Volver a Diciembre

30

Bella

Yo voy a quedarme y vos te vas a ir

 

Desperté con la sensación de que mi cabeza iba a estallar, me dolía mucho. Estiré mi mano para alcanzar mi celular y vi en la pantalla que daban las cinco de la tarde. Me senté en la cama con intenciones de salirme de ella, pero me quedé paralizada cuando Vicky entró como ráfaga de viento provocando que casi me dé un infarto. Cerré los ojos recuperando el aliento y ya la tenía tirada en la cama.

—Vas a matarme un día de estos.—dije entredientes.

Parecía emocionada—. No sabés lo que pasó.—dice de modo que sus palabras sonaban atrapantes y te daban ganas de saber más.

—¿Qué?—susurré.

—Val se fue.—enderecé mi cabeza. Esto se ponía interesante...

Sé que está mal pensar así, pero no la puedo ni ver, y me moría de ganas de saber por qué lo hizo.

—Ahh, sabía que te iba a interesar.—me señala con una sonrisa, sonreí sin poder evitarlo.

—¿Por qué se fue mi súper amiga?—pregunté con ironía.

—Se peleó con Pablo. Y Pedro me lo contó.—asentí, pero no pregunté nada. No quería ni ser muy obvia, ni parecer desesperada. Ella ladea la cabeza observándome—. Sé que te morís de ganas de preguntar, pero como soy tan buena prima, la mejor...

—Y la única que tengo.—añadí, ella asiente y sigue.

—...Voy a decírtelo. Cuando Pablo salió de tu cuarto ella lo vio, discutieron y ella le dijo que se va, y que cuando él vuelva lo va a estar esperando y a la decisión que haya tomado.—entrecerré los ojos.

—¿Qué decisión?

—Si se queda con ella... o con vos.—nos miramos a los ojos y pude ver la emoción en los suyos—. Esto se parece a una telenovela melodramática.—dice emocionada, mordí mi labio y negué con una sonrisa como si ella ya no tuviese remedio.

Que locura, no puedo creer que se hayan peleado porque Pablo vino a hablar conmigo.

Cuando mi prima se fue de mi cuarto, decidí sacarme el pijama que me había puesto y ponerme algo de ropa para salir a la calle, quería ir a la playa un rato. Sola.

Opté por ponerme una musculosa de bretel finito color bordó, un jean azul oscuro, y una chaqueta para amortiguar el viento. Me hice dos trencitas y las uní detrás de mi cabeza con un hilo marrón muy bonito, lo había encontrado en mi cuarto, lo usaba la mayoría de las veces cuando salía a pasear. Me apliqué un poco de maquillaje: base a tono de piel, rímel y brillo labial transparente.

Salí de casa, prácticamente escabulliéndome para que nadie quisiese venir conmigo, quería y necesitaba estar sola. Caminé recordando perfectamente el camino a la playa, como si hubiese sido ayer que había ido, y extrañaba demasiado todos esos recuerdos que tenía. Esos momentos bonitos donde paseaba por la arena, corría por la orilla del mar, y siempre Pablo terminaba agarrándome.

Fueron pocos recuerdos, pero inolvidables.

Llegué y empecé a caminar bajo el sol, con los pies descalzos y sintiendo el sol sobre mí. Así no sentía tanto frío.

Después de caminar unos minutos, lo vi a Pablo sentado frente al mar, con sus brazos rodeaba sus piernas y miraba atento hacia las aguas en calma. Parecía muy pensativo.

—No pensé encontrarte acá.—dije sentándome a su lado.

Ambos estábamos con nuestra vista al frente, disfrutando del viento un poco frío, y el sol calentando nuestros cuerpos. Era un día precioso, y pronto el atardecer caería sobre nosotros.

—¿Te acordás de este lugar?—pregunta, en ningún momento hicimos contacto visual. Asentí.

—Cada centímetro de esta playa me hace acordar a ese verano.

—No, me refiero a este mismo lugar.—dice señalando con la cabeza ese sitio donde él estaba sentado. Lo miré.

Gira un poco y yo le sigo, detrás nuestro había una torre de salvavidas. Y en ese momento, volví al recuerdo de nuestro atardecer en la playa.

Asentí con una sonrisa triste.

—Es el mismo lugar en el que vimos el atardecer por primera vez, los dos juntos.—nuestras miradas conectaron.

—Me acuerdo.—confesé.

—¿Sabés, Bella, qué es lo que quiero desde que nos separamos?—negué sin apartar mi vista de la suya—. Lo único que quiero es repetir ese día, ese momento, ese instante en que nos conocimos, porque desde ese verano en que te conocí, sos esas ganas inmensas y únicas que tengo de estar con alguien. Pero que ese alguien seas vos, y nadie más.

Mis ojos poco a poco fueron humedeciéndose, no supe descifrar si era porque el viento los golpeaba provocando que se me pongan llorosos, o si era por sus palabras, pero no abandoné en ningún momento sus ojos. Solamente estaba escuchando sus palabras. Las que entraban en mi pecho con violencia.

—Bella, admito que me rompiste el corazón, y lo peor es que los pedazos aún te aman. Y yo no puedo hacer nada para cambiarlo.—sonríe de lado con resignación—, creéme, ya lo intenté.

Abandoné su mirada y volví mi vista al mar, no quería que me viera llorando otra vez. Suspira y también vuelve al frente.

—¿Sabés? Yo fui a buscarte al aeropuerto antes que te vayas a España. Corrí diez cuadras para no perderte.—de tan solo escucharlo decir eso, mi corazón se detuvo, y mi cuerpo se paralizó, volví a verlo con lentitud—. Casi voy preso por haberme metido en el parque de despegue—sonríe—, pero tu papá lo impidió.—¿mis padres sabían?—. Cuando te vi despegar, supe que te había perdido para siempre.

Nos quedamos unos minutos en silencio, hasta que decidí también serle honesta.

—Y yo volví por vos.—siento su mirada en mi perfil—. Cuando te ibas a Boston, yo no sabía, fue de casualidad que me enteré. Estaba en llamada con Vicky y a ella se le escapó ese comentario. Y fue entonces cuando decidí volver e intentar frenarte, y esa vez había decidido quedarme, pero llegué tarde. El taxi se había quedado en un embotellamiento y tuve que correr veinte cuadras para llegar, pero no lo hice. También casi voy presa ese día.




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