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Pablo

 

Para cocinar hay que cocinar con amor y... Un poco de harina

 

 

15 de diciembre 2023

Salí de mi cuarto y justo salía Bella del suyo, nos quedamos uno frente al otro, viéndonos, yo por mi parte sentía nervios, sin explicación alguna porque solo estábamos mirándonos.

—Hola. —decimos los dos al mismo tiempo.

—¿Te gustaría querer ir a merendar algo conmigo?—pregunté y ella rió nerviosa mientras asentía.

Bajamos las escaleras y fuimos a la cocina. Decidimos preparar las famosas galletitas de chips de la abuela Esther. Me puse un delantal de cocina y cuando ella iba a agarrar la harina para verter en el bowl, la freno.

—Primero, esto. —digo señalándole un delantal que tenía dibujitos de renos. Ella sonríe y como tenía las manos llenas de harina la ayudé a ponérselo. Me puse atrás suyo para poder atarlo—. Ahora estás lista.

Dije y arrancamos a cocinar.

Hicimos todo en conjunto, reíamos por lo torpe que éramos cocinando, no iba a negar que era el peor haciendo las tareas culinarias.

Puse un poco de harina en mi dedo índice y me acerqué a ella—. Tenés algo... Ahí.—dije manchando su pómulo con harina, ella ríe y me tira un poco a mí.

 —¡Ey!—dice cuando se la devolví ensuciándole el pelo, que en ese momento lo tenía atado en una cola alta.

Seguimos con nuestro jueguito y cuando ya estábamos muy sucios con harina ella quiere tirarme un puñado más pero agarro su mano en el aire, quedando así muy cerca del otro con una sonrisa en nuestras caras.

—¿Qué capítulo nos estamos perdiendo?— se escucha la voz de María apareciendo justo con Vicky, la mamá de isa y la abuela. Ambos las miramos y después volvemos a vernos a nosotros y nos separamos, carraspeo la garganta nervioso mientras nos limpiamos el abdomen.

—¡Isabella!—dice su mamá viendo el quilombo de harina que habíamos hecho.

—No se enoje con su hija, la empecé yo.

Vick y la abuela compartían miradas cómplices y una sonrisa pícara, eran tal para cual.

—No te enojes, María, para cocinar hay que cocinar con amor, diversión y... Un poco de harina... O mucha harina. —nos defiende la abuela. Ambos sonreímos apenados.

María suspira resignada a lo dicho por su suegra.

—Por favor, chicos, limpien antes de que me dé un infarto. —responde. Ella siempre fue limpiadora compulsiva y el ver la cocina hecha un desastre hacía que se le baje la presión.

María se fue acompañada por su cuñada y su suegra, nosotros nos quedamos a limpiar y después terminamos las galletitas.

Todo eso mientras Vicky estaba sentada en la banqueta viéndonos con una sonrisa de oreja a oreja y disfrutando de unos ricos mates, de los cuales, nos llagaba uno cada muerte de obispo. Cuando terminamos de cocinar, fuimos a bañarnos, cada uno a su baño, por supuesto, ya que estábamos llenos de harina de los pies a la cabeza.

Fue uno de los momentos más divertidos y lindos que viví con ella, sin mencionar que incómodo también fue.

 

 

«Cuando te vi supe que eras vos
quien iba a entrar a este corazón,
para amarlo como nadie lo amó».




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