BELLA
Una casualidad accidentada
3 de diciembre 2023
Domingo por la mañana me levanté a las siete, casi me mata mi prima, pero era así, en vacaciones de verano no podía dormir hasta muy tarde, y menos si la luz del sol me daba justo en la cara como ese día.
Me metí al baño y me di una ducha de agua fría, tardé veinte minutos, salí en toalla y Vicky seguía durmiendo muy plácidamente. Busqué qué me pondría para ese día y después de rebuscar un par de minutos, me decidí por un short de jean clarito y una musculosa de breteles finitos que me quedaba arriba del ombligo, y mis Converse negras con un poco de plataforma. Me puse una gargantilla negra con dije de corazón plateado y me peiné el pelo para dejar que se secara con el aire mañanero que brindaba ese domingo soleado.
Bajé las escaleras a las ocho y ya estaban todos desayunando menos mis primos.
El desayuno fue divertido, no paraban de hablar, sobre todo mi tío y mi papá. Mientras estaban todos prestando atención a lo que ellos decían, agarré el teléfono y fui a chequear la historia, aunque sabía que no era tan buena como me hubiese gustado, tenía una leve esperanza de que sea leída. Sonreí al ver los quinientos vistos que tenía.
Me levanté de la mesa después de haber agradecido por el desayuno y fui a la pieza para ver si mi prima estaba despierta, cuando no la vi en la cama, supuse que estaba en el baño, así que la esperé.
Apenas salió de este me tiré sobre ella haciendo que ambas caigamos en la cama
—¡Quinientas personas leyeron en tres días!—grité emocionada. Ella no tenía ningún tipo de expresión más que el de una persona que se acaba de levantar y no quería que la molesten.
Salí de encima suyo y ella se sentó—. Explicame de nuevo, prima. —me pide con un bostezo.
Respiré para calmar mi ansiedad y volví a abrir la boca—. Revisé los vistos de la historia que publiqué y ¡son quinientos!—eso último volví a decirlo con un grito muy emocionada.
Pese a que recién se levantaba, se emocionó y ahora ella me tiraba de espaldas en la cama.
—¡Viste que te dije!— reconoce emocionada—, y todavía no terminó el año. Te aseguro que esa cantidad va a subir.
Dejé que ella terminara de prepararse para bajar y después decidimos ir a la playa. Me prestó un gorro para que el sol no me diera en la cabeza. Avisamos que íbamos a irnos y preparamos la canasta con el equipo de mate y unas galletitas de chocolate.
Estuvimos lo que quedaba de la mañana tomando sol abajo de una sombrilla, tomamos mate y hablamos un rato. En ese tiempo que estuvimos ahí, mi ex me llamó por lo menos veinte veces, rechacé cada una de las llamadas porque no quería saber nada de él, aunque pasaron unos meses me dolió lo que me hizo, tiró cinco años de relación a la basura, eso es lo que más bronca me da, y más me jodía saber que no lo había superado todavía.
Después de nuestra ruptura, fue a buscarme tres veces pero no le di ni la hora, estaba muerto para mí, y no quería ni pensaba darle el gusto de abrir esa herida de nuevo.
—¿No pensás atender?—me pregunta Vicky cuando vuelve a sonar el teléfono y su nombre aparecía en la pantalla.
Suspiré con frustración y negué—. No, ni ahora ni dentro de mil años, es una mierda y no quiero saber nada más de él. —respondí poniendo el teléfono en silencio y lo guardé en la canasta.
—Sabés que podés contar conmigo, ¿no?—me recuerda y yo asentí.
Llegó el sol de mediodía y habíamos decidido que iba a ser mejor que volvamos antes de quedar como pollo frito bajo ese sol que parecía no tener piedad de los seres humanos que caminaban por las calles.
Llegamos a la casa y mi prima se tiró en el sillón, me saqué el gorro playero y agarré el teléfono entre mis manos para sacarle el tono silencioso. Iba a sentarme en el sillón individual pero el timbre de la puerta sonó.
—Prima, ¿podés atender?— me pide ella, la miro de reojo y sin más remedio, fui hasta la puerta.
Cuando abrí y vi al chico parado frente a mí que dio un paso para adelante con intenciones de pasar a la casa, cerré la puerta de golpe, haciendo que este individuo se golpeara sin querer y me tapé la boca. Quería abrir de nuevo para ver si estaba bien, pero no pude. Era demasiado cobarde. Era el chico del micro, al mismo que le llené de baba el hombro, ¿qué hacía ahí?
—¿Quién era?—pregunta Vicky levantándose. No respondí, seguía estupefacta, apenas abrió, una sonrisa se dibujó en su cara—. ¡Pablo! —dice y lo abraza.
—¿Cómo andás, Vick? —yo era la única que le decía así. Ella lo hace pasar y yo lo miré apenada.
—Ella es mi prima Isabella. —la miré con mala cara porque ella sabía que yo odiaba que me dijeran así.
—Bella, podés decirme Bella. —le dije con un beso en el cachete—. Y te pido perdón por lo de recién. —dije defendiéndome—. Fue un impulso al verte, perdoname.
—Tranquila, no pasa nada. —responde amable—. Soy Pablo. —le sonrío.
Se tocaba muy seguido el puente de la nariz, se ve que le hice muy mal. ¡Dios! Quería que la tierra me tragase de una vez.
—¡Gordo!— dice mi primo apenas lo ve. Seguíamos en la puerta.
—¿Cómo andás gordito?— se abrazan.
Ninguno de los dos tenían esa estructura física así que supuse que se decían así de cariño.
—¿Qué te pasó en la nariz?— pude ver que la tenía un poco roja.
—Nada, se me ocurrió besar la puerta. —dice divertido.
—Bella le cerró la puerta en la cara. —responde mi prima.
Los tres se quedaron viéndome y yo sentí como mis cachetes se ponían colorados. ¿Por qué siempre me pasaban a mí los momentos más vergonzosos?
—Nos “conocimos” en el micro. —dice el pelinegro. Mis dos primos abrieron los ojos a más no poder—. Nos sentamos juntos, nada más.