Volver a Diciembre

33

Bella

Empecé por extrañarte, pero poco a poco comencé a necesitarte todo el tiempo

 

—Prima, yo sé que quizás peleamos un poco el sábado, pero en ningún momento quise hacerte sentir mal.—dice apenas entra a mi departamento.

Sonreí con los labios apretados—. Ya está, Vicky, ya pasó y sé que tenías razón, pero me cuesta alejarme, aunque sé que debería.—nos sentamos en la barra a tomar mates.

—Bella, ¿hay algo que me quieras decir?—ladea la cabeza interrogándome.

Negué, me mira como diciendo “a otro perro con ese hueso y a mí no me mientas pendeja”

Suspiré y asentí sin más remedio—. Volvimos a... Ya sabés, a...

—Tener sexo.—dice ella como si nada. La fulminé con la mirada.

—Hacer el amor.—le corregí.

—Como prefieras.—le resta importancia, mueve su cabeza dejándome ver su perfil y me mira de reojo, debatiéndose en si decirme algo o no, al final decide que sí—: gorda, ¿sabías que mi hermano se fue a España?—negué—. ¿Eso no te dice nada?—volví a negar. No sé qué es lo que pretende—. ¿En dónde está tu actual?

—En Madrid.—respondí, y creo que ahí saqué la ficha que ella quería, y no pude hacer tra cosa que reír—. Prima, yo te adoro, pero creo que estás loca.—me mira indignada.

—¿No te sorprende que justo que acaba de volver de La Costa se haya ido a España?—asentí, y sí, un poco me sorprendía.

—Pero de ahí, a que quiera algo con Andy, creo que le estás errando un poco. Por lo menos sé que Andy está enamorado de mí, y no es gay. Eso te lo aseguro.

—Nadie nace gay, uno no sabe cuando puede llegar a confundirse, y más con lo persuasivo que es Tadeo.—volví a reír. Perdón, pero no lo podía evitar, ella me miraba con cara asesina y con ganas de querer matarme para que reaccione. Es que la simple idea de que Tadeo intentase conquistarlo, por así decirlo, me parecía graciosa.

—Basta, Vicky, ya hablemos de otra cosa.—rueda los ojos.

—Que conste que te avisé.—me señala con el dedo.

—Hablame de vos y Peter.—cambié de tema.

Ella sonríe y supe que había dado en el clavo, estaba emocionada, no lo supe en ese momento pero ella me mostró su mano izquierda y casi me caigo de culo.

—¿Acaso te...?

—Nos comprometimos, pero todavía no hablamos de casamiento.—agarré su mano y miré con más detenimiento su anillo. Era precioso.

—Te felicito, prima.—no sabía que más decir, negué de manera rápida—. Perdón, es que me agarraste desprevenida. Pero estoy muy feliz por ustedes. El fin de semana los veía y se nota que hay amor, lo supe al ver la forma en que se miraban.—me levanté de mi asiento y fui a abrazarla. Odio estos momentos porque nunca sé qué decir.

—Gracias.—dice en medio del abrazo—. Creo que... lo amo.—nos miramos y sonreí—. Siempre sabe cómo hacerme sentir bien, sabe lo que necesito, como sacarme una sonrisa. Y sé que no necesito a nadie más que a él.

—¿Hace cuánto que están juntos? Porque creo que esto empezó antes de lo que vos me contaste.—asiente.

—Empezó hace dos años. Él estaba ordenando el bar, estaba solo, y yo había vuelto porque me había olvidado algo, cuestión que empezamos a hablar. Nos reímos. Disfrutamos de unos tragos, y después nos acostamos. Esa es la verdad. Ninguno de los dos lo había planeado, simplemente... pasó. Y desde ese día que no puedo olvidarme de él, hasta que al fin se decidió y me fue de frente.

—¿Pasó ahí en el bar?—quería saber si lo habían hecho ahí, me parecía un poco raro, dado que yo estuve en ese local varias veces. Frunce el ceño.

—No. Pasó en mi casa. Después de terminar y cerrar el bar me llevó hasta casa y pasó. Así de simple.—asentí y ella sonríe—. En el bar no pasó porque las cámaras las tiene mi hermano.—la miré de repente e hice una mueca.

—Que asco.—me alejé de ella para  volver a mi lugar. La escucho reír.

—No seas así. Hubiese sido una buena experiencia.—me encogí de hombros un poco incómoda—. ¿Qué no lo hiciste ya con Pablo?—asentí en alerta—. Y también con Andy.—abrí los ojos y le pegué una patada por debajo de la mesa. Ríe.

—Basta, Victoria.

—No seas aguafiestas. Es un chiste.—la miro expectante y le tiendo la mano con un mate.

—Sos... de lo que no hay.—dije irritada, ella se encoge de hombros restándole importancia.

Estuvo un rato más en casa y después nos fuimos las dos juntas a su pastelería. Abrió y prendí las luces mientras ella daba la vuelta a la barra y entraba en la despensa y yo me quedo ahí. Seguramente iba a preparar chocolate caliente al estilo americano, desde que lo aprendió a hacer se obsesionó, y tengo que admitir que le sale exquisito.

La puerta del local se abre y lo noté por la campanita, para mi mala suerte, aparece Valentina. La miro expectante y ella me hace una sonrisa falsa.

—No sabía que estabas.—me dice apoyando sus codos en el mostrador.

—No sabía que venías.—me crucé de brazos.




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