Capítulo 35.
Una fuerte puntada en la cien me hace removerme, pero el dolor comienza esparcirse por todas partes, pero el brazo esa es la zona donde más me duele. Suelto un quejido mientras intento abrir mis ojos los cuales me pesan demasiado.
¿Qué me paso?
Recuerdos llegan a mí por pedazos, Keith llegando a la Empresa y… mi cabeza se queja por intentar recordar enviándome una nueva puntada en dicha zona.
Abro los ojos haciendo un esfuerzo tremendo, al ver la habitación suelto un jadeo. Estoy en un hospital.
La puerta de la habitación se abre y una enfermera me mira sorprendida luego sonríe.
—Despertaste, me llamo Norma —Saluda y yo asiento—, ¿Sabes porque estás aquí?
—No —Mi voz se oye rasposa.
—Tuviste un accidente automovilístico, según el informe te empujaron con tanta fuerza que retrocediste hasta la calle y un auto te envistió con fuerza —Keith… él me empujo—. Tienes el brazo derecho enyesado…
Bajo la vista hasta mi brazo sorprendida, no me había percatado de eso.
— ¿Mi familia?
Se acerca a revisar mis latidos, no me responde. Al contrario, me pide que inhale y exhale.
—Todo está muy bien, debo avisarle al Doctor que despertaste —Ella hace un además para retirarse pero se detiene—. Oh, casi lo olvido. Tu familia no se despegó de ti, y tu novio tampoco.
—Cayden —Mis labios se curvan hacia arriba.
—Ese hombre anda robando suspiros de las enfermeras y Doctoras —Suelta una risilla—, es que con todo respeto pero tú novio es ardiente.
No puedo evitar reír.
—Lo sé, y es mío —Digo orgullosa.
—Todo tuyo. Se encuentra no muy lejos de aquí, creo que fue por algo para beber obligado por la que creo que es tu madre.
— ¿Pueden pasar antes de que el doctor venga?
Parece pensarlo unos segundos pero asiente.
—Claro, voy a llamarlos.
—Gracias.
Ella se va y yo hago una mueca que estuve postergando hasta que saliera. No quería que se diera cuenta de que el brazo me duele horrores. Quiero ver a mis familiares primero.
No me pone contenta estar en el Hospital, siempre odie este lugar y dudo mucho que ese sentimiento cambie de alguna manera.
La puerta vuelve a abrirse, está vez veo a mi madre y a mi padre entrar prácticamente corriendo junto a mí.
—Mi cielo —Se acerca para abrazarme con cuidado y por su voz puedo notar que está llorando—, me diste un gran susto.
—No es como que yo planeara esto —Ella me golpea el hombro y suelto otro quejido.
—Déjame abrazar a mi bebé —Dice mi padre y mi madre se separa a regaña dientes—, me alegra mucho de que al fin despertaras Raizel.
Mis padres me acarician el cabello me dicen lo mucho que me aman y eso me hace llorar. Nunca antes habían sido tan cariñosos y como que me gusta ser el centro de atención para ellos, les correspondo los abrazos, mimos y palabras un rato hasta que por el rabillo del ojo veo a mi hermano entrar por la puerta.
— ¿Pueden dejarnos solos? —Pregunto a mis padres y ellos asienten.
—Sophia no podrá venir hoy, pero la llamaré para avisarle de que te encuentras bien se pondrá muy contenta.
—De acuerdo.
Luego de eso se van y me dejan a solas con Dylan.
—Raizel…
—Lo sé todo Dylan, te dije que iba a averiguarlo.
Él luce sorprendido.
— ¿Quién te lo dijo? ¡Joder Raizel! Vine aquí porque estaba preocupado no para que me des sermones.
—Yo soy la que está preocupada por ti ¿No te das cuenta de que estas pasando una fina raya?
—Me importa una mierda esa raya…
— ¡Deja de maldecir! —Grito y me arrepiento al instante ya que mis costillas arden.
—Es mi vida, hago de ella lo que quiero.
—Esto no puede seguir así. Eres mi hermano menor, me duele el solo hecho de saber que te encuentras en peligro.
—No puedo…
—Si puedes, por favor Dylan, prométeme que lo intentaras.
Él se lleva una mano hasta su cabello y lo revuelve.
—Lo intentare por ti.
Sonrío como nunca antes y él también, siento ganas de llorar y Dylan rueda los ojos.
—Nada de lágrimas —Advierte.
—Ven aquí y abrázame tonto.
Eso hace, me abraza con cariño y quiero creer que mi hermano esta vez intentara dejarlo por completo.
(***)
Cayden entra por la puerta y mi corazón no puede evitar acelerarse al verlo. Se lo ve cansado y solo quiero sostenerlo en mis brazos.
— ¿Qué tal osito?
Él sonríe y suelta un suspiro de alivio al ver que me encuentro bien. Sin dudarlo camina alargando sus pasos hasta llegar junto a mí y tomarme del rostro para juntar sus labios con los míos. Mi pecho explota de amor y aunque todo el cuerpo me duela… él es capaz de hacer desaparecer cada dolor y remplazarlo por una calidez que me deja atontada.
Sonrío en el beso y él también lo hace, se separa para verme a los ojos y lo veo feliz.