Presente,
no sé cómo hablarte sin titubear.
No sé cómo abrazarte
sin sentir que en cualquier momento
me vas a fallar.
Has sido ese lugar
que debería sentirse como casa,
pero a veces
me recuerda a una estación de paso,
una sala de espera,
una pausa sin promesa.
Vengo de un pasado que duele.
Y camino hacia un futuro
que no alcanzo a ver.
Así que estás tú,
en el medio.
Y no sé muy bien qué hacer contigo.
Hay días en que quiero correr hacia adelante.
Otros, en los que me arrastra lo que fui.
Y tú solo estás ahí,
mudo,
incierto,
esperando a que yo me quede.
Pero me cuesta.
Porque el presente implica estar aquí.
Y estar aquí
a veces significa sentirlo todo.
La herida.
La duda.
El amor que ya no está.
La vida que aún no llega.
Pero también estás lleno de pequeñas cosas.
Del café que me preparo por la mañana.
De la canción que me hace cerrar los ojos.
Del mensaje que me arranca una sonrisa.
Del aire que me recuerda que respiro.
Y entonces pienso…
tal vez no tengas que ser perfecto.
Tal vez solo tengas que ser real.
Tal vez estar aquí,
aunque me cueste,
ya es un acto de amor hacia mí.
Presente,
no sé si podré habitarte todos los días.
Pero hoy me quedo un rato más.
Con paciencia,
yo.
La que sigue aprendiendo a quedarse.
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Editado: 17.07.2025