Los Whitmore sabíamos cómo fingir bien, me habían enseñado desde niño, la vida es así...
El que sabe fingir y mentir bien es alguien en esta vida, no hay duda lo tengo muy claro...
Las apariencias lo eran todo en mi familia. Desde niño me enseñaron a sonreír cuando no quería, a afirmar cuando no estaba de acuerdo o, a comportarme como el heredero de un imperio que nunca pedí ni quise, pero ahora que, voy a ser uno de los mejores empresarios me da igual todo...
Un rato más tarde, Charlotte y yo llegamos a la casa de sus padres para la cena, ya tenía mi mejor cara puesta, la falsa...
—Querido, qué alegría verte —exclamó su madre—,dándome un beso en la mejilla, era como su hija.
—El placer es mío —respondí con una sonrisa.
Su padre me miró de arriba abajo cómo siempre,moviendo la cabeza dándome su aprobación, cómo si me haría falta. Nunca me había dicho abiertamente que me consideraba un buen partido para su hija, pero su miráda y la manera de hablarme y de actuar lo decía todo, es un hombre interesado en que su única hija pille a un millonario.
Charlotte puso su mano en la mía y sonrió con esa perfección que tenía ensayada. Parecíamos la pareja ideal. Pero bastaba con mirarnos detenidamente para notar que no era así.
—¿Cómo estuvo tu día, querido? —preguntó su madre mientras tomábamos asiento en la mesa.
—Bien. Mucho trabajo.
—Alexander es un hombre ocupado —intervino Charlotte —. Manejar todo su imperio no es cosa fácil.
Solté una risa “Un imperio”. Como si todo lo que tenía no hubiera sido construido antes de que yo naciera.
El sirviente,porque por supuesto, en casa de los Davenport, tenían como no servicio , la verdad no se si se lo podían permitir, pero la apariencia era para ellos importante.— empezó a repartir la cena. Todo era perfecto, no le faltaba ni a la mesa, ni a la cena ninguna imperfección,era su mundo.
—Hablando de trabajo —dijo su padre mientras cortaba su carne—, Charlotte me contó que están avanzando con los planes de boda.
Levanté la mirada de mi plato.
—¿Perdón? – contesté acojonado.
—Bueno, no exactamente los planes, pero hemos hablado de ello —dijo Charlotte rápidamente, guiñandome un ojo.
No habíamos hablado de ello para nada...
O al menos, no de una manera en que ella lo veía, igual algun comentario que otro, pero nada más.
—No quiero presionarte, Alexander —intervino su madre con una sonrisa que no tenía nada de dulce –,pero lleváis juntos casi tres años,¿creo, que ya es hora no? En nuestra sociedad, los compromisos demasiado largos comienzan a levantar sospechas y habladurías.
—No sabía que el tiempo tenía reglas ,—repliqué con cortesía.
Charlotte me tocó la mano por debajo de la mesa. Su sutil manera de decirme que no empeorara la situación.
—Solo queremos lo mejor para vosotros —continuó su madre, ignorando mi comentario—. Y, Alexander, querido, cuando dos personas están hechas el uno para el otro, y están tan enamorados cómo vosotros, sería lo natural.
—Natural —repetí, me estába quedando alucinado con su madre, me estaba dando clases...Precisamente ella.
Charlotte sonrió. La perfecta prometida. La mujer que encajaba en la imagen que todos tenía de mí.
Yo debería sentirme afortunado. Era lo que cualquier hombre desearía, pero no era así.
Entonces, ¿por qué lo único que sentía dentro de mí, era que cada palabra de esa conversación me encerraba un poco más,como en una jaula?
Respiré hondo, fingí una sonrisa… y levanté mi copa para brindar.
Porque, después de todo, los Whitmore sabíamos fingir bien...