Volver a mí

Carta 2

No sé si mereces que te escriba,
pero necesito hacerlo.
Porque he guardado tu sombra tanto tiempo,
que empezó a dolerme en el pecho.

Tú no eras un extraño.
Eras de los nuestros,
de los que saludan con sonrisa,
de los que entraban a casa
como si el mundo te perteneciera.

Pero detrás de tus gestos amables
había algo roto.
Y elegiste poner esa rotura
en la espalda de una niña
que solo quería jugar en paz.

Te acercabas sin pedir permiso,
pero con palabras dulces.
Me ofrecías monedas como si fueran promesas,
como si el silencio se comprara.
Y yo, con mis pocos años,
no entendía nada,
solo aprendí a no mirar.

Durante años pensé que eso era normal.
Que quizás así funcionaba el mundo.
Que el problema era mío,
que debía acostumbrarme.

Y lo hiciste tantas veces
que terminé aprendiendo a desaparecer
sin moverme del lugar.
A fingir que no estaba ahí
cuando lo único que quería era correr.

Nunca gritaste.
Nunca golpeaste.
Pero hiciste algo peor:
me enseñaste a desconfiar
de todo lo que parecía amable.

Y no te diste cuenta,
pero me dejaste con preguntas
que tardé años en entender.
Preguntas que aún hoy
no siempre tienen respuesta.

No te odio.
No puedo cargar eso también.
Pero te nombro.
No en voz alta,
pero sí en estas páginas
que huelen a libertad.

Te escribo esta carta
porque necesito que sepas
que sobreviví.
Que crecí.
Que encontré formas de curarme
donde tú solo quisiste destruir.

No ganaste.
No pudiste.
Y aunque mi cuerpo aún recuerda,
mi alma ya no vive atada a tus sombras.

Con dolor…
y con amor por mí misma,
yo.
La que se negó a rendirse.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.