Bella
Conociendo al amor
5 de diciembre 2023
El timbre sonó y como no había nadie cerca y yo justo bajaba las escaleras, fui a abrir, al hacerlo y encontrarme frente a frente con esa persona, casi me desvanecí.
—Hola, guapa.—dice con una sonrisa de suficiencia.
No dije nada, cerré la puerta en su cara, justo como había hecho hace dos días con Pablo, pero la diferencia es que con Liam lo hice porque quise. Respiré hondo, me acomodé la ropa, y el pelo. Iba descalza, con un short de jean claro y una remera gris que me llegaba a los muslos. Abrí de nuevo y esa sonrisa ya fue reemplazada por una de molestia.
—¿No te enseñaron que es de mala educación cerrar la puerta en la cara?—se tocaba la nariz con mueca de dolor.
—¿Qué hacés acá?—me crucé de brazos—. ¿Cómo me encontraste? ¿Qué, ahora se te da por ponerme un puto chip rastreador?—pregunté enojada.
Ríe—. No—dice divertido—. Sino que vi en el Instagram de tu prima la ubicación, y decidí venir a verte para hablar.—en ese momento la maldije en todos los idiomas posibles por haber hecho que este imbécil se apareciera por acá.
—Que mal, porque yo no te quiero ver ni en figurita.—quise cerrar de nuevo la puerta en su cara pero puso la mano evitándolo.
—Manejé cinco horas para venir a hablar con vos, no me voy a ir hasta que podamos hacerlo, y no me merezco que me cierres la puerta en la cara.
Lo miré con cinismo y la cabeza ladeada.
—Yo no te pedí que lo hicieras, no pedí nada de vos. Y es verdad, te merecés una patada en la parte baja,—señalé con la cabeza—pero por el momento, te cierro la puerta en la cara.—vuelve a poner su mano firme, sin más remedio tuve que volver a abrirla, rodeé los ojos y lo miré.
—¿Puedo pasar?—volví a poner los ojos en blanco y me hice a un lado, pero después lo pensé mejor y antes de que pase, puse mi mano en su pecho y lo detuve.
—Salgamos al parque mejor, total, no te vas a quedar por mucho tiempo.—se aparta de la puerta y me hace un ademán para que vaya yo primero.
Nos pusimos debajo de una palmera y nos quedamos unos segundos en silencio. De solo verlo me crecía un nudo en el estómago.
—Bella, yo...—al ver como dudaba, puse mi mano frente a él para que pare.
—Intentá ser breve, no tengo todo el tiempo del mundo.
—Te amo.—guau, eso de ir directo al grano se lo tomó muy en serio. Me tomó tan de sorpresa que me quedé sin habla, no sabía qué decirle.
—Si de verdad me amaras, lo demostrarías con hechos, no con palabras.—dije acercándome, no despegué mis ojos de los suyos, tomé mi postura normal—, porque con palabras, todos somos buenos, pero con hechos, es más difícil.—relame sus labios, parecía nervioso.
—Yo te amo, y sí, puede que en un momento llegué a confundirme, no entendí que tanto te amaba, hasta que te perdí. Y eso me tiene jodido.—se agarra la cabeza.
«No caigas, son mentiras, intenta endulzarte, pero vos no sos así, no te doblegues, no dejes que te domine, no otra vez».
Me repetí mentalmente.
Liam siempre fue así: tan lindo como farsante. Tan dulce, con palabras bellas, pero te manipula. Intenté mil veces deshacerme de sus redes, no caer, pero siempre me endulzaba el oído, y terminaba cediendo. Dándole otra oportunidad, y otra, y otra. Pero ya no más. Me prometí a mí misma que ya no más. Soy más fuerte que eso.
«Él se merece la misma mierda que da. Y vos sos oro puro»
Esas fueron las palabras de mi prima cuando me vio llorar por él. Y quizás era hora de tener un poco de amor propio, y que se joda al que no le guste. Nunca más voy a hacerme sentir menos por alguien, y mucho menos por alguien que me ve y me trata como una mierda. Así como que nunca voy a dejar mis sueños por otra persona.
—Liam—pronuncié con una sonrisa, tan falsa, como lo fue él al decirme mil veces que iba a cambiar—. Te quise, no sé si lo que te di fue suficiente, o por ahí te di demasiado que te aburrió—niega, pero no lo dejo interrumpirme—. Por mucho tiempo pensé en vos, olvidándome así, de pensar en mí, pero se terminó. Viniste hasta acá como un puto acosador, y te vas a ir, con el jodido rabo entre las patas. No te quiero volver a ver, fuiste para mí, y si te tomaste la molestia en venir hasta acá, fue para seguir manipulándome, pero no te quiero volver a ver.—me levanté y lo invité a que haga lo mismo—. Te vas.—le ordené señalándole la salida.
—Te vas a arrepentir.—dice y antes de dejar que se fuera, yo también hablé:
—Más te vas a arrepentir vos por haberme perdido, te lo advierto.—asiente sarcástico y se acerca. Me agarra la muñeca.
—¿De verdad ya no me querés más?—no supe descifrar si su tono era amenazador u otra cosa, pero no bajé la mirada en ningún momento.
—No sé, pero lo que sí tengo claro es que lo nuestro se terminó.—no me soltó, pero tampoco me lastimaba.
—¡Hey! ¿Qué hacés? Soltala.—la voz de mi primo se escuchó, giré mi cabeza para el lado de la casa y estaba él y Pablo.