Volver a Conquistarte

Capítulo # 7

Capítulo # 7

En Inglaterra.

En la mansión Morin.

Charlotte estaba mirándose en el espejo, no podía creer que su vientre no creciera por nada en el mundo, pareciera que su hijo no quería asomarse.

—Señora, es hora de comer —anunció su sirvienta.

Ella asintió con la cabeza, no quería decirle a Alain que no estaba en la mansión de sus padrinos, ellos no querían verla porque estaba embarazada y sin estar casada. En cierto modo sabía que estaban molestos con ella por lo que había hecho, pero lo bueno que tenía su propio hogar y no tenía que estar molestando a nadie.

Otra sirvienta entró a la habitación.

—Señora, acaba de llegar el joven Charles.

—Hazlo pasar —pidió ella, tenía tiempo que no lo veía. Era el único hijo de sus padrinos.

La sirvienta salió de la habitación tan colorida de la joven.

Charlotte estaba mirándose en el espejo. Pronto estaría cumpliendo veinticuatro años. Sus padres tenían nueve años que los habían asesinado, a pesar de que sabía quién habían sido, se juró que no iba a cobrar venganza porque eso traería una cadena larga que no tendría un sinfín. Se juró que no iba a decirle nada a su hijo o hija; que creciera en un ambiente completamente sano y que jamás se enteraría de que sus abuelos fueron asesinados por la mafia italiana.

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En la sala se encontraba un hombre rubio de ojos color verdes, media un metro ochenta, siempre se había sentido atraído por Charlotte desde que eran unos adolescentes, pero su madre siempre le decía que ella no era para él y no le creía hasta que supo de su embarazo, y comprendió que ella no era una dulce jovencita como siempre se lo hubiera imaginado.

Charlotte bajó las escaleras con cuidado y, al verlo, fue hasta él para abrazarlo.

—Es un gusto, verte.

—Está preciosa, Charlotte —dijo separándose de ella y girándola un poco—. El embarazo te tiene preciosa.

—Sí, es muy cierto —dijo con una sonrisa divertida.

—Sé que serás madre soltera y no lo creía —dijo completamente sorprendido aún.

—Sí, estoy muy contenta y seré la mejor madre del mundo —comentó con una sonrisa en los labios—. Pero, quiero sanarme bien y que mi hijo tenga la mejor madre del mundo.

Charles estaba contento de escucharla decir esas palabras, eso quería decir que ella estaba dispuesta a dejar de ser depresiva y vivir una vida tranquilamente.

—Charlotte, sabes que siempre me has gustado y…

Ella le puso su mano en su boca para callarlo, no quería confesiones y menos acostarse con nadie. Emir había entrado en su corazón y en su piel, que no quería marchar ese recuerdo que tuvieron, si se volvía a acostar con un hombre que en verdad ella amara y que estaría dispuesto a ser todo por ella; y aceptar a su hijo como suyo.

—No, Charles, quiero estar sola por un tiempo, no quiero a nadie en mi vida hasta que vuelva a enamorarme. No te estoy diciendo que voy a cerrarme en el amor, pero quiero estar en paz por un tiempo.

El rubio entendía sus palabras y era mejor así. No quería estar con una persona que estuviera pensando en otro hombre y que nunca lo amaría, si espero por algunos años. ¿Quién era él para negarse?

La francesa lo miraba con aquella ternura y estaba tranquila en saber de qué no estaría enamorarla y respetaría su espacio. Cosa que no hubiera hecho Emir Yilmaz.

Los días siguientes Charlotte estaba entusiasmada y preparándose para la llegada de su bebé, por salud mental no quiso saber nada de Emir Yilmaz para evitar buscarlo o que siguiera llevándose una decepción.

En cambio, el turco vivía desesperado y angustiado porque no sabía nada de ella, en lo último que supo que se había ido de Francia y que no sabían el paradero de ella. Entonces estaba decidido a ir a Francia y saber de ella, pero lamentablemente su abuelo se había enterado de sus intenciones y lo amenazo que si investigaba algo más de la francesa que no tendría contemplación con ella y se terminaría su obsesión.

Entonces Emir por miedo no quiso enviar a sus hombres para evitar que le hicieran daño a Charlotte que fuera feliz en brazos de otro hombre e intentar olvidarlo, pero lo veía casi imposible.

Cuando llegó el nacimiento del pequeño Emiliano, Alain Morin fue la emoción más bonita que pudo sentir. Charlotte estaba preparada para sufrir los dolores de parto, pero no fue así. Tuvo un alumbramiento tranquilo y espectacular. Alain y Anastasia estuvieron con ella acompañándola en todo momento.

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En Francia.

En la mansión Morin.

Charlotte no podía creer que su hijo se pareciera tanto a ella y nada a Emir. Era como una señal divina de que él no debía saber de su existencia tanto así, que no paraba de sonreírle a su hijo a pesar de que estaba tan depresiva últimamente.

—Aquí están —escuchó la voz de Alain, que venía acompañado de su mujer—. Traje algunos regalos.

La rubia sonreía, pero por dentro estaba cansada y agotada mentalmente. En los últimos días, estaba depresiva y con pensamientos suicidas, pero intentaba ser fuerte para no abandonar a su hijo.

—Tomen —dijo entregándoselo a Alain—. Me urge dormir.

—Claro —dijo él agarrándolo y sentándose en el sofá con el niño en brazos.

Charlotte subió las escaleras con aquella rapidez y se encerró en su habitación, necesitaba dejar una carta o algo, no podía seguir viviendo, su vida estaba hecha un caos desde que nació su pequeño, no dormía casi nada, no tenía casi ayuda de nadie porque prefería fingir que todo estaba bien, cuando pedía a gritos ayuda.

Escribió una carta dejándole la custodia a Alain y Anastasia, no podía pensar en alguien más, cuando había visto que ellos amaban a su bebé como si fuera suyo y que le daban tanto amor. Ellos serían unos excelentes padres para su bebé y no habría dudas de que fuera suyo porque la madre de Alain había sido rubia natural.

—Perdóname, Emi, pero mamá está cansada de este viaje tan agotador. No te voy a dejar desamparado porque tú eres mi único heredero, pero mamá necesita descansar —dicho eso, se dirigió al baño y busco la manera de cortarse la vena principal de la muñeca derecha para evitar cortarse las dos, sabía cómo hacerlo rápido y que no pudieran salvarla, las primeras veces fueron ensayos para llamar la atención de Alain, pero esta vez no era así, esta vez era real.




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