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31

Bella

Sos eso que nunca quiero perder

 

24 de septiembre

Desperté envuelta en la sábanas y Pablo no estaba ahí. Fruncí el ceño y me levanté, me puse mi ropa y salí del cuarto. Al hacerlo, mi prima aparece cerrando la puerta del nuestro. Me mira detenidamente unos segundos un poco largos, y pone cara interrogativa.

—¿Algo que quieras contarme?—la agarré de la muñeca y la metí en el cuarto prácticamente a empujones.

—No sé si reír, llorar, lamentarme o sonreír como una idiota.—frunce las cejas.

—Como una idiota me estás dejando a mí con tanto balbuceo y cero coherencia.—suspiré, tomé aire y me tranquilicé.

—Yo... Nosotros... Él...—pone su mano frente a mí para que me calle.

—Ya, te juro que sí me voy a volver idiota. Escribilo.—me alcanza una hoja y lápiz.

Suspiré, agarré la hoja y le escribí:

«Hice el amor con Pablo»

Al leerlo se queda viéndome estupefacta y sonríe de oreja a oreja.

—Yo sabía que esto iba a pasar. Si ustedes dos se tienen ganas desde que se conocen, era cuestión de tiempo para que pasara.—dice tan rápido que no entendí como hizo para conservar el aire en sus pulmones.

—No lo comentes con nadie, todavía tengo que hablarlo con él.

—¿No lo hicieron?—negué con las manos en mis bolsillos traseros del pantalón.

—Cuando desperté él ya no estaba.

—Prima, no te enojes por eso.—me tranquiliza, negué con lentitud pensativa—. No debe de ser fácil que todo termine en este fin de semana, al menos para él.—cuando la escuché decir eso la miré con más atención.

—¿Estás queriendo decir que es mi culpa? ¿Que para mí es fácil?—niega arrepintiéndose de haber utilizado esas palabras.

—Yo no quise...

—Sé lo que quisiste decir. Sé que quizás lo que pasó anoche haya sido un error. O que no debería haber venido, para empezar. Pero ya está, lo que pasó, pasó.

—¿Cómo sigue esto, Bella?—pregunta seria y con las cejas fruncidas. La miré y al mirar mis ojos supo que me lamentaba por no tener esa respuesta. Suspira—. Bella, que te quede claro que fui yo la que siempre estuvo; estuve mientras vos me llamabas preguntando cómo estaba él y aunque me muriera por abrir la boca tuve que mantenerla cerrada para que no te autolastimaras, fui yo la que siempre presenció como él lloraba por vos mientras sus amigos lo consolaban. Fui yo la que siempre intentaba calmarte a través de un puto móvil sin poder hacer más. Siempre fui yo.—remarca cada palabra señalándose.

—Lo sé.—asentí.

—¿Y entonces?

—Sé que nuestra separación fue dura, sé que quizás debí quedarme, y también sé que fui egoísta.—dije alzando la voz—. ¡Pero no sé qué más pretendés que haga!

—Que no lo ilusiones si no te vas a quedar.—al escucharla decir eso me quedé quieta y callada, mis ojos se pusieron borrosos por las lágrimas y asentí.

Lo que ella acababa de decirme era como una bomba que caía sobre mí, pero no podía culparla, tiene razón: anoche no tendría que haberlo ido a buscar a su cuarto, no tendría que haber venido ni siquiera a Buenos Aires, para empezar. Yo que esta vez quería hacer las cosas distintas, terminé haciendo lo mismo, y volví a lastimarlo.

—Tenés razón.—acepté al fin—. Me voy a despedir de mis padres así me vuelvo a San Isidro.

Cuando me di a vuelta para guardar las cosas que había sacado la noche anterior, ella me agarra de la mano para que vuelva a ella.

—No te vayas. No quise decirlo así, simplemente no hablen y listo.—intenta convencerme pero negué.

—Es peor estar y no hablar, que irse y no verlo. Creo que es mejor la segunda, es menos tortuosa.—abre la boca para hablar pero la freno—. Tenías razón, Vicky, la cagué y la sigo cagando, es mejor que me vaya.

—No quiero que te vayas.—dice con melancolía.

—Nos vamos a ver mañana, seguro.—la abracé y guardé mis cosas.

No quería que los chicos me vieran, ya que me había despedido de mi prima le pedí que se los llevara a la playa, principalmente a Pablo. Una vez que me mandó el mensaje de que ya estaban fuera, fui a la cocina con mi valija, los adultos me miraron. Recibí un mensaje pero lo ignoré hasta no estar fuera.

—Me voy. Lo pensé y creo que va a ser lo mejor. Los amó y me encantó volver a verlos, pero no puedo quedarme hasta mañana. Perdón.—abrazo a mis padres y la puerta de la cocina se abre.

Pablo.

Dirige su mirada a mí y después a mi valija. Suspiré e intenté decirle lo que pasaba pero se fue antes de que pudiese explicarle, suspiré con frustración y miré mi celular. El mensaje que había recibido era de mi prima, diciéndome que Pablo estaba volviendo porque se olvidó el celular.

Mierda.

Salí de la cocina y subí las escaleras. Respiré hondo y toqué a su puerta.

Dos veces. Supe que no me iba a responder así que apoyé la palma de mi mano en la puerta y la cabeza también.

—Pablo, perdoname, no quería que esto pase así, pero creo que es lo mejor. Yo sabía que no nos podíamos quedar en este cuento para siempre, lo supe y aun así me arriesgué a una última vez, a una despedida.—mis ojos se aguaron—. No quería que me vieras irme porque no quería volver a despedirme de vos, espero que en algún momento lo entiendas.—iba a irme al ver que no obtenía una respuesta, pero la puerta se abre, me giro y nuestros ojos se encuentran.

—Lo único que te pido, Bella, es que si no me querés, no me hagas quererte. Porque es una mierda el dolor que siento cada vez que vos te vas.—mis ojos se humedecieron más que antes.

¿Si no lo quiero? ¿De verdad?

—Pablo, yo te quiero pero...

—¿Sabés cuál es el problema, Bella? Que solamente me querés cuando vos querés. Como anoche, por ejemplo. Porque quizás para vos fue una noche cualquiera. Pero para mí no.




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