Bella
Y me reí... me reí porque dolía mucho como para llorar
23 de octubre 2028
Desperté y como era de costumbre, no lo vi a Andy en la cama, pero esta vez estaba confundida, fruncí el ceño al escuchar voces en la cocina. Me levanté de la cama, me puse mis pantuflas y salí del cuarto. Lo siguiente que vieron mis ojos no me lo esperé, estaba mi primo riendo y hablando con mi novio, alcé las cejas sorprendida, Tadeo acercó su mano y le limpió el labio.
¡¿Eh?! Carraspeé mi garganta para que notasen que me acercaba y les sonreí fingiendo demencia.
—Mi amor.—dice Andy levantándose de su silla y yendo a darme un beso en el cachete, mi primo me sonríe.
—Hola, primita.
—¿Qué hacés acá?—le pregunté dando a relucir mis celos, no sé por qué, pero estaba celosa.
«No tenés derecho» me acusa mi subconsciente.
—Vine a visitarlos.—se levanta y se acerca a mí.
—Bueno, yo me voy.—dije negando para restarle importancia.
Volví al cuarto para cambiarme y después iba a ir a ver a Vicky, necesitaba hablar con ella de lo que estaba pasando. Andy me sigue hasta el cuarto.
—Bella—me llama mientras busco ropa en el placard. Suspiro y me doy la vuelta para mirarlo—. ¿Qué pasa?
Me cruzo de brazos—. Nada, no pasa nada. Sino que quedé en verme con mi prima y voy tarde, y no quiero que me taladre la cabeza enojada porque la dejé esperando.
Me cambié y él todavía no se había ido.
—Bella, te conozco, estás enojada.
—No estoy enojada, Andy, simplemente que me pareció raro que esté Tadeo en casa, nada más.
Frunce los hombros—¿Raro por qué?—negué restándole importancia.
—Nada, ya está. Me voy y nos vemos después.—le di un beso y salí del cuarto. Aunque me siguió no me frené. Saludé a mi primo y me fui del departamento. Caminé tres cuadras, no estaba lejos mi antigua casa de donde estaba viviendo ahora, así que salí caminando para allá, al llegar abro la puerta y la veo a ella sentada tomando un café, me mira sorprendida.
—¿Te caíste de la cama?—pregunta al ver la hora. Eran las ocho y media de la mañana. La miré de reojo y suspiré.
—Creo que fue peor.—ladea la cabeza y me mira a la espera de una respuesta—. Me levanté y vi a tu hermano en casa.—frunce el ceño.
—¿Fue a darle a Andy el beso de los buenos días?—me senté en la silla con pesadez.
—No te burles, peor creo que tenías razón.—al escuchar de mi boca la palabra “tenías razón” se interesa más por lo que tenía que decirle. Ella siempre fue así, ama que reconozcan que ella no está equivocada.
—¿Y en qué tenía razón? Además de en todo lo que digo.—Se vanagloria. Suspiré y me rasqué la frente.
—Creo que... Tadeo está...—moví las manos en una seña media rara que ni yo entendí, ella entrecierra los ojos sin entender—. Él y Andy... Ellos, bueno...
—¿Están en algo?—completa y yo asentí.
—No sé si “en algo” sería la palabra, pero algo así, sí.—agaché la cabeza un poco inquieta.
—Prima, creo que hay un lado bueno en eso.—la miré confundida.
—¿Lado bueno?
—Sí, si sabés que tu novio se está convirtiendo en gay, eso hace que no sientas tanta culpa al acostarte con Pablo.—me tapé la cara con frustración. Suspiré.
Que raro sonaba lo que ella me estaba diciendo.
—Vicky, no sé sí estás borracha a estas horas de la mañana, o qué, pero lo que sea que hayas tomado dejá de hacerlo porque te hace mal.—me fulmina con la mirada.
—Lo único que tomé es un poco de realidad, la que vos te falta. Y es verdad, Pablo se casa en dos días, ¿qué mejor que aprovechar para estar con él? Dos días, y quizás sean los últimos de sus vidas, por boludos, no por otra cosa.
Sé que un poco de razón tiene, pero ya lo hice dos veces, y aunque sé que existen rumores entre mi primo y mi novio, rumores que nosotras dos inventamos a base de sospechas, no puedo evitar sentirme culpable. No estoy hecha para tener amante, o serlo.
Asentía mientras hablaba con mis propios pensamientos, hasta que el celular indicando que tenía un mensaje interrumpe mi “debate” con mi propia mente.
«Hoy tengo la casa para mí solo, sé que no es lo indicado y que está mal lo que te estoy proponiendo, pero quiero estar con vos, Isa, una última vez, una sola, y te juro que te digo adiós para siempre, aunque no lo quiera. Por favor, no me rechaces.»
Me mordí el labio y dejé el teléfono en la mesa, apoyé los codos en ella y me agarré la cabeza con frustración. Me estaba suplicando, ¿cómo le digo que no? Necesito una fuerza divina para poder hacerlo. Sentí que mi prima agarraba mi teléfono.
—Yo que vos le digo que sí.—la miro y había acertado, leyó el mensaje. Entrecerré los ojos.
—¿Te estás dando cuenta lo mala influencia que estás siendo?—se inclina sobre la mesa, estábamos frente a frente, ladea la cabeza.