Volviste a cerrarte
como cuando eras niña.
Como cuando el miedo
te habitaba en los huesos
y el silencio era la única defensa.
Te cerraste
sin que yo lo notara al principio.
Una tensión en los hombros.
Una incomodidad al ser tocada.
Una lágrima que no tenía nombre
pero sabía de qué hablaba.
Y entonces lo entendí:
el cuerpo recuerda
aunque la mente lo intente negar.
El cuerpo guarda
aunque el corazón quiera perdonar.
Volviste a protegerme,
y me dolió.
Porque pensé que ya habíamos superado todo,
que ya no había monstruos debajo de la piel.
Pero tú sabías.
Tú sentiste que algo no estaba bien,
que ese invierno
no solo venía de fuera.
Te cerraste
porque alguien volvió a mirarte sin cuidado.
Porque el amor volvió a doler.
Y tú no querías repetir la historia.
Y aunque al principio me enojé contigo,
por hacerme sentir extraña
en mi propia piel,
hoy solo quiero abrazarte.
Gracias por cuidarme.
Por no olvidarte.
Por reaccionar cuando yo ya no podía.
Sé que aún tiemblas.
Que aún no sabes si es seguro.
Pero te prometo que esta vez,
yo voy a escucharte.
No voy a obligarte a abrirte
cuando aún sangras por dentro.
Vamos a sanar,
sin prisa,
sin presión.
Vamos a volver a tocarnos con ternura,
como si fuéramos un jardín
que apenas vuelve a florecer.
Gracias, cuerpo,
por hablar
cuando nadie más supo hacerlo.
Con todo mi respeto,
yo.
La que esta vez se queda contigo
#1795 en Otros
#409 en Relatos cortos
#345 en Joven Adulto
libertad, amor dolor amor propio superacin, sanación interior
Editado: 17.07.2025