Volver a mí

Carta 6

Durante años,
te evité.
Pasaba frente a ti
como quien cruza una calle oscura
sin mirar a los lados.

Sabía que si me detenía,
si me miraba por más de dos segundos,
descubriría todo lo que no quería ver.

Tú no solo reflejabas un rostro.
Tú devolvías preguntas.
¿Por qué tienes esa mirada tan triste?
¿Por qué aprietas los labios cada vez que respiras?
¿Por qué pareces tan lejos
de la niña que alguna vez fuiste?

Me mirabas con una verdad que dolía.
No gritabas,
no juzgabas,
pero tampoco mentías.

Y yo no estaba lista
para reconocer que estaba rota.
Que algo dentro de mí
se había partido en silencio
cuando nadie lo notó.

Hubo un tiempo en que me culpé
por lo que veía reflejado en ti:
mi cuerpo frágil,
mis ojos apagados,
mis gestos tímidos.
Pensaba:
“¿por qué sigues aquí, si ya no pareces yo?”

Pero con el tiempo…
empecé a mirar diferente.
Un poco cada día.
Una ceja,
una cicatriz,
una curva.

Y ahí estabas tú,
esperando que me reconociera.
No como la niña dañada,
sino como la mujer que sobrevive.

Empecé a ver belleza en mi sombra,
y valentía en mis ojos cansados.
Ya no evitaba tu reflejo,
empecé a sostener mi mirada
aunque temblara por dentro.

Hoy, espejo,
te doy las gracias.
Por no romperte cuando yo quería desaparecer.
Por quedarte ahí,
reflejando pedacitos de mí,
aun cuando yo solo quería olvidarme.

Ya no me escondo.
Ya no me tapo la cara.
Ahora me miro,
me reconozco,
y aunque aún duela a veces,
me abrazo con la mirada.

Con amor,
la que aprendió a reflejarse
sin vergüenza.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.