El aroma del café recién hecho se podía oler por toda la cocina de Victoria mientras removía la cucharilla dentro de la taza. Me apoyé en la encimera, rodeando con ambas manos la taza de porcelana.
—No puedo creer que estés aquí —dijo ella con una sonrisa—. Después de tanto tiempo…
La miré con una sonrisa.
—A veces ni yo misma lo creo.
Victoria se acomodó en una de las sillas altas de la isla y me miró con una mirada que yo conocía muy bien.
—¿Y cómo te sientes? — Ahora que estás aquí por fin –preguntó, —. Volver… a verlo…
Su nombre no fue pronunciado, pero no hacía falta. Sabía exactamente a quién se refería.
Tomé aire antes de responder.
—Cuando entré en la cafetería y lo vi…El corazón me dio un vuelco. No podía creer lo que estaba viendo.
El recuerdo hizo que me estremecíera. Nuestras miradas se cruzaron por un instante. Apenas un segundo, pero fue suficiente para que mi corazón latiera con fuerza. Pensé que todo este tiempo había cambiado mis sentimientos, pero me equivocque ...
—Pero después… —mi corazón me dio un vuelco —. Su mirada cambió. Se volvió fría.
Victoria me observó en silencio antes de decir:
—No me sorprende. Alexander no es el mismo desde que te fuiste.
—¿Qué quieres decir?
Ella tomó su taza y suspiró.
—Se volvió más frío, más distante. Sigue siendo el mismo hombre fuerte y determinado que recuerdas, pero… algo cambió en él.
Aparté la vista hacia la ventana, viendo la fina llovizna golpear el cristal.
—Ha seguido adelante —murmuré—. Lo vi con ella… con una chica.
Victoria dejó su taza sobre la mesa con más fuerza de lo normal.
—Charlotte.
—Se veían bien juntos– dijo Isabelle.
Ella bufó con sarcasmo.
—Si llamas a una relación de conveniencia “verse bien juntos”, entonces sí, supongo que lo hacen.
La miré con atención.
—¿Relación de conveniencia?
Victoria se encogió de hombros.
—Charlotte proviene de una familia poderosa, con conexiones que podrían serle útiles a Alexander. Su madre, Eleanor, aprueba esa relación más de lo que jamás aprobó la tuya.
Mi pecho se oprimió al escuchar ese nombre. Eleanor Whitmore. La mujer que jamás me aceptó.
—Así que su madre está feliz… —musité.
—¡Encantada! Charlotte es todo lo que Eleanor quiere para su hijo.
Un nudo se formó en mi garganta. ¿Era eso lo que él quería también?
—Mira, Isabelle… —Victoria tomó mi mano con suavidad—. Solo te diré que no todo es lo que parece. Y Alexander Whitmore nunca te olvidó.
Tragué saliva, sintiendo una extraña sensación dentro de mí. Quería creer que sus palabras eran ciertas... pero también tenía miedo de hacerlo.