Volver a Diciembre

2

PABLO

 

Volverla a ver

 

—Nada, no me falta nada...—negué y borré una vez más mi cuaderno de canciones.

Estaba escribiendo una nueva canción y tal parece que tenía un bloqueo y estaba carente de inspiración.

Recién eran las nueve de la mañana, estaba desayunando en el depto de mi amigo Pedro mientras intentaba terminar la canción que hace una semana había empezado, pero no podía, siempre se me daba bastante rápido el escribir canciones y en una semana o menos ya las terminaba, pero ahora no podía. Necesitaba una inspiración, una aunque sea que me caiga del cielo.

—Amigo, dejá de quemarte la cabeza, por favor te lo pido. —me dice Pedro irritado.

Hace una semana había venido a visitarlo, viví cuatro años en La Plata y hoy iba a volver a La Costa para pasar las fiestas con Tadeo y su familia, más mis viejos. Primero iba a ir a Santa Teresita para visitarlos a ellos que hace mucho no los veía y el tres de diciembre iba a llegar a la casa de los Ordóñez.

—Es que quiero tener aunque sea la mitad de la canción hecha antes de subir al micro. —dije y le tendí la mano con el mate para después mirar el cuaderno.

—Amigo, en cinco minutos te subís al micro, y recién una estrofa hecha de la canción tenés. Dale, seguí después. —vuelve a insistir.

Vine a ver a Pedro a San Isidro porque no iba a poder pasar las fiestas con Tadeo y conmigo, los tres nos criamos juntos y fuimos a la misma escuela y secundaria. A los dieciocho, apenas terminé la secu me fui a la ciudad de La Plata para poder estudiar en una escuela de arte, es lo que siempre quise, y mi sueño de ser músico nadie iba a poder detenerlo.

—Cabezón, cuando tengas una novia, no te imaginás la cantidad de canciones que vas a escribir. —dice sentándose frente a mí.

—No quiero novia por el momento. —respondí mientras me untaba una tostada con queso crema.

—Eso lo decís ahora que nadie te mueve el piso, pero te aseguro que antes de que termine el año, vas a estar muerto de amor por alguien. —afirma de una manera tan segura que dudé si no tenía la bola de cristal.

Quizás en otra vida mi amigo había sido brujo. Quién sabe. Sonreí de manera irónica a lo dicho por el individuo que llamaba «amigo» éramos más hermanos, los tres. Junto con Tadeo siempre habíamos sido inseparables, pero lamentablemente cuando nos convertimos en unos adultos, eso ya no fue tan así.

—Amigo, dejame llegar primero a diciembre y después hablemos de fin de año. —le dije para después levantarme y terminar de acomodar mis cosas.

Él iba a llevarme a la terminal y después volvía al depto.

Cuando terminé, guardé la guitarra en su estuche y salí del cuarto con mis valijas. Pedro me palmeó el hombro, agarró las llaves de su auto y salimos del departamento.

—¿Cómo va todo con Clara?— pregunté una vez que prendió el auto y salimos del garaje.

—No sé, me encantaría saber en qué situación estamos pero ella va y viene. —dice frustrado. Toqué su hombro en señal de apoyo y después prendí la radio para que la melodía de «You Found Me» de The Fray suene en todos los espacios del auto. Era uno de mis cantantes favoritos en inglés.

Cuando llegamos, ya estaban todos los pasajeros esperando en la fila para que el chófer del micro dé la señal de que podían subir. Miré a todas las personas con detenimiento, pero mis ojos se posaron en una chica que estaba en la misma fila. Su pelo era negro, lacio y le llegaba a la mitad de la espalda, no era muy alta, un metro sesenta, quizás. Su piel era ligeramente bronceada, pero a esa distancia todavía no adivinaba el color de sus ojos.

La mano de mi amigo apretando mi hombro hizo que salga del trance en el que me encontraba.

—Y todavía no llegamos a diciembre. —comenta cerca de mi oído con tono burlón.

Negué y le pegué despacio con el codo—. No digas estupideces.

—¿Fue amor a primera vista lo que sentiste?— continúa con su irritante sonrisa burlona.

—Boludo. —lo insulté entredientes.

Levanta las manos en señal de rendición.

—Y tenés suerte, amigo, van en el mismo micro. —vuelve a apretarme el hombro y yo le dedico una mirada reprendiéndolo y después nos saludamos con un apretón de manos y un abrazo para ya ir al micro que la fila estaba empezando a avanzar. Guardé mis valijas en el portaequipaje y con lo único que subí fue con la guitarra.

Empecé a ver si quedaban asientos vacíos pero no encontré ninguno, seguí avanzando entre las personas y pude ver a la chica que sin querer me quedé analizando antes de subir. Tragué saliva y me senté al lado suyo, ella abrió los ojos y me miró.

—¿Te molesta que me siente acá?— le pregunté y ella negó tímida, después volvió a apoyar la cabeza en el respaldo y cerró lo ojos, supuse que se quedó dormida. Tomé su misma postura y también cerré los ojos, no sé bien cuántos minutos pasaron pero volví a abrirlos al darme cuenta de que no podía dormir.

Miré a la chica que estaba al lado mío y sonreí, así de la nada se me escapó una sonrisa al ver lo linda que se veía dormida, y con la carita de ángel que traía. Negué para eliminar todo tipo de pensamientos, pero no pude evitarlo.

Saqué mi cuaderno de canciones y volví a mirarla por muy cortos segundos.

« Nada, no me falta nada, cuando estamos juntos, cuando estamos solos...»

Puse puntitos suspensivos al saber que seguiría algo más ahí, pero todavía no sabía con qué acompañar a esa frase.

Seguí escribiendo palabras sueltas todo el tiempo que duró el viaje: dos o tres horas, no estaba seguro.

«Tu pelo negro»

«Los dos solos, tan enamorados»

Sonreí porque lo que me quedaba era armar la canción, pero la mitad de la letra ya la tenía. Cerré el cuaderno y lo dejé en mis piernas, me quedé inmóvil cuando sentí que su cabeza cayó sobre mi hombro, y así se quedó unos minutos, hasta que el micro paró.




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