Volver a Diciembre

9

BELLA

 

Odiosa visita

 

—¿Y qué pasó?—pregunta por décima vez.

—Nada, ya te dije que no pasó nada. —repetí otras mil veces más—. Miramos el cielo, las estrellas, y hablamos un poco del amor frustrado de cada uno.

—¡No te creo! —dice alzando la voz un poco indignada y con intriga—. No te creo que hayan dormido bajo el cielo estrellado y que no haya pasado nada. —parecía indignada por lo que no pasó.

—Vicky, no entiendo qué querés que te diga. Me pedís que querés la verdad, pero cuando te la digo, no me creés. —le reproché, ahora yo estaba alzando la voz indignada.

—¿Ni siquiera un besito?—insiste y yo niego.

Estábamos “peleando” por algo sinsentido en la cocina con la presencia de la abuela, quien se reía por nuestra conversación.

Hace media hora me tenían presa de su intriga, las dos. Porque la abuela estaba incluida. Por lo menos ya sabía de dónde Vicky sacó la insistencia constante, y la irritante pasión por el chusmerío.

—Nadie puede negarse al amor, ni siquiera la persona más fría del mundo. —dice la abuela con el tono de sabionda que muchas veces tenía, y le añadió una sonrisa—. Somos seres humanos, querida, nadie se resiste al amor ni aunque lo quieras. Además, está bien sentir.

—Abuela, yo no dije lo contrario, sino que ustedes se están haciendo una película que no es.

Besé la sien de Vicky y le tiré un beso a mi abuela para después salir de la cocina. Era mejor salir cuanto antes de ahí porque me iba a explotar la cabeza.

Apenas crucé la puerta hacia el living, mis ojos se cruzaron con los de Pablo, le sonreí y subí las escaleras. Nos llevábamos bien, pero el que mi abuela y mi prima me hayan hecho las suposiciones que me hicieron, me hizo ponerme nerviosa a la hora de cruzar miradas con él. Por eso no emití sonido y preferí subir las escaleras, gracias al cielo que no se le dio por frenarme y hacer que lo encare, porque no estaba lista.

Una vez en la segunda planta, entré al baño sin tocar, supe que fue un error cuando vi a mi primo y me di cuenta de que sí estaba ocupado, le pedí disculpas y cerré la puerta de inmediato, sin embargo, me quedé ahí quieta para pensar en lo que pasó. El segundo que lo vi bastó para darme cuenta de que no estaba bien. Pude ver que estaba con las manos apoyadas en la bacha del baño y la cabeza gacha. Estaba mal, lo supe.

Sin embargo, esta vez toqué, al escuchar que me decía «ocupado» no me importó. Abrí la puerta con cuidado para que no reaccionara de mala manera por interrumpir su privacidad, y poco a poco fui entrando al baño.

Estaba llorando—. ¿Estás bien?—sabía que era una pregunta estúpida pero fue lo primero que me salió.

Cerré la puerta atrás mío y me acerqué a él a pasos lentos. Él asintió a mi pregunta, pero no le creí ni media palabra. Algo lo estaba lastimando, y quizás era eso de lo que no quiso hablarme antes.

—Tadeo...—lo llamé para que me mire, pero se rehusaba. Puse mi mano en su hombro y así me gané su mirada.

—No—hace una corta pausa—. No estoy bien, lo admito, nada está bien.—me abraza.

Acto que me sorprendió ya que él no era muy afectuoso, mucho menos conmigo. Le devolví el abrazo, apoyé mis manos en su espalda lentamente creyéndome que de verdad él me había abrazado.

—Vamos a hablar a otra parte. —le susurré con cuidado, creyendo que se iba a negar, asintió y se separó de mí.

Otra vez quedé sorprendida. Tenía que estar realmente mal para que quisiera hablar conmigo. Pero no me quejé, él me necesitaba en ese momento y yo iba a apoyarlo, sea lo que sea iba a cuidarlo, pero sobre todo, a apoyarlo.

Entramos en mi cuarto y nos sentamos en la orilla de mi cama. Nos quedamos en silencio unos minutos: yo viéndolo a él y él viendo hacia abajo evitando mi mirada. Porque sé que lo hacía, no quería verme a los ojos, o no podía.

Decidí darle todo el tiempo del mundo para que se abra conmigo, que saque lo que siente, y que de una vez pueda ser libre del secreto que lo estaba atormentando.

—No quiero decepcionar a nadie, ¿sabés? Mis intenciones nunca fueron que todos me odien, o que me vean como una decepción. —puse mi mano en su hombro brindándole apoyo, ¿por qué pensaba tal cosa?

—Nadie piensa eso de vos, Tadeo. —le dije con la voz dulce. Sonríe de manera irónica. Desde que llegamos al cuarto, no había conseguido su mirada.

—Eso es porque nadie sabe la verdad.

—¿Esa verdad... es algo malo?—por primera vez, sus ojos marrones se encuentran con el azul de los míos.

—¿Para vos, que me gusten los chicos es algo malo?—cuando soltó aquello me quedé helada sin saber qué decir o cómo reaccionar.

¡¿Qué?! Él es... Imposible.

No digo que sea algo malo o que... Bueno, tenía que dejar de pensar y responderle algo para que no se sintiese peor de lo que se sentía.

—No...—negué rápido—. Tadeo...—pronuncié y toqué su cachete para eliminar una lágrima que se resbalaba por él—. Me imagino que no es fácil para vos todo esto. —niega.

—Lo saben mis dos únicos amigos, y no puedo decírselo a mi familia, cuando... es en quien más tendría que confiar, ¿no?— lo abracé atrayéndolo hacia mí con una mano en su nuca. Sentí cómo empapó mi pecho con sus lágrimas pero no me importó.

Una de mis manos rodeó su cuello y la otra estaba en su nuca dándole pequeñas caricias.

—Entiendo que para vos no debe ser fácil cargar con este secreto, te entiendo, pero...No estés mal, ya cuando todo deje de ser un secreto vas a sentirte más aliviado. Creéme. —dije en medio del abrazo.

—Perdón.—se disculpa alejándose del abrazo, negué con una sonrisa—. Necesitaba decirlo, hace mucho que guardo con este secreto y ya pesa. Cada vez que... Me preguntan si... Tengo novia o cuándo voy a llegar a presentar a una chica. —dice perturbado. Toqué su mejilla y sonreí.




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