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Bella

 

Mi sueño de Navidad

 

24 de diciembre 2023

Abrí mis ojos y al darme cuenta de la fecha, una sonrisa enorme se instaló en mi cara, me levanté de un salto y Vicky me tiró un almohadón porque la había despertado. Pero no me importó, entré en el baño, me lavé la cara y los dientes, me acomodé el pelo y sonreí frente al espejo. Salí del baño y recién ahí miré la hora en mi teléfono: las siete y media de la mañana. Con razón Vicky estaba tan enojada que me tiró un almohadón, y eso era porque fue lo que tenía más a mano.

Busqué ropa en mi placard y me saqué el pijama para ponerme un short rosa de jean con una pupera blanca y mis zapatillas rosadas con plataforma blanca.

Pasé la mañana ayudándole a la abuela a cocinar para la noche, éramos las únicas dos que nos levantamos temprano. Hicimos unas galletas para desayunar y otras para más tarde, también hicimos un biscochuelo que más tarde iban a rellenar mi mamá y mi tía, y después nos sentamos a desayunar mientras poco a poco iban cayendo todos para unirse al desayuno.

A las once de la mañana decidieron armar el arbolito, yo les había dicho que se armaba una o dos semanas antes pero así quisieron ellas. Incluso vinieron los padres de Pablo, me cayeron muy bien, él es igual a sus progenitores: sacó el pelo negro azabache de ambos, pero el de él era más oscuro, como el de su papá. Y los ojos iguales a los de la madre, pues, su padre tenía los ojos negros.

Mientras adornábamos la casa, me pidieron a mí que vaya con alguno de los chicos a comprar más adornos porque faltaban para la mitad de los arbolitos. Pablo decidió acompañarme.

Decidimos ir caminando para disfrutar un poco de lo que quedaba de la mañana.

Ambos parecíamos nerviosos ya que nos quedamos en silencio un buen rato. Yo estaba nerviosa porque no le había dicho lo que España, a nadie, Vicky era la única que lo sabía, y no sé cómo decírselo a Pablo.

Después de un rato, él decidió romper el silencio—. ¿Emocionada por esta noche?

Sonreí—. Mucho. ¿Y vos?

—Me agrada, sí. —fue su respuesta. Yo enarqué una ceja.

—¿Te “agrada”?—repetí incrédula—. ¿Solamente eso?

—Bueno, me gusta, me gusta mucho. —responde y yo sonreí irónica.

—Osea que te da igual.

—No, no me da igual. Me gusta la navidad, creo que es mágica y bonita, y comida gratis. —reí.

—No, vos comés gratis. Pero no es gratis. —le corregí con una sonrisa. Asiente de la misma manera.

Entramos a un bazar donde vendían lo que estábamos buscando y compramos gran cantidad. Él encontró un muérdago y también lo metió al carrito, levanté las dos cejas y lo miré, él me sonreía.

—Algo me dice que la navidad va a ser más bonita de lo que ya me parecía. —dice mientras sigue caminando como si nada. Mis cachetes ardieron al instante. Dios, no... No quería ponerme roja ahora. Ni siquiera estaba segura de que hablaba de mí.

«Vos y yo sabemos que sí habla de nosotras, querida»

Opina mi subconsciente, haciendo que esos pensamientos me pongan más roja de lo que estaba. Fingí ver otros estantes donde le daba la espalda para que no viera mi estado.

Después de quince minutos salimos del local, pagamos y la chica nos dio una bolsa y nos deseó feliz navidad, y nosotros a ella.

Estábamos en silencio, pero no era incómodo, me gustaba cómo se sentía el silencio a su lado. Nunca era incómodo, más bien disfrutábamos de la compañía del otro, al menos por mi parte era así. Pasamos por al lado de una florería y y él sonrió para detenerse a mirar las flores.

Agarró una rosa roja, la pagó y cuando volvió a mí, me la tendió, era de mis flores favoritas.

—¿Cómo...?—intenté preguntar pero me quedé muda con la mano en la rosa, él acaricia uno de mis dedos que la sostenían y después bajó su mano.

Cuando estaba con él me olvidaba de todo lo que nos separaba, incluso de España.

—Tengo una muy buena fuente de información. —sonríe orgulloso y seguimos caminando.

En ese momento se me vino a la mente una sola persona, o dos. Pero la primera para mí era la más obvia: Vicky. La segunda opción era su hermano, pero ella me conocía mejor ya que con Tadeo hablábamos muy poco.

«Es un divino...»

No sé cómo no hice para derretirme de amor ahí mismo. Nunca habían hecho algo tan lindo por mí. Ni siquiera Liam, en los cinco años de relación nunca me regaló una rosa roja, creo que ni siquiera sabía que me gustaban. Y estuvimos juntos cinco largos años. Y a Pablo lo conocía hace casi un mes.

«El mejor mes de toda mi existencia»

Veinte minutos después llegamos a casa e intenté disimular la sonrisa y los cachetes colorados. Nos dedicamos una última sonrisa y fui a la cocina a buscar un frasco vacío y ahí poner la rosa. No iba a usar una jarra demasiado grande para una sola flor. Era hermosa, y tenía un olor precioso. Suspiré y la dejé en mi escritorio.

La puerta del cuarto se escucha interrumpiendo el momento y voy hacia ella, no era Vicky, no tendría por qué tocar siendo su habitación. Cuando la abrí, vi a Tadeo parado, sonriéndome con una sonrisa totalmente nerviosa, nunca se la vi antes, le hice un ademán para que pase y nos sentamos en la cama.

—¿Te puedo robar cinco minutos?— pregunta apretando sus manos nervioso, le sonreí con tranquilidad y asentí.

—Sí, claro. —le respondí atenta.

—Pensaba hablar con mis viejos, bah, con todos. Los abuelos, hasta con tus padres. —sonreí inspirándole confianza. Era muy fuerte al tomar esa decisión—. Y... Pensaba que... No sé, lo único que tengo claro es que no voy a poder solo, te necesito a vos y a Pablo.

—Contá con nosotros. —dije sin pensar. ¿Cómo no iba a apoyarlo? Él es mi primo, nunca tuvimos una relación muy cercana pero tampoco nos odiábamos, digamos que... nos hablábamos lo justo y necesario. Pero ahora que nos volvimos a encontrar después de un año y medio sin vernos, este verano nos hicimos más unidos.




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