Capítulo 4.
En verdad estoy emocionada, siento que en cualquier momento mi corazón comenzará a acelerarse de la emoción. Cuando Dylan me dijo que aceptaba que sea su representante no le creí del todo.
Pero ahora lo tengo frente a mi, cara a cara, no puedo evitar sonreír.
Estoy tan eufórica que creo que no es normal, en serio tengo tantas expectativas sobre esto que no pude dormir.
—¿Qué debo hacer? —Pregunta él curioso.
—Primeramente rellenar esto —Digo mostrándole la carpeta, comienzo a leer el contenido—. Nombre y Apellido.
—Dylan Collins.
—¿Edad?
—Veintiuno —Suelto una carcajada mientras él se cruza de brazos y parece retarme con la mirada—. ¿Qué?
—Tienes diecisiete, niño.
Hace una mueca de fastidio mientras le resta importancia con la mano. Sigo preguntando mientras el responde, cuando lo miro me fijó en que el look que eligió para hoy es muy interesante.
Una camisa roja con cuadros negros, la tiene remangada por los codos y abierta en el pecho. Unos jeans negros rotos en las rodillas y sus inconfundibles cadenas colgadas en sus bolsillos delanteros. Su cabello es un lío, casi siempre es igual.
Me preguntó porque me tomo tanto mi tiempo en detallarlo, hasta acabó de fijarme en un pequeño hoyuelo en su mejilla.
—¿Escribes? —Pregunto.
—No —Dice sin dudar—. Sólo cantó y tocó la guitarra, también el piano.
Lo del piano no lo sabía.
—Bueno, eso es genial. Ahora tenemos que hacerte famoso.
Me mira con sus ojos verdes.
—¿Cómo harás eso?
Le sonrió.
—Cariño, para eso tenemos a nuestro nuevo y gran amigo YouTube.
—¿Vas a grabarme y luego subirlo a Internet? Las posibilidades de que alguien vea el vídeo son... eh ¿Cero?
Ruedo los ojos.
—No seas negativo, ven aquí.
Me levanto y él lo hace también, lo guió hasta donde coloqué la silla y su guitarra, el fondo es la pared Blanca de la sala de mi casa y me gusta.
—¿Ahora que?
—Debes hacer un cover ya que no tienes tus propias canciones —Digo y él asiente—. Tal vez algo dulce, como las primeras canciones de Justin.
El arquea una ceja.
—¿Hablas enserio?
—Si, eso hará que te amen las chicas.
—Tal vez las niñas.
—Tu eres un niño.
Eso parece ofenderlo.
—¿Eso piensas? —Asiento—. Pues prepara tu cámara.
Coloco mejor la lente de la cámara de video y cuando apunta bien a la silla donde estará me alejo para mirarlo.
—Mi cámara ya está....
Me quedo muda al ver que se saca la camisa, botón por botón, de manera lenta, muy lentamente. Ver su torso desnudo me haría babear en cualquier momento y él parece darse cuenta de ello.
—¿Te gusta lo que ves? —No respondo, no puedo ni abrir la boca— Que lastima que sea un niño ¿No? —Pregunta burlón y me trago mis palabras.
—Se puede saber que demonios haces?
Él me sonríe, ese maldito hoyuelo me va volver loca.
—Cantar.
—¿Y porque te sacas la camiseta?
—Queremos sensualidad, no queremos a un idiota que parezca un niñito bueno porque si buscas eso cielo... ese no soy yo.
Trago saliva.
—De acuerdo. Dame lo que tienes.
Sube la guitarra hasta su regazo y yo apunto la cámara.
—En tres dos uno ¡Grabando!
Antes de grabar el rueda los ojos y luego vuelve a mirar a la cámara.
—Hola, mi nombre es Dylan Collins y esto es un cover de Slow Hands. Espero que les guste.
Lo miro curiosa.
Comienza a tocar los primeros acordes y realmente me sorprendo al oír que es muy sensual.
Deberíamos continuar con esto en mi apartamento,
eso es lo que ella me dijo directamente a la cara.
Porque te tengo muchas ganas,
sí, te deseo, cielo.
He estado pensando en ello todo el día,
y espero que tú te sientas igual, sí.
Porque te tengo tantas ganas,
sí, te deseo, cielo.
Todos esos dobles sentidos los canta mirándome a mi, siento que la habitación se volvió demasiado caliente, me cuesta respirar y estoy por abanicar mi rostro. Muerdo mi labio y eso parece gustarle por cómo sus ojos comienzan a brillar.
Lentas, manos lentas,
como el sudor que gotea por nuestra ropa sucia.
No, no hay manera
de que me vaya de aquí sin ti.