ardientemente.
Charlotte tenía meses que no se acostaba con ningún hombre. Siempre era selectiva a la hora de tener sexo, pero ese hombre Emir le atraía y era sumamente extraño porque no solía acostarse con hombres que no tuvieran un aire a Alain. Emir era demasiado atractivo y llamativo; sería su aire turco lo que la tenía completamente fascinada.
Emir sin contenerse. Comenzó a tocar íntimamente a la rubia. La verdad no había encontrado a una mujer que le llamara la atención al llegar a Francia, pero al verla e investigarla quedó fascinado con la belleza de Charlotte. No podía negar que era una mujer muy hermosa que estaba rota por todo el daño que le causaron al matar a sus padres.
—¿En dónde queda tu habitación? —le preguntó ella al separarse de sus labios. No quería hacerlo en la sala—. Vamos a tu habitación.
Emir la tomó entre sus brazos y ella lo miró un poco sorprendida.
—Te daré tanto placer, que no podrás olvidarte de mí.
—Será mutuo —expresó con mucha lujuria. Quería hacerle tantas cosas y no se iba a cohibir de nada.
Emir no había conocido a una mujer tan atrevida y tan hermosa en su vida. Siempre se había conseguido mujeres que estaban dispuestas a complacerlo porque se los ordenaba, pero nunca buscaban la iniciativa. Esperaba que la experiencia con Charlotte no fuera pura mentira y que se dieran placer mutuamente.
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Una hora después.
Charlotte se había levantado de la cama para poder recoger la ropa e irse. No iba a negar que Emir era un hombre sumamente apasionado. Era la primera vez que disfrutaba tanto del sexo. Ese hombre era un dios en la cama, pero no le diría nada.