Volver a empezar (#3 Puertorriqueñas)

CAPÍTULO 1

Otro día más y todo sigue igual.

No. La verdad es que todo era distinto…… distinto a lo que él le había prometido.

- No te preocupes, Vania, estamos juntos en esto. No te dejaré sola. Sabes que te amo, ¿verdad? - Vania solo asintió con un torrente de lágrimas aun rodando por sus mejillas. - Buscaré un trabajo que nos permita sostenernos y viviremos aquí, con mi madre. Yo…… yo siento mucho no haber sido precavido. Esto es mi culpa. – Le dijo mesando su cabello y paseándose de un lado a otro de la sala sin poder creer aún que sus vidas acababan de dar un vuelco completo.

- ¡No, Jimmy! Esto no es “TÚ” culpa…… es “NUESTRA”. Yo también debí ser precavida y haberme…… informado antes de…… Yo también lo siento. ¡Lo siento por todo! – Y una vez más Vania cedió al llanto que se esforzaba por contener. Sorbía su nariz que goteaba sin tregua mientras miraba su pequeña maleta maltrecha al lado de la puerta, como testigo silenciosa de un comienzo incierto para aquellos dos jóvenes que se mostraban tan seguros de abogarse sus propias culpas que olvidaban lo inseguras que serían sus vidas de ahí en adelante.

Se conocían desde pequeños. Eran amigos y vecinos. Jimmy vivía en el tercer piso y Vania en el segundo. Ambos eran hijos de madres solteras, lo que facilitó la amistad de sus respectivas madres. Entre ellas había una especie de confraternidad por el hecho de estar en la misma condición. Pero a pesar de ello, había una gran diferencia en sus personalidades. Mientras que la madre de Vania era pobre pero orgullosa, la madre de Jimmy era bondadosa pero de frágil salud. A ésta última no le molestaba vivir en donde lo hacía. Esa siempre había sido su realidad, sin embargo, para la otra mujer, pese a haber sido también su realidad, se negaba a formar parte de ella. La reputación y la honra lo eran todo. Haber quedado embarazada había sido un golpe a su honor y peor aún que el padre de su hija no haya querido responsabilizarse. Según su percepción, aquello terminó por arrojarla a lo más bajo de la sociedad.

Por esa misma razón, no pudo soportar que su “bastarda”, como ella la llamaba con desdén, cometiera el mismo craso error. Si para ella ese “error” que significaba su hija había sido casi imposible de sobrellevar, verla ahora a ella sometida al mismo escrutinio del que había sido víctima por culpa de la gente, le fue insoportable. Una humillación que no dejaría pasar. Por eso, simplemente, hizo sus maletas y abandonó a la niña a su suerte, dejándola sola y desamparada sin siquiera un lugar en donde vivir ya que devolvió el departamento a su dueño y partió con rumbo desconocido.

Y ahí estaba ella, sentada en el sofá de Jimmy, llorando a mares no solo por el cruel desamparo de la mujer que la dio a luz, sino porque hasta hacía unas horas, pensaba que sufriría el mismo trato por parte del que había sido su amigo de toda la vida y ahora resultaba ser el padre de su futuro hijo.

 

Tan solo tenían 16 años. Aún eran unos niños, pero decidieron jugar a ser adultos sin tomar en cuenta las consecuencias de sus actos. Ahora esa consecuencia tenía dos meses gestándose y en unos cuantos más, haría su gran entrada al mundo de hijos “no esperados”. Decir “no deseados” era una ofensa, sobre todo para ambos ya que ellos mismos lo habían sido, por eso, a pesar de ser tan jóvenes, y sabiendo por experiencia lo duro y triste que era vivir con la ausencia de uno de los progenitores, es que decidieron hacer frente a ese gran desafío que se les presentaba por delante…… la paternidad. Tenían que hacer frente común para dejar de ser unos críos y comenzar a actuar como futuros padres.

La decisión ya había sido tomada. Luego de hablar con la madre de Jimmy, ésta les brindó el apoyo que tanto necesitaban en ese momento. Vania se quedó a vivir con ellos y fue así que la convivencia comenzó para esta joven pareja que seguía sin asimilar del todo su nueva situación.

No fue fácil para ninguno de los dos. Ambos tenían sueños que nada tenían que ver con aquellos juegos que solían jugar de niños. Vania soñaba con ser costurera. Un sueño simple, humilde, pero una realidad que para ella era alcanzable hasta antes de…… pero que ahora se volvía imposible sin el amparo de su madre. Para Jimmy fue más difícil aún. En el barrio era conocido como un excelente futbolista. Muchos creían que tenía un gran futuro, que podía llegar a las grandes ligas. Él lo creía y Vania también. De hecho, ella era su fan número uno y alimentaba esos sueños con todo su amor, confiando en que su amado Jimmy llegaría lejos y la llevaría a ella consigo.

Ahora esos sueños había que posponerlos. Su prioridad ahora era aquel bebé que crecía dentro de Vania y que era fruto de ese amor juvenil que a veces cree tener raíces profundas y se escuda en pensamientos eternos de duración indefinida pensando que todo será color de rosa y que no habrá obstáculo capaz de separar lo que el destino ha unido con ahínco.

Craso error el de la juventud escéptica, porque no existe un mundo en donde las cosas son fáciles ni mucho menos para aquellos que sí lo creen, que creen que solo se puede vivir del amor y de las promesas sin fundamentos sólidos. Por muchos buenos deseos que se tengan y muchas buenas intenciones, la realidad demuestra que hasta éstas, cuando dejan de manifestarse, pueden hacer tambalear hasta el amor más fuerte.

Fue así en el caso de Vania y Jimmy. Ese amor tan fuerte, fruto de una infancia de amistad y compañerismo, al parecer, no estaba resultando tan resistente a los embates del día a día, a lo que significaba simplemente…… vivir.



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En el texto hay: amor juvenil, familia, temores

Editado: 22.05.2021

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