Volver a empezar. #2

Capítulo 7.

Capítulo 7.

 

Dylan.

 

—Dame la mercancía, no estoy para tus jueguitos de mierda Karl.

El hijo de puta me mira con una sonrisita en el rostro, si no fuera el hijo del narco al cual le debo dinero puedo asegurar que ya le hubiese partido la cara hace tiempo. Pero mejor no lo provoco, no quiero terminar muerto, y que mi familia encuentre mi cadáver en algún río o bosque.

—Que sensible estás Collins, ¿Qué paso de la chica esa…

—Cierra la maldita boca.

Él vuelve a sonreír mientras me extiende la bolsa, la cual se la arrebato de las manos de manera brusca. No quiero ni que me hable de Leila, es lo último que necesito.

Debo admitir que me metí en está mierda por su culpa, bueno, ella no me obligo pero hice esto para demostrarle que no era el niño patético que sufría de abusos por los demás. Me jodía recordar aquellos tiempos donde era un debilucho blandengue que debía entra a hurtadillas al cuarto de su hermana para robar maquillaje que pudiera ocultar los moretones que me hacían esos imbéciles.  

Todo eso cambio cuando comencé con las peleas, mierda. Recuerdo los primeros entrenamientos donde solo quería rendirme, mi entrenador me mataba a golpes y me enseñaba las tácticas para defenderme. Recuerdo el sufrimiento de todo, y que no daba resultados.

Hasta que en una pelea conocí al maldito padre de Karl, el cual me hizo una jugosa oferta. Me vendió esteroides que me ayudaron a ganar masa muscular, pero el maldito hijo de puta no me dijo el costo. Joder, yo fui muy ingenuo, estaba desesperado y él se aprovechó de aquello.

Ahora le debo una buena cantidad de pasta, y como no tengo dinero debo trabajar como camello. Mi hermana Raizel se enteró, le dije que ya lo dejé pero no puedo. Todos tienen en mente que soy un niño bueno, pero nadie sabe lo equivocados que están.

Y la tonta bailarina se metió con la persona menos indicada, todavía no sé porque acepte entrar en su jueguito de mierda. Creo que su belleza me juega en contra, la maldita parece un jodido ángel, y siempre tuve una especie de debilidad… lo mismo paso con Leila.

Alejo ese recuerdo y lo tiro a un tacho de basura.

—Vete de aquí Dylan, tráeme el dinero el domingo y asunto solucionado.

Asiento con la cabeza con brusquedad y volteo para salir del callejón, tengo contactos para deshacerme de está mierda muy rápido, pero recuerdo que debo ir con mi sexy representante por lo que camino directo a la casa de Harrison.

Mi celular vibra pero no le tomo importancia, no quiero saber si esos drogadictos quieren más droga o no. Solo quiero ir junto a la bailarina y tocar mi guitarra, de algún modo ella logra desestresarme.

Y además los jueguitos con doble sentido me re ponen. Capaz ella piense que soy un niño, pero puedo apostar que me he acostado con muchas más chicas de lo que ella se ha acostado con “Hombres” de su edad. No es tan mayor, veintiséis, si me permitiera me metería en sus bragas sin dudarlo. Lamentablemente ella no se ve como esas chicas de una noche.

Cuando llego toco el timbre mientras sacudo mi cabello, está demasiado largo, los mechones me molestan pero me niego a cortarlo. La puerta se abre y me sorprendo al ver a un muchacho más blanco que la cocaína en mi frente.

¿Qué con ese cabello color tomate?

Arqueo una ceja en su dirección y él sonríe de manera forzada. Yo no sonrío, ni siquiera me interesa agradarle.

— ¿Eres Dylan?

Que te importa.

Las palabras queman en mi garganta pero no las digo, me limito a empujarlo y entrar a la casa donde oigo mi voz, para ser claros, oigo el cover que hice en un alta voz.

Veo a Esther viendo mi vídeo con los dedos en los labios, me detengo unos segundos mirándola mejor. La bailarina está buenísima, y que use pantalonsillos me ayuda a ver sus piernas tonificadas, su piel es blanca y perfecta. Te dan ganas de besar cada parte… Niego con la cabeza alejando esos pensamientos.

—Hola cielo —Digo y ella levanta la cabeza en mi dirección con una sonrisa.

— ¡Cinco mil visitas! —Grita levantándose—. ¡Que emoción!

Ver esa camisilla blanca no ayuda mucho ya que es demasiado transparente por lo que deja ver su sostén negro de bajo. Trago saliva e intento concentrarme en otra cosa.

—Eso es increíble, no creí ni por un segundo de que alguien viera el video —Y era la verdad, siempre me dijeron que era malo tocando, y que mi voz era una mierda… no creía que a alguien fuera a gustarle para ser sinceros, pero ese era un secreto que no quería que ella supiera—. Aunque salgo yo en el video, creo que debería tener más visitas.

Ella rueda los ojos divertida y se acerca para jalarme del brazo para que me siente a su lado.

—Mira, ya tienes tus cuentas creadas.

Arrugo el ceño.

— ¿No íbamos a hacer eso juntos?

—Traigo limonada, espero que no te moleste que haya tomado esto de tu refrigerador Esther.

Volteo mi cabeza en su dirección con disgusto.

—Sí, pero recibí ayuda —Me responde—. No hay ningún problema rojito, ven aquí que estoy sedienta —Dice en broma.




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