Volver a Diciembre

24

Bella

No te puedo olvidar, y me duele

 

 

25 de agosto 2028

Desperté y Andy no estaba a mi lado, saqué el acolchado de encima de mi cuerpo y descalza y con el pijama fui a ver a mi novio, lo vi en la cocina y lo abracé por detrás, lo veo sonreír. Estaba haciendo medialunas para el desayuno, era un amor.

—¿Cómo la ves?—pregunta tendiéndome un pedazo para que lo muerda. Cocina riquísimo, de verdad que sí—. ¿Están de la hostia?—asentí con una sonrisa.

—Están de la hostia.—afirmé contenta.

Nos sentamos juntos a desayunar en silencio, un silencio reconfortante, sin incomodidad, solamente disfrutábamos de la compañía del otro.

Cuando terminamos nuestro desayuno, mientras llevaba las tazas a la pileta del lavado, el timbre suena y enseguida mi novio se acerca a la puerta. Puse el detergente en la esponja justo cuando Andy vuelve.

—Princesa, te buscan.—fruncí el ceño y dejé la esponja en la bacha.

Cuando rodeé la barra, en mi campo de visión aparece Tadeo, tardé unos segundos en reaccionar pero fui hasta él y lo abracé.

—¡Prima, te extrañe!—me levanta haciendo que mis pies queden en el aire.

—¿Qué hacés, cabronazo?—le respondí una vez que estaba pisando tierra y acuné su cara en mis manos—. ¿Cómo sabías dónde estaba parando?

—Tengo mis contactos.—y ya sabía de qué contacto estaba hablando.

Después de nuestra pelea, pensé que no era bueno que nos peleemos, después de todo, llevábamos tiempo sin vernos, y entendí que lo que ella hizo, fue únicamente por mí.

—Es una bocaza.—dije negando.

Y ella sabía donde quedaba el departamento porque vino a visitarnos dos veces, además, la muy chismosa como sabía que estaba de novia no aguantó y quiso conocer a Andy, y se llevaron bien. Y ahora me cae él de sorpresa, es una locura lo mucho que los extrañé.

—¿Y cómo va tu vida desde que te viniste para acá?—pregunté mientras hice tres cafés más.

—Bien, la verdad es que me va mejor de lo que esperaba.—sonreí y llevé dos cafés a la mesa y Andy llevó el tercero. Toma un sorbo de café y añade—: no sé si te enteraste, pero con los chicos abrimos un bar.—abrí los ojos sorprendida pero suavicé mi expresión al toque.

Que raro que Vicky no me haya dicho nada, seguro que no quería mencionarme a Pablo delante de Andy.

—¡Que locura!—dije emocionada—. Felicidades, colega.

Él me mira expectante—. Confieso que me pone un poco nervioso que me hables en gallego.

—Llevamos muchos años en España, y alguna que otra palabra se nos pegó al vocabulario.—responde mi novio.

—Soy muy comprensivo, y sé que voy a terminar por acostumbrarme.—sonreí y agarré de la mano a mi primo, estaba contenta por tenerlo acá—. Después te paso la ubicación del bar para que vayan a disfrutar de buena comida, buena bebida, y sobre todo, buena música.—nos guiña el ojo.

¿Es a mí o mi primo le estaba tirando onda a mi novio? Solo me causaba gracia. Sonreí por lo que nos dijo. Pero el echo de pensar que Pablo va a estar en ese lugar me causa un dolor en el pecho tremendo.

—La banda hizo que atraigamos a mucha gente, y casi todas las noches está repleto.—dice emocionado, y a mí también me emocionaba.

—¿Quiénes son los miembros de la banda?—pregunta Andy interesado.

—Somos tres: Pedro, Pablo y yo. Tenés que ir a escucharnos, no es por presumir, pero lo hacemos muy bien, Bella es testigo de eso.—me señala y yo asentí.

—Es verdad, lo hacen muy bien.

—Solamente nos escuchó a Pablo y a mí, pero los tres juntos, es otro mundo.—sigue hablando de Pablo y mi dolor en el pecho aumenta.

—Ahora vengo.

Salí de la cocina porque tenía ganas de llorar, y me encerré en el baño. Me tapé la boca y la nariz con una mano para ahogar un sollozo y las lágrimas acumuladas estos días aparecieron, e hice lo que no debí hacer, mandarle un mensaje.

«Sé que estás con alguien y que sos feliz, pero no te puedo olvidar y tu recuerdo me duele, Pablo, es una jodida tortura, perdón por todo el dolor que te causé, que nos causé, perdón por haberte hecho infeliz, haberme ido sin decirte que te amo, perdón por todo lo que dije, incluso lo que no dije, te pido perdón aunque me odies, y aunque
pasaron cuatro años, lo nuestro no se borra con el pasar del tiempo, sin importar lo rápido y fugaz que fue».

Le escribí aunque después me odie, aunque sé que no debí hacerlo. Le escribí y ya era tarde para retractarme porque lo envié, y lo vio. Dejé el móvil en el mueble del baño, asustada, como si me temiera lo que podía llegar a escribirme, y mientras esperaba su respuesta, que nunca llegó, seguí llorando, no tenía el derecho, pero estaba llorando porque su recuerdo arde. Sus besos. Sus caricias. Su mirada cargada de amor, de ternura. Ya no quedaba nada de eso, porque todo quedó en diciembre, menos lo que siento por él.

Me clavó el visto, no fue capaz de contestar.

«¿Qué te creías? Es obvio que no te va a responder, no seas ingenua» responde mi voz interior. Y lo peor, es que muy en el fondo, sabía que él no iba a contestar.

Me miré en el espejo, y me lavé la cara con agua fría, no quería que ninguno de los dos chicos que estaban en la cocina, se den cuenta de que estuve llorando. Y todo eso lo tuve que disimular con maquillaje.

Volví con los chicos—. Dale, colega, hoy vamos a darnos una vuelta por ahí.—justo se estaban dando la mano porque Tadeo se estaba yendo.

—Chau, preciosa.—besa mi cabeza en medio del abrazo. Se va.

Sonreí mientras juntaba las tazas—. ¿Por dónde nos vamos a dar una vuelta?—era lo único que había captado de la conversación.

—¿Te apetece que en la noche vayamos a conocer el bar?—me quedé estática cuando me dijo eso, y tuve que poner mi mejor sonrisa.




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