Capítulo # 10
En la empresa Dupuis.
En la oficina de Charlotte.
—No te creo nada y no pienso regresar contigo, tú te casaste y no pienso creer más en ti y mucho menos ser tu jueguito sexual —dijo con aquella firmeza que estaba molestándole porque su ex estaba mirándola con aquella seriedad—. Emir, puedes acercarte a Emiliano, no pienso negarte nada de eso, pero entiéndeme a mí.
—No, no quiero dejarte. No sabes el infierno que viví lejos de ti y no sabes cuántas noches lloré por ti, para que vengas a decirme esto —soltó con aquel sentimiento, no iba a anegarle nada y no pensaba hacerlo—. Eres mi Güzel y no pienso dejarte ir tan fácilmente.
La rubia no podía creer lo que estaba escuchando, ¿había llorado por ella? Debía de ser una mentira para engañarla.
—¡Basta! No pienso escucharte más —aclaró con aquella firmeza—. Déjame tranquila, no vas a cambiar mi vida Yilmaz y eso lo tenemos que dejar en claro.
—Entonces, si no quieres regresar conmigo, te quitaré a nuestro hijo —dijo en un tono de amenazador. No podía perderla y, como fuera, tenía que retenerla a su lado—. ¿Tienes que estar a mi lado o si no me llevaré a Emiliano a Turquía contigo o sin ti?
Charlotte no podía creerlo, estaba mostrando su verdadera cara y salió de la oficina para buscar a su hijo.
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En la oficina de Alain.
Charlotte entró a la oficina.
—Emiliano, por favor, no vayas a salir de aquí.
La pareja se alarmó por la petición de la rubia.
—Si mami.
Alain abajo a su hija para acompañar a la rubia y cuando ella abrió la puerta estaba Emir Yilmaz esperándola.
—¿Qué está pasando? —preguntó el moreno al mirarlos.
—Señor Dupuis, no creo que estaba conversación, sea para usted —dijo con un tono de voz molesto—. Esto es entre Charlotte y yo.
—Escúchame bien, señor Yilmaz. Sé que el pequeño es su hijo y no pienso permitir que venga a intimidar a mi amiga —aclaró enfureciéndose con él—. Ella no está sola y no pienso permitir que le hagas daño.
Emir estaba enojado con Charlotte, ella no debía de permitir que Alain opinara en nada, ellos tenían que solucionar las cosas entre ellos dos por el bien de su hijo Emiliano.
—No vengo a amenazar ni nada de eso, solo estoy pidiéndole a Charlotte que nuestro hijo conviva con mi familia y que comience a conocer nuestra cultura —expresó con aquella calma—. Solo eso.
—¿¡En serio!? —explotó enojada—. ¡Me acabas de decir que te llevarías a Emiliano a Turquía, conmigo o sin mí! —recordó completamente alterada—. ¡No mientas, solo estás aquí para hacer daño!
El turco la miraba con aquella rabia, no debía de decir eso y mucho menos delante de Alain, no quería tener problemas con nadie.
—Perfecto, esto no es sano para Emiliano. Cuando ustedes se pongan de acuerdo, les regreso al niño —anunció con seriedad y miró a Charlotte—. Tú tranquilízate y recuerda que no estás sola, pero tampoco voy a correr por caprichos de padres inmaduros que no quieren admitir que están pensando en ustedes y no en el niño.
—Alain… —dijo avergonzado.
—Sé que estás dolida, Charlotte, y lo comprendo, pero te recuerdo que Emiliano es mío también, soy el tutor de él y no puedes hacer nada.
Emir estaba pasmado.
—¿Qué quiere decir él?
—Charlotte, renuncio a Emiliano por decirlo así, es tan mío como de Anastasia si ella no se encuentra competente para criarlo —le aclaró la duda al turco—. Tú no sabes lo que ha pasado Charlotte para poder ser la madre que es hoy en día y el niño se quedara conmigo hasta que ustedes no resuelvan su conflicto, no pienso permitir que Emiliano sea infeliz por dos seres que no saben que quieren en la vida —dicho esto, salió de la oficina completamente enfurecido y llego a la oficina, le pidió a su mujer que se fueran a comer algo que Emiliano se quedaría unos días en casa.
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En la oficina de Charlotte.
Charlotte sentía mucha ira. ¿Por qué tenía que regresar, debió de quedarse allá y no volver nunca?
—Güzel, ¿por qué nunca supe nada de ti? —preguntó con aquella seriedad. Logrando que la rubia lo mirara sin entender nada—. Cuando me fui, busqué la manera de saber de ti y te habías ido fuera del país. No pude encontrarte por ningún lado y no sabía qué hacer.
La francesa lo miró sin entender nada, ella no ocultaba nada, para que estuviera diciendo eso.
—¿Estás loco?
—No, mi Güzel, estoy hablando en serio. No sabía cómo saber de ti y en los últimos años intenté mil maneras de buscarte y no pude.
—No entendiendo nada, estás loco. ¿Tuviste un accidente y despertaste de un coma profundo? —preguntó con aquella seriedad. Ella no tenía ningún poder para ocultar su vida y nada de eso—. Deja de mentir, nunca me buscaste y por eso estás aquí diciendo mentiras —soltó.
Emir no podía creer lo que estaba diciéndole, era como si ella estuviera confundida y no entendía nada. Entonces existía alguien que estaba protegiéndola y a ella sin saberlo. Muy poco había sabido de ella, solo que sus padres fueron asesinados por la mafia italiana y sus intentos de suicidios, que ni sabía cuántos habían sido.
—No estoy mintiendo —expresó acercándose a ella y mirándola a los ojos, amaba esos ojos azules que lo volvían loco, era como mirar el océano—. Eres tan hermosa, era mi diosa preciosa —se inclinó y la beso con aquella dulzura que sorprendió a Charlotte.
Nunca la había besado de esa forma y se sentía tan bien que ni podía creerlo. Cuando sintió sus manos tocándola tan íntimamente, se separó de él.
—Viniste por Emiliano, no por mí y por favor. ¡Ya basta! —pidió, no quería estar más confundida y quería ser feliz.
El turco se le quedó mirando con una sonrisa en los labios, estaba sonrojada y se veía tan preciosa.
—Eres mi Güzel y nadie va a cambiarlo.
—Es hora de que te vayas —pidió ella acomodándose la ropa y se sentó en la silla—. ¡Lárgate!