Volver a mí

Carta 8

Te recuerdo bien.
Eras pequeña,
aunque por dentro ya te sentías vieja.
Cansada.
Rota en pedacitos que nadie veía.

Y empezaste a encerrarte.
Al principio en tu cuarto,
luego en tu cabeza.
Después en el cuerpo,
como si quisieras desaparecer
sin irte del todo.

Te volviste silencio.
Te volviste borde.
Te volviste esa niña que no miraba a nadie
y se quedaba en un rincón
como si el mundo le pesara demasiado.

Te juzgaron por eso.
Decían que eras rara,
que te volvías fría,
que nadie te entendía.
Y yo… yo solo quisiera abrazarte
y decirte que hiciste lo que pudiste.
Que esconderte fue tu forma de salvarte.

No eras mala.
No eras difícil.
Eras una niña que se protegía
como podía.

Tu mundo interior era el único lugar
donde no te tocaban sin permiso,
donde nadie entraba si no lo invitabas.
Y ahí creaste historias.
Dibujaste amigos invisibles.
Lloraste sin que nadie lo supiera.

Quiero pedirte perdón
por todas las veces que me enojé contigo.
Por todas las veces que, ya mayor,
me pregunté por qué eras tan distante,
tan desconectada,
tan… “complicada”.

Hoy entiendo que eras valiente.
Que encerrarte fue tu forma
de no dejar que te rompieran por completo.

Gracias por resistir.
Por no rendirte.
Por esconderte justo el tiempo que necesitabas
para no apagar tu luz del todo.

Yo estoy aquí ahora.
Y te prometo que puedes salir.
Que ya no tienes que esconderte más.

Te juro que esta vez,
yo te voy a cuidar.

Con amor,
yo.
La que por fin te comprende.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.