Estoy de rodillas frente a donde enterramos el cuerpo de Cat, mi cuñado tuvo la idea de enterrarla cerca de su casa donde hay un pequeño lugar donde nadie podrá hacer una queja. Dejo su juguete preferido que es una pequeña pelota la cual está llena de mordiscos y solo quiero seguir llorando.
Ya es de madrugada, sé que debo ir a trabajar pero no me encuentro en condiciones para hacerlo. No puedo creer que no voy a verla nunca más y me siento la peor dueña del mundo aunque muy en el fondo es mi culpa. Quiero volver el tiempo atrás y haberla mimado más, hipo otra vez y seco mis lágrimas aunque muy pronto vuelven a caer por mis mejillas.
Con mi corazón en mil pedazos miro el suelo aunque siento como mis ojos están nublados por las lágrimas, extiendo mi mano en el suelo y con la voz casi inaudible murmuro:
—Adiós, bebé.
Me levanto con pocas ganas y volteo buscando el camino que me lleve hasta la casa de mi hermana. Sophia el verme llegar veo que tiene los ojos empañados en lágrimas.
—Ven aquí tonta, sé que te duele pero no quiero verte llorar así.
Me aferro al cuerpo de mi hermana con fuerza mientras lloro y siento como ella lo hace también.
—Duele Soph.
—Lo sé cariño, a mí me duele también no voy a olvidar como la odiaba cuando era un cachorrito por comerse casi todos mis pares de zapatos favoritos.
Quisiera reír pero solo sollozo con más fuerza. Cuando mi hermana vivía en casa Cat se encargaba de morder todo lo que era suyo pero de igual forma Soph no podía enojarse cuando ella te miraba con esa carita tan inocente.
— ¿Puedes llevarme a mi casa? —Pregunto separándome de ella—, no iré a trabajar hoy al llegar hablaré con mi jefe.
—Claro, solo debo pedirle las llaves a Josh y nos vamos.
—Perdón por ser tan molesta a estas horas solo…
—No te preocupes, para eso están las hermanas mayores.
—Gracias Soph.
Ella asiente y le pide las llaves a su marido para llevarme a mi casa, al llegar Soph se tiene que marchar y le agradezco por todo. Mi mamá al verme llegar se aproxima para mimarme pero lo único que puedo hacer es llorar.
—Mi niña…
—Ya no está —Digo haciendo un puchero sintiendo el calor del abrazo de mi madre.
Ella me obliga a darme una ducha caliente, lo hago con pocas ganas ya que una parte de mi corazón está roto. Una vez que estoy en la comodidad de mi cama busco mi celular y llamo a Keith, pero éste no contesta.
Con peor humor que antes llamo a mi jefe, son las siete de la mañana y puedo apostar que él ya está ahí.
— ¿Rose? —Pregunta extrañado.
—Señor Harrison —Aclaro mi garganta la cual arde—, hoy… no podré ir al trabajo.
Escucho un poco de ruido al otro lado de la línea.
— ¿Qué paso? ¿Estás bien?
Niego con la cabeza mientras un sollozo sale de mis labios.
—No te preocupes, mañana voy sin falta.
Antes de echarme a llorar cuelgo la llamada, no necesito parecer patética frente a Cayden. Algunos no entenderían lo que es perder a un perro, solo se dirán que es un animal. Pero la mayoría no entiende lo mucho que me duele está perdida porque para mí Cat no era solo una perra, era mi bebé, mi familia. Mi celular vibra avisándome de una llamada la cual es de Ethan pero no estoy de humor así que apago el celular mientras lloro y lloro sin parar.
Mi madre entra con una taza de té y me abraza sin decir nada intentando consolarme pero la sensación de vacío no abandona mi pecho. Mi papá no ha llegado aún del Hospital pero desde el celular de mi madre me llama para preguntarme como me encuentro y eso me hace llorar más. Mi hermano fue al colegio luego de decirme cuanto siente la pérdida de Cat, mi madre terminó yendo a la casa de una amiga para ayudarle con la comida de la fiesta de su hija, intentó que vaya con ella pero no me encuentro de humor en estos momentos.
Y aquí me encuentro yo. Sentada en el sofá de mí casa con un tarro de helado y muchos pañuelos en el suelo. Cuando termino de comer voy hasta la cocina y al llegar al fregadero me doy cuenta de que el tazón de Cat se encuentra allí y eso solo enciende mi interruptor de llanto. Sin pensarlo ya que soy masoquista voy al patio donde veo la casita de Cat vacía con una leve esperanza de que ella salga de allí pero nada.
Vuelvo adentro sintiendo mis ojos hinchados y pesados por tanto llorar.
Cuando voy a bajar nuevamente a mi cuarto el sonido del timbre de mi casa me detiene, maldición, sin importarme mucho mi aspecto salgo de mi casa hacia el patio en donde puedo ver que Cayden se encuentra esperando que abra el porton.
¿Qué hace aquí?
Salgo y la abro, él al verme se sorprende, le hago un ademan para que me acompañe hasta mi casa y sin decir nada lo hace. Lo invito a pasar con un tono de voz casi inaudible y al entrar cierro la puerta de mi casa y me pego contra la puerta de está para levantar la mirada hacía él.
—Me estás preocupando Rose ¿Qué está mal?
El nudo en mi garganta vuelve y niego con la cabeza.
—Cat… ella murió.
Al terminar de decirlo vuelvo a llorar y Cayden sorprendiéndome se aproxima hasta mí abrazándome con fuerza.
—Lo siento mucho rubia —Dice fregando mi espalda mientras lloro en su pecho—, estoy aquí para ti no lo dudes.
Mi corazón se derrite ante sus palabras lo que causa que llore con más fuerza.
—Yo… es que —Digo de manera entrecortada—, la extraño tanto que duele.
Me aprieta con fuerza y la manera en la cual acaricia mi pelo me hace sentir algo mejor. Tira de mí y yo me dejo guiar hasta que me deja sentada en el sofá.
— ¿Dónde está tu cocina?
Señalo con mi mano hacia la dirección y él asiente yendo hacia allá.
Luego de unos minutos él vuelve con un vaso de jugo que supongo que encontró en la nevera y me lo extiende. Niego con la cabeza pero él insiste así que la tomo y bebo un sorbo solo para complacerlo.
—No sé qué hacer para que te sientas mejor.
Se sienta a mi lado y me mira y con una sonrisa triste digo.