Capítulo 9.
Intenta deshacerse de mí con un movimiento brusco pero yo no se lo permito y me quedo con él agarrándolo de los hombros, hace un gesto de dolor y llevo inmediatamente mis manos hasta su abdomen donde levanto su remera ajustada para ver si es que comienzan a formarse los moretones, pero solo veo las marcas rosas en él.
—Si quieres que me la quite solo debes pedírmelo cielo.
Ignoro por completo aquel comentario.
—Me vas a explicar que mierda era eso ahora —Exijo con voz demandante.
Se encoje en su lugar, creo que es la primera vez que lo veo así. Me levanto para recoger la bolsa y ahí es cuando el intenta levantarse de golpe pero vuelve a caer llevándose las manos hasta las costillas.
—No toques eso —Dice gruñendo de dolor—. Te dije que estaba jodido.
Abro los ojos como platos, eso quiere decir que es vendedor de drogas… no entiendo una mierda lo que está pasando aquí y eso me confunde.
— ¿Ve-vendes droga? —Pregunto tartamudeando.
Él aprieta la mandíbula.
—Esto tiene una explicación Esther…
Doy un paso hacia atrás demasiado confundida como para asimilar todo esto.
— ¡Dylan Collins! —Exclamo con incredulidad—. ¿Cómo mierda se te ocurrió entrar en esto? —Digo señalando la bolsa para luego tirarla al suelo.
—No la… tires —Suspira—. Es una larga historia, no sé si te tengo la suficiente confianza para contarte…
—Me vale si confías en mi o no, me lo dirás ahora si es que no quieres que hable con Raizel de esto.
—Ella no es mi madre —Refunfuña.
— ¡Está bien! ¡Hablare con tu madre! No tengo problemas con ello Collins.
— ¡No! —Grita rápidamente—, no se lo digas.
Estoy demasiado preocupada en estos momentos como para ir de chismosa, pero eso no se lo diré.
—Quiero que me cuentes todo, ahora.
—Está bien —Suspira nuevamente—, pero aquí no.
Asiento de acuerdo con ello.
— ¿Podemos ir a mi casa? —Pregunta él—, mis padres no están, por eso fui a cenar con Raizel.
—De acuerdo, pero llamaré a un Taxi, no quiero caminar.
No dice nada para contradecirme, sabe que no está en posición de hacerlo. No puedo esperar para hablar con él.
(***)
Una vez que él está sentado frente a mí en el sofá de su casa yo me quedo parada frente a él con los brazos cruzados.
—Creo que deberías sentarte, como dije, es una larga historia.
No quiero sentarme a su lado así que tomo el atrevimiento de sentarme en la mesita del centro para seguir mirándolo de cara.
—Te escucho.
Me siento como una madre regañando a su hijo, en todo caso como una hermana mayor.
—Leila —Pronuncia el nombre con cierto tono que no sé si es amargo o melancólico—, todo comenzó por ella.
— ¿Quién es Leila? —Pregunto.
—Calma cielo —Ruedo los ojos—. Era mi compañera… sigue siéndolo en realidad. Siempre lo fue, solo que cuando tenía doce comencé a mirarla con otros ojos… —Se aclara la garganta y baja la mirada—. Me enamoré de ella, como un loco.
Esa confesión me pone los pelos de punta.
—Con cabello rojo… de un rojizo tal vez comparado con la sangre —Murmura pensativo—, y unos ojos verdes más oscuros que los míos, de esos verdes que nunca antes había visto. Yo comencé a escribir canciones para ella.
Lo mire interrogante.
—Sé que te dije que no escribo… en realidad si lo hago pero ese no es el punto de esto —Juguetea con las cadenillas de su vaquero—. Siempre sufrí de bullying en el colegio.
— ¿Qué?
—Así como lo oyes, jugaban conmigo por ser el “marica” que se pasaba el recreo con un cuaderno en mano, su celular y auriculares. Nunca me gusto el futbol ni ningún deporte… era el debilucho y se aprovechaban de ello.
Eso me rompe el corazón, ahora lamento no estar a su lado para poder tomar su mano con fuerza.
—Ya con quince las cosas cambiaron a peor cuando yo le deje una canción en su locker, por fin me había animado a darle una de esas canciones —Se ríe con amargura—. Ella lo primero que hizo fue mostrársela a su hermano que es uno de los que más me golpeaba. Recibí burlas sobre ello mientras que la chica que “quería” me miraba sin decir nada.
—Dylan…
—Lo sé, fue algo estúpido de mi parte.
Niego con la cabeza.
—Eso fue romántico… lo que yo daría por haber sido ella —Sé que suelto demasiado cuando él levanta la mirada hacía mi con el ceño fruncido—. No quería seguir con eso por lo que busque un entrenador personal a escondida de todos… pero él no era trago limpio, me dejaba roto de todas las maneras en las practicas, luego entre a las peleas ilegales, me ganaban siempre hasta que conocí al padre del puto de Karl… me ofreció esteroides para ganar más masa muscular.