BELLA
Todo quedó en diciembre, aunque nuestro amor sea para siempre
Año nuevo
Desde ayer que no hablo con Pablo, en la cena nos habíamos sentado juntos para apoyar a Tadeo, se destapó, dijo lo que sentía, nadie había dicho nada por un momento, bueno, por unos largos minutos, pero el tío... Lo único que hizo fue levantarse e irse a su cuarto, esto estaba mal, hoy era fin de año y ellos iban a estar distanciados.
Por otro lado, Pablo; después de la cena de anoche no volvimos ni a rozarnos, por poco y no nos dirigíamos miradas, o bueno, él a mí, yo intentaba pero no podía, necesitaba verlo, y saber si él me miraba a mí, me moría por ir y abrazarlo, darle un beso y decirle que lo quería, pero él tenía sus propios sueños, tenía que volver a La Plata, a la escuela de música, ¿cuándo podríamos vernos? Era imposible, además... es mi sueño también, siempre fue mi sueño, y ahora que se está cumpliendo no puedo decir que no, tengo claro lo que siento por Pablo, pero... ¿Y si es pasajero? Soy una persona muy indecisa, y no quiero que dejemos lo que nos hace feliz por algo que no sé cuánto tiempo va a durar.
No quiero perderlo, pero tampoco quiero ni se merece esperarme, lo mejor va a ser... que ambos sigamos nuestros caminos al final de las fiestas.
La noche llegó, yo estaba terminando de maquillarme para después vestirme. Me puse un vestido negro corto, sencillo. Y mis ánimos tampoco estaban como para arreglarme con colores vivos. Lo único de color que tenía era rojo en los labios, y era oscuro, vino. Mis párpados no tenían colores, solamente rímel.
La hora de brindar llegó, un año nuevo se asomaba, y mis ojos ya estaban cristalinos, miré al cielo con ganas de llorar, cuando terminamos de brindar salí de ahí con la excusa de ir al baño. Entré a la casa y las lágrimas ya estaban por voluntad propia.
Corrí escaleras arriba para ir al baño, cerré la puerta tras de mí y me miré en el espejo con el rímel corrido.
«Maldigo la hora en que no decidí comprarme un rímel a prueba de agua»
Mi llanto era fuerte por lo que rogué que nadie entrara a la casa, y mucho menos subiera las escaleras para que no me escucharan.
Estuve unos cuantos minutos ahí. No me había ido y ya estaba extrañándolo.
Me retoqué el maquillaje, o me lo saqué, mejor dicho, dejándome solo el labial para que no se me notaran los labios rojos por llorar.
***
Desperté con pesadez en los ojos, seguramente por todo lo que había llorado a la media noche, después de lavarme el maquillaje, salí del baño sin que nadie me viera y entré en el cuarto, me saqué el vestido y me había puesto el pijama y después había entrado al cuarto de baño de mi habitación para no tener que enfrentar a nadie por los pasillos, si es que alguien subía, después de lavarme la cara y terminar de sacarme el maquillaje, me había metido a la cama y diez minutos después había aparecido Vicky, me hice la dormida hasta que no tuve que fingir más porque los ojos solos se me cerraban.
Esa mañana, todo lo que había llorado se hizo presente, cuando a mis ojos no podía mantenerlos abiertos de lo hinchados que estaban.
Me levanté de la cama y pasé al baño, me lavé la cara con el agua bien fría para ver si la hinchazón de los ojos se me iban. Puse agua en mis manos y las mantuve en mi cara unos segundos, ya los tenía menos hinchados pero decidí disimular con maquillaje. Volví al cuarto y estaba mi prima.
—Feliz año, gorda. —me dice desperezándose.
—Feliz año. —disimulé una sonrisa.
—¿Por qué anoche te fuiste a dormir temprano?—ya me veía venir aquella pregunta.
—Era tarde, Vicky, tenía sueño.
Arruga el entrecejo, la vi por el espejo del tocador, donde estaba sentada—. Prima, no eran ni las doce y media. Además, hubo una época donde para nosotras el término «tarde» eran recién las siete de la mañana. —ahora la que arrugó el entrecejo fui yo.
—Vicky, hablás como si tuviéramos cincuenta años.
Seguimos discutiendo sobre el tema mientras me ponía base y corrector de ojeras.
¡Dos tarros de corrector necesitaría para tapar esas ojeras!
Después de nuestra mini peleita ella se fue al baño y yo me cambié tranquila.
Me puse una remera mangas cortas de color blanca y con un nudo en el abdomen y un short azul oscuro. En los pies mis zapatillas rosadas de siempre. Me fijé si mi maquillaje estaba bien y me peiné el pelo para dejarlo suelto.
Después del desayuno, despedimos a los padres de Pablo y le prometieron a mis tíos que iban a ir más seguido, después de eso, mientras seguían hablando, Pablo se acercó a mi oído provocando que todos mis sentidos se alteraran.
—¿Podemos hablar?— me susurra, yo asentí lentamente y salimos de la casa.
Fuimos a hablar a la playa, en todo el camino ninguno dijo nada, el lugar estaba tranquilo, lo único que se escuchaba era la corriente del mar.
Nos pusimos de frente en la orilla del agua, yo dándole la espalda al mar.
—Estos días no te dije nada porque necesitaba pensar, para mí no es fácil tomar esta decisión y por eso fue más fácil ignorarte, aunque me murieras de ganas de hacer todo lo contrario. —empezó, sus manos estaban en sus bolsillos y su pelo bailando con el viento—. Lo mejor para los dos...—se cortó—, pero sobre todo para mí, es que esto muera acá.—mis ojos se llenaron de lágrimas.
«Morir» era una palabra demasiado fuerte.
— Fue lindo, sí, y fugaz, no sé si no supimos querernos o... te quise demasiado rápido que por eso termina de igual manera, no lo sé, pero no te voy a atar a esto, quiero que cumplas tus sueños y no te preocupes que yo voy a hacer lo mismo.
Se quedó callado, pero supe que había algo más que quería decir—. ¿Pero?—mi voz se quebró sin mi permiso.