Volver a empezar. #2

Capitulo 36.

Capítulo 36 

Dedicado a Marcela Díaz Flores.


—¡Llegaste a los cien mil suscriptores! —Chillo de emoción—. Todo esto es tan hermoso. 


Abanico mi rostro intentando no llorar. Dylan tiene una gran sonrisa, una semana paso desde ese horrible momento, debo usar muletas hasta hoy y mañana por suerte me las quitan. 


—Estoy muy sorprendido —Se sienta a mi lado en el sofá y lo miro con una gran sonrisa—. Leila me mostró esto hoy y te juro que casi me puse a llorar. 


Mi sonrisa se esfuma.  


—Oh… pensé que te enteraste conmigo recién.  


Él niega con la cabeza parece notar que estoy algo decepcionada. A veces olvido que Leila existe aunque ella está intentando ser mi amiga pero la verdad siempre pongo peros para no salir con ella. 


—Sí quieres me puedo poner a llorar ahora. 


Me río con ganas. 


—No hace falta tonto. 


Él me sonríe, Desordena mi cabello y chillo.  


—Tengo que irme, quedé en llevar a Leila al cine ¿Mañana planeamos el nuevo video? 


Trague saliva y asentí.  


—Claro, sin problema —Lo mire a los ojos—. Diviértanse. 


En sus ojos verdes podía ver algo de duda pero fije mi mirada a la computadora. Agarra su chaqueta que se encontraba en el sofá y se acerca para depositar un beso en mi cabeza. 


—Adiós, cielo. 


Se dirigió hacia la salida, una lágrima por fin recorrió mi mejilla cuando lo oí salir. 


—¿Por qué dejarlo ir duele tanto? 


Me levanté del sofá,  camine hasta mi habitación y cuando llegue busqué la caja de cigarrillos que tenía oculta en mi mesa de noche suspire aliviada. 
Salí al  balcón y me puse a fumar intentando no pensar en Dylan, pero no funcionó. Últimamente todo gira entorno a él. 


Los días siguieron pasando, me encontraba mucho mejor. Pudimos grabar un nuevo video que se había disparado hacia arriba, mis niñas y niño ganaron el concurso en el cual se habían esforzado mucho practicando. Hicimos una pequeña fiesta en mi casa con los niños y padres, Dylan me sorprendió viniendo con su guitarra y cantando una canción para ellos. Ese niño se ganaba mi corazón sin esforzarse en ello. 


Tuve que decirle adiós a la pareja estadounidense, Michaela se había vuelto una gran amiga pero lamentablemente se tuvo que ir. Me dijo que si tengo la oportunidad algún día de ir que vaya… y me regalaría un tatuaje. 


Y aquí me encontraba yo, con un vestido floreado yendo al cumpleaños de Raizel. Mi hermano estaba organizando toda una sorpresa para pedirle matrimonio y estaba muy feliz por ello. Llegó hoy de Estados Unidos y me tuvo de aquí para allá, me enseñó la hermosa perrita que compró para Raizel y me pareció algo adorable de su parte. Mi hermano merece ser feliz y me alegra que haya encontrado a Raizel. 


Antes de entrar a la casa tire mi cigarrillo al suelo lo pise y masque una goma de frutilla para disimular el olor. Entro a la casa y apenas al cerrar detrás de mí la puerta veo a Dylan sentado en el sofá. Esta hermoso, me esfuerzo en buscar con la mirada a Raizel y cuando la encuentro sonrío. 


— ¡Felicidades cuñada! —Levanto mi bolsa de regalo y ella ríe, camino en su dirección—, espero que te guste. 


Agarra la bolsa para luego abrazarme.  


—Lo importante es que tú estés aquí —Frunce el ceño y agarra un mechón de mi cabello para llevárselo a la nariz. 


— ¿Desde cuándo fumas? —Pregunta sorprendida. 


Mierda, miro a Dyla de reojo y luego comienzo a negar con la cabeza. 


— ¿Qué? ¿Fumar? Odio los cigarrillos —Digo intentando parecer segura de mis palabras. 


—Pero tú cabello… 


—Solo fueron unos borrachos que fumaban cerca de la academia y tuve que ahuyentar, estaban asustando a mis pequeñas. 


No parece muy convencida de mis palabras pero antes de que agregue algo más camino hacía Dylan agradezco los pequeños momentos donde su novia no se encuentra con él. Me siento a su lado y él sonríe.  


—¿Qué tal tu pierna? —Es lo primero que pregunta—. ¿Ya no te molesta? Vi que caminas mucho mejor ahora. 


La leve cojera había desaparecido por suerte. 


—Me encuentro mucho mejor ¿No lo notas? 


—Créeme noto cada cosa en ti. 


Agachó la mirada y miro mis manos que comienzan a temblar, necesito otro cigarrillo. 


Dylan toma mis manos y levanto la mirada hasta su rostro, parece confundido mira alrededor y luego se acerca hasta mi cuello. Mi respiración se detiene, se parta a milímetros de mi rostro y paro de mascar la goma. 


—Sigues fumando. 


Apartó mis manos de las suyas pero el vuelve a tomarlas.

 
—Sólo una de vez en cuando.  


Él se ríe pero nada de esto le causa gracia.  


—Esther conozco a las personas adictas, ese temblor en tu mano es señal de que necesitas más nicotina. 


—Es sólo un cigarrillo, Dylan. 


Me levanto del sofá y en ese momento se escucha un chillido de Raizel. La madre de ella sale fuera de la cocina. 


—Creo que le gustó la sorpresa —Dice entre risas. 


—Yo creo que esos dos no salen del cuarto en mucho tiempo. 


Comenzamos a entablar una conversación y me disculpo un rato y salgo fuera del departamento, voy hasta la calle y enciendo otro cigarrillo. 


Cuando lo llevo en mi boca mi velar vibra, lo saco del bolsillo que trae mi vestido y veo que me ha llegado un correo, frunciendo el ceño veo de quien es y no lo puedo creer, leo el correo como dos veces sin poder creerlo. 




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