Volver a mí

Carta 23

A veces pienso que te fuiste.
Y luego vuelves.
Sin tocar la puerta,
sin anunciarte.
Solo apareces,
con ese frío familiar
que me roza la espalda
cuando apago la luz.

No gritas.
No haces ruido.
Pero te siento.

Te metes debajo de la piel,
como un recuerdo que aún no sabe
cómo dormirse del todo.

Sé que no eres el mismo de antes.
Ya no me dominas.
Pero aún me visitas.
Y cuando lo haces,
mi cuerpo se tensa,
mi respiración se acorta,
mis pensamientos se enredan.

Y me enojo conmigo.
Porque pensé que ya había sanado.
Porque creí que esto ya no dolía.
Porque me prometí
que no ibas a volver.

Pero vuelves.
Y aunque duela admitirlo,
también entiendo:
que sanar no es olvidar,
es aprender a quedarme conmigo
incluso cuando tú regresas.

Ya no huyo.
Te reconozco.
Te miro a los ojos.
Te digo:
“sí, estás aquí otra vez…
pero yo también.”

Y eso es diferente.
Porque ahora tengo palabras.
Tengo refugios.
Tengo el amor que construí para mí.

Así que si decides quedarte esta noche,
quédate.
Pero no mandas.
Ya no.

Solo eres una sombra más
en un cuarto donde ya hay luz.

Con firmeza y calma,
yo.
La que ya no se esconde.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.