Te veo.
En el reflejo,
en las palabras que escribes,
en la forma en que respiras ahora:
más lenta,
más tuya.
No eres perfecta.
Nunca lo fuiste,
y qué alivio saber que ya no lo estás intentando.
Porque en tu imperfección
hay verdad,
y en tu verdad
hay belleza.
Te has convertido en muchas versiones de ti.
La niña que sobrevivió.
La adolescente que se escondía.
La joven que buscaba en otros
lo que aún no encontraba en sí.
Y ahora…
eres esta.
La que ha aprendido a sostenerse,
aunque a veces le tiemble el alma.
Eres la que se escribe.
La que se abraza sin testigos.
La que sabe que sanar
no es olvidar,
sino recordar sin romperse.
Eres más fuerte de lo que imaginabas.
Y no porque no llores,
sino porque ya no te da vergüenza hacerlo.
Has caminado por pasillos oscuros,
pero elegiste no quedarte en ellos.
Elegiste la palabra,
la música,
la fe,
el arte,
el amor.
Elegiste seguir.
Y eso,
eso te hace invencible.
No te prometo que todo será fácil.
Pero te prometo que esta vez,
tienes a alguien que no se irá: tú.
Así que mírate con ternura.
Con respeto.
Con orgullo.
Porque has hecho lo que muchas no logran:
no rendirte.
Con toda mi admiración,
yo.
La que por fin empieza a creerse digna de sí misma.
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Editado: 17.07.2025