A la mañana siguiente, desperté con una decisión tomada. La casa que Victoria me había mostrado era perfecta para Ethan y para mí. No quería perder la oportunidad.
Mientras desayunábamos, mi madre notó mi alegría.
—Parece que ya tomaste una decisión —dijo con una sonrisa mientras servía más café.
—Sí, creo que esa casa es ideal para nosotros. Es acogedora, tiene espacio suficiente y está en una buena zona. Ahora solo falta el tema del alquiler.
—Si necesitas ayuda con el depósito, ya sabes que estamos aquí —intervino mi padre.
—Gracias, papá, pero quiero hacerlo por mi cuenta. Quiero empezar de cero con Ethan y demostrarme a mí misma que puedo manejarlo otra vez.
Después del desayuno, llamé a Victoria y le pedí que concertara una reunión con el dueño. Un par de horas después, ya estábamos en la casa revisando los últimos detalles. La conversación con el propietario fue bastante amena. Gracias a la recomendación de Victoria, acordamos un precio justo y la posibilidad de pagar el depósito en dos partes, e hicimos el contrato...
Me sentí aliviada al saber que tenía un techo seguro para mi hijo y para mí.
Esa tarde, mientras organizaba los detalles de la mudanza, Christopher se acercó a mí con la cara seria; supongo que tenía miedo a que nos iríamos...
—Hermanita, ¿ya es definitivo? ¿Te quedas aquí?
—Sí, Chris. —Ya no hay marcha atrás —le respondí con una sonrisa. Nos quedamos. Prepárate para que Ethan no te deje en paz; se parece a papá, no puede estar quieto.
—Me alegra mucho. Pero también quiero preguntarte algo… Que me ronda por la cabeza desde que llegaste.
—Dime, ¿qué es lo que pasa, Christopher?
—¿Le vas a contar a Alexander sobre Ethan? Porque el niño es de él. Llevas nueve años fuera; Ethan tiene ocho, no hay que ser muy listo para saberlo. Alexander atará cabos. ¿Y entonces qué harás?
Su pregunta me cayó como una jarra fría de agua. Lo había pensado, pero aún no tenía el valor de hacerlo. Había estado años criando a mi hijo sola; ahora tampoco me iba a morir por un tiempo más. Suspiré y bajé la mirada.
—No lo sé, Chris. No sé cómo reaccionaría, ni cómo eso afectaría a la vida de Ethan; para mí lo más importante es él, por encima de todo.
—Pero tarde o temprano lo descubrirá, Isabelle. O se enterará por otra persona, y eso puede ser peor.
Lo miré y me quedé en silencio. Christopher tenía razón, pero el miedo a la reacción de Alexander me paralizaba. Sin embargo, tenía muy claro que no podía aplazarlo para siempre. Y debía encontrar el momento adecuado para hablar con él... Pero por ahora no quería ni pensarlo.
Para celebrarlo, Victoria y yo decidimos salir a tomar un café en una pequeña cafetería del centro. Me llevé a Ethan para poder estar más tiempo con él; estaba emocionado por la idea de probar un batido de chocolate con lo goloso que es. Nos sentamos junto a una ventana desde donde se podía ver la plaza. Había música suave de fondo; la verdad, se estaba muy bien y hacía tiempo que no salía.
—Estoy muy feliz por ti, Isabelle —dijo Victoria, removiendo su café. Estás tomando el control de tu vida, por fin, eso es admirable, te has convertido en una mujer fuerte. ¿Te acuerdas cuando éramos niñas que prometimos no separarnos nunca? Si algún día nos casáramos, lo haríamos juntas. Y tendríamos los mismos hijos, qué tiempos aquellos.
—Vic, las cosas cambian mucho. Yo jamás pensé que tendría un hijo tan joven, pero ya ves, eso me ha hecho madurar más rápido, pero no me arrepiento de nada. Si volviera a pasar, haría lo mismo, tener mi hijo, es lo mejor que me ha pasado. Te tengo que dar las gracias, Vic. No te mentiré, tengo miedo, pero también me emociona este nuevo comienzo.
—Lo vas a hacer genial —dijo, sonriendo. Y además, ya sabes que me tienes para lo que necesites; sabes que eres mi mejor amiga, nos conocemos desde crías, te echaba de menos, amiga...
Sonreí, agradecida por su apoyo. Después de disfrutar del café y de ver a Ethan devorar su batido, decidimos dar un paseo por la zona antes de regresar a casa. Me sentía en paz, contenta; ahora era verdaderamente feliz, algo que no experimentaba desde hacía mucho tiempo.
Después Victoria me propuso ir a cenar a una pizzería en el centro. Ethan saltó de alegría al escuchar la idea, así que acepté sin dudarlo. La pizzería era acogedora, con paredes de ladrillo; tenía en una de las paredes un jardín vertical, la verdad es que llamaban la atención. Nos sentamos en una mesa cercana a una de las ventanas y pedimos una pizza cuatro estaciones grande con extra de queso, la favorita de Ethan.
Mientras cenábamos, Victoria comenzó a hablarme sobre posibles trabajos en la ciudad.
—Hay una agencia de eventos que está buscando personal administrativo —dijo—. Podrías llevar el currículum y probar allí. El horario es flexible, lo que te permitiría pasar tiempo con Ethan.
—Suena interesante —respondí pensativa. Creo que enviaré mi currículum mañana.
—Hazlo. Y si quieres, te acompaño a la entrevista.
—Sería genial.
Ethan se reía mientras trataba de comerse un pedazo de pizza gigante; era más grande que sus manos. Verlo así de feliz hace que mi corazón se llene de amor y tranquilidad. Tal vez, después de todo, este nuevo comienzo sea lo mejor que nos haya pasado nunca.
Esa noche, después de acostar a Ethan, me senté en su cama para contarle un cuento como todas las noches. Le gustaba y a mí también; era un tiempo que estábamos los dos solos y que a veces aprovechábamos para hablar del cole o de otra cosa. Él cogía el sueño antes; se quedó dormido al poco tiempo.
Me fui a mi habitación y cogí un libro de una de las estanterías que tenía; no podía dormir, estuve hasta que el sueño me venció.
Una semana después, ya estaba instalada en mi nueva casa. Había cogido las maletas con la ropa, mis libros, mi PC y todos los juguetes de Ethan. Mis padres me ayudaron y, por supuesto, mi hermano Christopher, que estaba súper contento. Comencé a sentir que mi vida realmente tomaba un nuevo rumbo. A pesar de mis miedos e inseguridades, estaba avanzando poco a poco.