Volver a empezar (#3 Puertorriqueñas)

CAPÍTULO 3

Esa noche fue distinta para Jimmy. Esa noche no estaba de ánimo para compartir con sus amigos. Se aisló en un sillón lejos del televisor y desde allí meditaba en su vida. Su sonrisa brillaba por su ausencia mientras veía a sus amigos enfervorecidos al ver jugar a su equipo de fútbol favorito. Su mirada a ratos se perdía y ratos se elevaba hacia el techo, que sabía era el suelo que su amada Vania pisaba en esos momentos, quizás paseando a su pequeña hija.

Tenía una espina clavada en su corazón. Un presentimiento. Algo le decía que esa noche era distinta, que no todo estaba bien. Comenzó a replantarse su vida desde que supo que sería padre y pensó en su propio padre y cómo éste eludió la responsabilidad de protegerlo, de cuidarlo…… de amarlo. Él sabía que cumplía con cuidar a su bebé, pues hasta el momento, nada le había faltado, pero si se ponía a pensar en el ítem “amor”, su deficiencia era absoluta. Ese recuadro estaba vacío. No había un “visto bueno” que lo llevara a creer que había hecho un buen trabajo ni hacia su hija, ni hacia Vania. Nada les había demostrado a ellas que ese amor que un día les profesó seguía vivo allí.

Se sentía culpable porque tal vez se le olvidó que la amaba…… que las amaba.

Quería cambiar. Quería ser aquello que su padre no supo ser…… quería ser un verdadero padre capaz de hacer todo por su hija y un esposo, porque lo sería, de eso estaba seguro, para Vania.

La compañía de sus amigos para escapar de la realidad que creía que lo ahogaba, ya no le satisfacía. Solo los brazos cariñosos y las palabras dulces de Vania lo hacían sentir vivo. Solo los balbuceos de su niña eran el motor de su existencia y él…… no se había dado cuenta.

Salió de ese lugar decidido a no volver más y voló escaleras arriba en busca de su familia. Las abrazaría, las besaría, les diría cuánto las amaba y les prometería hacerlas feliz, y esta vez…… lo cumpliría contra viento y marea. Solo que no contempló la idea de que tal vez esa oportunidad le sería negada.

“Vania salió con su niña”, le dijo la vecina metiche de enfrente mientras estaba sentada en el portal de su propia puerta y se fumaba un cigarro. “Ardía en fiebre. Te fue a buscar, pero nunca le abriste la puerta de ese antro así que se fue”, añadió. Se levantó, tomó la silla en donde había estado sentada y se entró cerrando la puerta tras de sí. Como si su única tarea hubiera sido poner al descubierto la negligencia de Jimmy con respecto a su modesta familia.

Jimmy entró en la desesperación. Corrió como si la misma muerte lo persiguiera. Quizás tenía miedo de que lo alcanzara a él……. o a su pequeña Esperanza. Porque si así fuera, realmente perdería toda esperanza de seguir adelante. No sería capaz de vivir un día más con la culpa.

Llegó a la sala de urgencias, miró a su alrededor. Dolor y tragedia se cernía en el aire. Niños de la edad de Esperanza parecían compartir el mismo destino que ella, se imaginó. De hecho no sabía qué tan mal estaba su niña, pero como todo padre primerizo, sin duda pensó lo peor y así hubiera sido si Vania no hubiera actuado a tiempo.

La vio salir por la puerta luego de que la bebé fuera atendida. Se apresuró al encuentro de ellas ante el estupor en el rostro de Vania.

- ¿Qué haces acá? – Jimmy notaba la ira que luchaba por abrirse paso en Vania.

- Supe que mi hija estaba enferma. ¿Qué tiene? ¿Está bien? – Vania rió por lo bajo con un dejo de ironía.

- ¿Ahora te acuerdas de que tienes hija? – Lágrimas pugnaban por salir una vez más, pero ellas mismas se negaron. Muchas de sus hermanas corrieron mejillas abajo para perderse en la nada sin resultados. Ellas no estaban dispuestas a correr la misma suerte si no valía la pena.

Vania inició la huida. Caminó sin detenerse con Jimmy tratando de seguirle el paso. No estaba de ánimo para hacer una escena delante de todo el mundo, menos con la niña enferma como estaba.

- Vania, por favor. – La tomó por el codo para detener su avance, pero no lo logró.

Caminaron en silencio hasta llegar al departamento. Vania dejó a la bebé en su cuna. Ya estaba dormida, tranquila, al fin sin fiebre gracias a los remedios provistos en el hospital. Era un virus común entre los lactantes, nada de qué preocuparse gracias la rapidez con que actuó Vania.

- Jimmy, creo que lo que pasó con mi hija……

- “Nuestra hija”, Vania. – le corrigió.

- ……con Esperanza, marca un antes y un después entre nosotros. Ya no podemos seguir así, no es justo para ella ni tampoco para mí, y por lo visto tampoco crees que es justo para ti. Tu actitud solo me ha demostrado que nos consideras un estorbo en tu vida, que coartamos tu futuro y eso también me hace sentir infeliz. Cuando te conté que estaba embarazada me aseguraste que estarías a mi lado para pelear juntos nuestras batallas, como una familia, pero nos dejaste solas. Me dejaste sola. Yo soy tan joven como tú y también inexperta. No tengo una mamá a mi lado que me diga cómo ser una buena madre. Ni siquiera sé si lo estoy haciendo bien. Tu mamá tampoco está aquí para guiarme y no hay nadie más con quien contar. Y el que se suponía trabajaría a la par mío en esta labor paternal simplemente me dejó de lado al no poder enfrentar lo mismo que yo estaba enfrentando. Al menos tú tenías tus amigos con quien distraerte, en cambio yo, no tenía, ni tengo a nadie más que tú y tú no quieres estar a mi lado. Sé que es difícil, pero no somos los primeros ni seremos los últimos. Yo no te exigí nunca nada, solo me aferré a lo que tú me ofreciste y como eso nunca nos lo diste, es mejor dejar las cosas hasta acá. Ya veré cómo hacer para sacar adelante a Esperanza.



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En el texto hay: amor juvenil, familia, temores

Editado: 22.05.2021

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