Las recuerdo.
Una por una.
Esas noches en las que el mundo
se volvía demasiado.
Demasiado ruido,
demasiado silencio.
Demasiado todo.
Nadie lo notaba,
porque por fuera yo seguía entera.
Pero por dentro…
me rompía como un cristal
que ya no aguanta más presión.
Hubo noches en que me acosté
deseando no despertar.
Y no porque no quisiera vivir,
sino porque vivir dolía
más de lo que podía explicar.
No lo conté.
No lo lloré en voz alta.
Solo apreté los dientes,
me abracé las piernas,
y esperé que pasara.
Esas noches
en las que me hablaba a mí misma
como si pudiera calmarme.
Como si pudiera salvarme.
“Solo duerme, por favor duerme.”
“Solo aguanta esta noche.”
Y lo hacía.
No porque fuera fuerte,
sino porque no tenía otra opción.
A veces escribía.
O le rezaba a un Dios
que no sabía si me escuchaba.
O simplemente me quedaba quieta,
esperando que la oscuridad se cansara primero.
No sé cómo sobreviví a tantas noches así.
Tal vez fue costumbre.
Tal vez fue amor por alguien.
Tal vez fue miedo a dejar algo sin cerrar.
Lo cierto es que no me fui.
Me quedé.
Aunque rota,
aunque vacía.
Y eso, hoy,
me parece un acto de valentía.
Porque nadie sabe
todo lo que se siente al no poder más
y aún así…
seguir aquí.
Por eso te escribo,
noche.
Para que sepas que no ganaste.
Que aunque me hiciste pensar
que era el final,
fuiste solo un capítulo más.
Con el alma desgastada,
pero viva,
yo.
La que no pudo más…
y aún así pudo.
#2421 en Otros
#615 en Relatos cortos
#576 en Joven Adulto
libertad, amor dolor amor propio superacin, sanación interior
Editado: 17.07.2025