Volver a empezar. #2

Capítulo 11.

Capítulo 11.

 

— ¡Deja ese maldito cigarrillo! —Exclamo por millonésima vez—. Creo que estoy arrepintiendo de llevarte conmigo.

—Oh vamos cielo —Intenta hacer un puchero pero más bien le sale una mueca graciosa—. Acabo de encenderlo.

—Sí, pero es el segundo —Digo cansada—. Tíralo, ahora.

No parece querer hacerlo pero termina lanzándolo por la ventanilla y yo al fin puedo conducir tranquila. Me molesta que Dylan fume.

Es demasiado joven para eso, en realidad es muy joven para toda esa mierda en la que está metido. Quiero ayudarlo a cambiar, pero solo que no sé cómo.

—Mira esto será lo que pasara —Digo mirándolo unos segundos para volver a mirar la carretera—. Iras, saludaras a las niñas, les darás autógrafos, saldrán en fotos —Digo sonriente—, y todas esas cosas, las veras bailar y luego de que la clase finalice iremos a ese restaurante del que te estuve hablando. Ellos volvieron a llamar y quieren que te presentes allí.

—Creo que exageras, las niñas no estarán como locas conmigo.

Me río.

—Estas demente si piensas que no se abalanzaran sobre ti —Vuelvo a reír—. Pobre niño ingenuo.

—Creo haberte dejado en claro que no soy un niño —Se cruza de brazos y una sonrisa pícara se aproxima—. Si quieres puedo mostrarte las cosas que hago, y que no son de niños.

Un escalofrío recorre mi columna vertebral al oírlo usar ese tono, pero hago como si nada. Como si ese comentario no hubiese atravesado lo profundo de mi piel.

— ¿Hablas de tus peleas no?

—Sí claro Esther —Suelta una carcajada—. Peleas.

Ruedo los ojos mientras aparco mi auto, cuando bajamos no bajo ningún bolso ya que vine con la ropa de bailarina puesta, me duche en mi casa y como Dylan no debía quedarse solo con las niñas pensé que iba ser mejor ir ya vestida. Solo que no esperaba recibir demasiadas miradas de parte del niño, como ahora.

— ¿Qué tanto miras Collins?

— ¿Te digo la verdad o la mentira?

Negué con la cabeza.

—No me quiero imaginar la verdad así que la mentira.

Sonríe de lado.

—Pequeña lista. Estoy admirando la belleza de tus ojos.

Aunque esa era la mentira no pude evitar sonrojarme.

—Bueno la mentira no es tan mala.

—Ahora viene la verdad.

—Oh no, no hace falta…

—Admiraba lo bien que resalta tu trasero esa….

— ¡Dylan Collins!

Él estalla en carcajadas y me atrae hasta su cuerpo para que caminemos juntos. Entramos en la academia entre risas y lo llevo hasta donde es mi clase. Él no se despega de mí y por alguna razón eso me gusta.

Cuando abrimos la puerta todos los pares curiosos de ojos van dirigidos para mi estrella y lo suelto.

—Niñas y niño —Digo mirando a mi único bailarín—. ¡Con ustedes Dylan Collins!

Y ahí empieza, todas comienzan a chillar y corren en su dirección. La cara de Dylan es de total sorpresa, me encanta ver que sonríe viendo a mis niñas.

Y así pasa unos largos minutos donde luego les pido a todas que lo dejen en paz, al fin él puede tomar un descanso.

Bailo con mis niñas las cuales miran de reojo a Dylan todo el tiempo, pero él está más pendiente en mí. Cada vez que lo miro él se encuentra mirándome, eso hizo que me confundiera un par de veces, y eso era lo raro. Que él lograra distraerme con facilidad me asustaba.

—Bueno, nos vemos mañana ¡No se olviden de sus caderines! —Todas corren por la puerta y antes llamo a una de ellas—. ¡Marian ven aquí un segundo!

La niña se acerca hasta donde estoy con las mejillas sonrosadas.

— ¿Hablaste con Dylan? —Negó con la cabeza, lucía demasiado tímida.

Tomo su mano y la guío hasta dónde está mi cantante. Él a ver a la niña sonríe de manera tierna haciendo que sienta mucha ternura.

—Ho-hola —Tartamudea—. Soy Mariam.

Eso sorprende a Dylan.

— ¿Mi fan número uno?

Ella asiente con entusiasmo.

—Pues para mi fan número uno tengo un gran abrazo reservado.

Se levanta para estrujarla en sus brazos y río cuando escucho sus carcajadas. Me parece una escena adorable. Ellos terminan hablando y hablando.

— ¿Me dedicas tú próxima canción?

—Me encantaría hacerlo cielo, pero la próxima canción va para alguien muy importante para mí —Yo lo miro curiosa—. Se la dedicaré a Esther.

Abro la boca realmente sorprendida y mi alumna lo mira con una sonrisa.

— ¿Son novios?

Niego con la cabeza.

—Sí, ¿se nota mucho?

¿Qué? Voy a negar aquello cuando Mariam asiente con la cabeza.

—Ahora entiendo porque la profe Esther dijo que eras sexy.

Quiero esconder mi cabeza en alguna parte cuando siento que mis mejillas arden de la vergüenza.

—Así que eso estuviste diciendo de mi ¿Eh?




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