Pablo
Aprendí que hay amores que se dejan ir, pero no se van, aunque se vayan
Después de dejar a Val en casa, llevé a Tadeo a la casa donde vivía con Pedro, y me quedé un rato con ellos.
Apenas entramos, le reproché:
—Sos un pelotudo, hermano.—me mira indignado, aparece mi otro amigo con cara de “no quiero estar acá”.
—¿Por qué?—se defiende.
—¿Qué pasó?—pregunta Pedro tendiéndome la mano con un mate.
Lo señalo a Tadeo con bronca—. Le dijo a Valentina que estuve con Isa, y ahora piensa que estuvimos...—le hice una seña media rara.
—Le dije que se acostaron.—responde Tadeo como si nada.
—¿Y no fue así?—pregunta el otro con curiosidad y una sonrisa.
—No, nunca estuvimos juntos en ese sentido.—me rasqué la nuca nervioso—. Y ahora Valentina está con ganas de matarme porque le dije que no pasó nada entre ella y yo.
—Ella y yo, dos locos viviendo una aventura castigada por Dios—empiezan a cantar mis amigos. Me mordí el labio y negué con bronca, y bueno, no les voy a mentir, un poco de gracia me daba, hasta que Tadeo se da cuenta y se separa de mi amigo.
—Me acordé—lo señala—. Vos sos un traidor.—Pedro me mira confundido y después a él.
—¿Yo qué...?
—Vos te estás comiendo a mi hermana.—Pedro no sabía dónde meterse, estaba rojo peor que un tomate.
—Gordo, calma...—intentaba tranquilizarlo él.
—No me calmo nada.
—Gordo, calmate, no es para tanto.
—Vos lo decís porque no es tu hermana.—me dice, suspiré e intenté de nuevo.
—Tu hermana ya es lo suficientemente grande como para hacer lo que quiera, y Pedro también.—lo soltó con rabia.
—Me voy a bañar.—dice enojado.
Pedro suspira aliviado y ambos nos sentamos a tomar unos mates, listos para cambiar de tema y cortar esa mala tensión.
—¿Cómo te preparás para tu boda? No sé si te acordás, pero es en un mes.—asentí frustrado, él supo al instante que no quería hablar de eso.
Me rasqué la nuca y lo miré, él estaba con expresión confundida.
—Pablo, ¿vos estás seguro que te querés casar?—negué.
—No sé.—susurré con agotamiento.
Val es linda, bah, muy hermosa, pero siento que por ella no siento más que amistad. Me encantaría quererla como a una novia, o mejor, como a una esposa. Pero no puedo verla con esos ojos. Pensé que si llegaba a salir con alguien más iba a poder olvidarme de ella, pero miren a la situación que llegué. Se me fue de las manos.
—¿Seguís enamorado de ella?—pregunta y acierta.
Asentí con lentitud dándole la razón.
—Soy un tarado, ¿no?—niega.
—Sos un hombre enamorado, y eso no es sinónimo de tarado.—palmea mi mano que estaba hecha un puño en la mesa—. Entiendo por lo que estás pasando, y no es malo, al contrario. Se encontraron después de años y se dieron cuenta de que todavía hay algo, y ella también lo sabe, se dio cuenta, porque si hay algo que Bella no es, es estúpida.—lo miré—. Pablo, ustedes tienen suerte, encontraron en un mes lo que personas llevan buscando toda una vida. Y eso es de admirar.
Sonreí y tomé un mate.
Pedro tiene razón, hay gente que lleva toda una vida buscando un amor como el que yo siento por Isa, y a mí me bastó verla un instante, ni siquiera habíamos hecho contacto visual cuando captó mi atención. Y eso nunca me había pasado.
«Quizás no te he escrito, pero te he extrañado.
Quizás no te he visto, pero te he imaginado.
Quizás no te he buscado, pero te he pensado».